En una selva oscura

Opinión:

La idea del descenso a los infiernos no es nueva. Todas las culturas han explicado en algún momento la bajada a ese lugar donde residen los muertos; en algunos casos parece una aventura, pero casi siempre es un viaje, un trayecto que, a pesar de tener un componente físico, casi siempre es emocional y mental. Hay quien dice que nosotros mismos construimos nuestro infierno y que somos nosotros quienes, sea de la mano de un guía como Virgilio, o sin guía, a ciegas y enfrentándonos a los fantasmas, debemos salir de él. Hay infiernos interiores y algunos exteriores. Nicole Krauss juega con ambos conceptos en esta extraña novela que nos invita a adentrarnos "En una selva oscura".

Porque se trata de una novela extraña, no solo por algunos de los pasajes y de los supuestos con los que juega, sino por la sensación de estar leyendo una estructura conocida, con un código comprensible, pero que a veces se nos escapa. Las piezas encajan, pero se transforman, se tambalean y nos tambalean. Hay un yo, hay unas voces narrativas y hay una historia que avanza y retrocede, que salta hacia el pasado y que nos permite observar el presente; y, sin embargo, durante todo el trayecto no nos abandona una sensación de extrañeza. Es parte del viaje, de ese desprenderse y dejarse llevar por un misterio que se va extendiendo ante nosotros y que tan solo podremos resolver a medias, porque nadie tiene todas las respuestas.

En esta novela, Nicole Krauss ofrece una hipótesis que le sirve para ir más allá de la trama. Según le explica un profesor de literatura a la protagonista, Kafka huyó de Austria y se instaló allí; simuló su muerte y desapareció para encontrar otra vida. En esa hipótesis, Eva Hoffe, hija de la amante del editor Max Brod, tiene una maleta llena de manuscritos inéditos del escritor. El profesor Friedman pretende que Nicole termine algunas de ellas, pero no es tan simple como parece, porque la obra puede acabar en manos del gobierno, como si los cuentos de un escritor formaran parte de un país o de una religión, en vez de formar parte de la historia de la literatura. Esta forma de reflexionar sobre la escritura y la literatura encuentra una hermana en la manera en que expone las referencias a la cultura judía y los mitos fundacionales de Israel, pues los muestra y los observa para recordarnos que nada es rígido, que no somos elementos sólidos inamovibles. Tampoco lo es una novela, y menos la suya, que fluye por lugares que a menudo nos dejan perplejos.

La huida de Kafka sirve como reflejo a su vez de la huida de Nicole y la de Jules Epstein, que está dispuesto a que su trayecto de desposesión llegue hasta las últimas consecuencias. Sus pertenencias no le definen, no pueden ser simplemente su identidad, y se adentra en el desierto, como Nicole, para encontrarse o para construirse un nuevo yo. Imperfecto, quizás inacabado, como esas historias de Kafka, como el camino que trazamos al escribir, al leer, al bailar o simplemente al transitar por la vida.

Inés Macpherson