El tren de los locos

Opinión:

Maurizia y Xalbador se conocieron el aristocrático balneario de Santa Águeda. Ella se encargaba de la intendencia del edificio y él trabajaba como fontanero ocasional. Su apasionado romance surgió una noche de verano al albor de una fotografía robada a uno de los ilustres huéspedes del lugar.

Meses después, Xalbador recibió tres disparos en una pensión. Se recuperó de sus heridas, pero le quedó una cojera que le impedía seguir jugando como pelotari. Cegado por la rabia, la idea de encontrar al hombre que le disparó se va adueñando de él.

Un año más tarde, en 1897, el balneario cayó en desgracia cuando Antonio Cánovas del Castillo, presidente del Gobierno de España, fue asesinado entre sus muros por un anarquista italiano. Tras el magnicidio, el edificio fue vendido al a Iglesia y reconvertido en hospital psiquiátrico.

"El tren de los locos", de Patxi Irurzun, es una novela narrada a dos voces: la de Maurizia y la de Xalbador.

Ella ha vivido y trabajado toda su vida en el balneario. Ha conocido los tiempos de la «belle époque», en la que aristócratas de toda España llegaban allí en busca de baños terapéuticos, bailes, fiestas y, por qué no admitirlo, ver y ser vistos por otros miembros de la alta sociedad.

La marcha de Xalbador y la reconversión del edificio en hospital psiquiátrico cambian su vida. Se siente sola y vigilada constantemente por frailes y monjas, que no aprecian su trabajo y cada vez le reducen más sus obligaciones. Maurizia pasa a ser poco menos que un fantasma que vive encerrado en el que otrora fue su hogar.

Xalbador, anarquista convencido, recorre París, Barcelona y Madrid buscando al hombre que le disparó. Con la ayuda de otros anarquistas consigue subsistir mientras recorre los peores tugurios buscando al hombre deforme que le ocasionó la cojera.

Su búsqueda por los bajos fondos de las ciudades que visita permite al autor hablarnos de temas no muy tratados en la historia del siglo XIX: los inicios de la fotografía erótica, los espectáculos que explotaban a personas con deformidades físicas, la fotografía de muertos, las bandas callejeras o la corrupción eclesiástica, entre otros temas.

Una novela muy original que, partiendo del asesinato de Cánovas del Castillo, nos revela la cara menos glamurosa del siglo XIX.

Ana G. Aranda