Joyce y las gallinas

Opinión:

"Joyce y las gallinas". Cuando uno lee este título, se pregunta qué relación puede haber entre el escritor irlandés y esos animales de granja y se adentra en las páginas de esta novela debut sin saber muy bien qué esperar. Sí, la contraportada siempre ayuda a intuir los caminos de una historia, pero ante ciertos títulos a veces es mejor dejarse llevar por la sorpresa, sobre todo cuando es tan grata como en este caso. Y es que esta es una novela con alma, con garra y con un humor a veces sutil, a veces salvaje, que lanza dardos a una sociedad que nos es muy conocida, con todas sus frivolidades y sus absurdidades. Anna Ballbona ha creado un personaje magnífico que sabe ver lo que probablemente mucha gente vea, pero no se atreve a decir en voz alta. Ella lo hace y se queda a gusto. Y es un gusto leerlo, porque te arranca una sonrisa y te hace sentir bien, conectada a la contemplación del absurdo que Dora sabe mostrar tan bien.

Estamos ante una historia crítica con la sociedad, pero sobre todo con un relato que nos habla de una transformación. A menudo, nos movemos por inercia, llevados por una imagen de nosotros mismos preconcebida, o bien por el pasado, o bien por las exigencias de un guión social que nos dice lo que debemos hacer, cómo debemos comportarnos. Y al final, como los jóvenes del tren a los que escucha Dora, uno acaba por preguntarse quién es más cuerdo y quién más loco: aquel que se define a sí mismo o aquel que deja que lo definan, que lo etiqueten. Porque al final, somos quienes decidimos ser, no la etiqueta que nos cuelgan, aunque, a menudo, nos sintamos lo segundo. Y, a veces, las debilidades que nos han marcado pueden convertirse en fortaleza, en excusa creativa, como las gallinas para Dora.

Escrita desde un sinfín de puntos de vista, con un narrador que se centra en Dora al principio, pero que luego deambula por las cabezas de otros personajes secundarios que pueblan las páginas y que son un retrato divertido del mundo en el que se mueve la protagonista, la novela avanza de forma curiosa, navegando por el proceso de Dora, que va explorando sus capacidades de decir, de pensar, de ser. Pero no lo hace como lo haría una novela inspiracional, sino que lo hace con ironía y una observación constante de su entorno, al que contempla con cierto sarcasmo, sacándole punta a una realidad palpable y conocida que nos devuelve la mirada.

Con humor y una dosis de mala lecha muy bien distribuida, Anna Ballbona nos cuenta una historia sencilla, la de una joven que decide tomar las riendas de su vida, pero la acompaña de un cuerpo secundario que le da fuerza y empaque, y que te hace viajar por un universo personal punzante y divertido, por el que a uno le apetecería volver a navegar. Por algo habrá sido finalista de la primera edición del Premio Llibres Anagrama de Novela.

Inés Macpherson