Emboscada

Opinión:

Cada vez que cae en mis manos una de las novelas de Nora Roberts lo primero que me llama la atención es el cuidado que pone en la investigación del entorno en el que va a desarrollarse la historia. La mayoría de sus novelas tienen un esquema muy similar: joven mujer independiente conoce a hombre fascinante, mientras se desarrolla algún tipo de intriga relacionada con ella. Pese a ello, ninguna se repite, todas poseen su propia identidad, su toque especial y, por supuesto, su ambientación. Ahí es donde Nora Roberts demuestra que no la llaman "la escritora favorita de América" en vano.
 
En esta ocasión el escenario se sitúa en una pequeña isla en la costa de Seattle, y la protagonista es una adiestradora de perros, miembro de la Unidad Canina de Búsqueda y Salvamento. Fiona Bristow, pues ese es su nombre, no se limita a vivir la historia de intriga romántica para la que ha sido creada. Su papel va mucho más allá y se convierte en nuestra propia adiestradora de perros.
 
Parte de la novela es casi un manual sobre cómo educar a un perro para que no se coma nuestros zapatos, no ataque a los demás miembros de su especie y obedezca las órdenes que le damos. A través de sus protagonistas el lector aprende qué se debe hacer en cada situación, y lo hace de la mano del cachorro de Simon Doyle, el hombre fascinante al que antes aludía. Nora Roberts procura documentarse al detalle sobre cualquier tema sobre el que escriba: fotografía, arqueología, indios norteamericanos, o, como en este caso, adiestramiento de perros. Esa profundidad en el entorno de sus personajes es una de las razones que consiguen que sus novelas estén siempre en los primeros puestos en las listas de ventas de Estados Unidos.
 
Por otro lado sus tramas resultan totalmente absorbentes, narradas con fluidez y con elegancia. Sus personajes femeninos no son damiselas en apuros que aguardan la llegada del príncipe que ha de salvarlas de los peligros. Son mujeres emprendedoras, fuertes y decididas, muy capaces de cuidar de sí mismas, para las que el príncipe es un refuerzo extra. Y la autora mima ese refuerzo con el mismo cariño con el que hace todo lo demás, con el resultado de que sus personajes masculinos son cautivadores.
 
Cuando nos adentramos en el último trabajo de esta prolífica escritora (a la que sus admiradoras deseamos una larga y fructífera vida) perdemos de vista el mundo que nos rodea. Durante unas horas parece distante y lejano, como si se tratase de la vida de otra persona. Porque mientras estamos inmersos en la novela somos capaces de transportarnos a Seattle, a una casita en el bosque, con tres perros como compañeros y con un hombre magnífico a nuestro lado. Y casi logramos percibir el peligro que nos acecha, ese pañuelo rojo que alguien espera anudar para siempre en nuestro cuello. 
 
Pilar Alonso Márquez