el tiempo es un sueño pop; vida y obra de terenci moix

Opinión:

Es difícil hablar de Terenci Moix sin caer en tópicos, sin repetirse, sin ser presa de los excesos que él mismo solía cometer, pero lo es más hacerlo hablando desde la objetividad sin dejarse deslumbrar por una personalidad fuerte y arrolladora como pocas. Es difícil, pero no imposible, Juan Bonilla es el ejemplo de que se puede hacer y, además, muy bien.

Hay pocos escritores tan sencillos y a la vez tan complejos como Moix, la línea entre persona y personaje, escritor y showman, es tan confusa que nunca sabremos en realidad cuándo empezaba uno para terminar el otro; ni siquiera podemos asegurar que hubiera una persona realmente ya que Terenci Moix era en sí mismo un personaje creado por Ramon Moix, un chico catalán cinéfilo, lleno de complejos, amante de las historias y de lo bello. Quizás nunca existió Ramón y siempre hubo un Terenci, al igual que aquel Lleonard Pler que iba sembrando misterios en “El sexo de los ángeles”, un Lleonard que era tan Terenci que termina por parecernos una versión mejorada de él mismo.

Teniendo en cuenta esta dificultad para desenmascarar, por así decirlo, al auténtico Moix, Bonilla hace lo que se debe hacer para no caer en errores, un repaso profundo y absoluto a las Memorias del autor de “El amargo don de la belleza”.

En este periplo entre la realidad y la ficción, lo contenido y lo exagerado, nos damos que cuenta de que hay más de Terenci en sus libros que en sus tres tomos de “El peso de la paja”. Era en su obra de ficción donde desnudaba su cuerpo y su alma, así su traumática ruptura con Enric Majó dio pie al Premio Planeta más vendido de la historia aun a día de hoy “No digas que fue un sueño”, él era ambos protagonistas rebeldes y críticos con su generación que aparecen en “El día que murió Marylin”, y hay mucho del autor en el Manelet atormentado e insatisfecho de “Sadístico Esperpéntico e incluso metafísico”.

Su alter ego, el personaje, está en sus Memorias lo cual no quiere decir que mienta, simplemente acomoda su realidad con fines narrativos y, a fin de cuentas, las memorias de uno no son realmente lo que se ha vivido, sino lo que se recuerda, y en este sentido un escritor con la imaginación de Terenci Moix ha vivido mucho en su vida y en su mente.

Bonilla habla sin apasionamiento de un escritor que hizo de la pasión su leitmotiv, nos saca a la luz todo aquello que en un ejercicio de coquetería estaba oculto bajo luces de cabaret, nos acerca a una figura que leía a los clásicos con fruición para acto seguido irse a cenar con el sector más frívolo de la sociedad. Si algo nos persigue a lo largo de esta biografía es la sensación de encontrarnos ante alguien que buscó ser aceptado y amado por todos, que entendía la cultura como una amalgama de facetas que iban desde el más infecto agujero de un puticlub, hasta los escritos de Plutarco, y que jamás dejó de ser un niño, malcriado en ocasiones, con un Síndrome de Peter Pan que nunca se molestó en ocultar.
Ese ansia de ser aceptado, casi idolatrado por todos, le llevo a participar en debates cultos y en programas de marujeo al mismo tiempo, despreciando al sector cultureta que le ensalzó y luego le dio la espalda pues nunca quiso ser abanderado de ninguna causa que no fuera la suya propia. Juan Bonilla nos regala a la persona que nunca conocimos e intenta recuperar al escritor leído tanto por criadas como por políticos, el mejor representante de la sociedad catalana y el primer autor mainstream con permiso de Cela.

Esta biografía se convierte en testimonio y legado, en sucesión de anécdotas y pensamientos, sin juicios o condenas, pero tampoco con aplausos o elogios, una imparcialidad tan perfecta que consigue lo que se propone: llamar la atención de un lector que no haya leído a Moix, picar su curiosidad para que abra uno de sus libros y descubra por sí mismo a la persona dentro del personaje.

Es inevitable reconocer que “El tiempo es un sueño pop”, ese tirano que lo vampiriza todo y que Terenci exprimió hasta su último suspiro, Bonilla lo ha restaurado para que el paso de Moix por la literatura no haya sido solamente un sueño.

Patricia Rubiera