El olvido que seremos

Opinión:

Cuando solamente se han leído veinte páginas de "El olvido que seremos", uno siente unos deseos terribles de hacer dos cosas: la primera, contar a todo el mundo que está leyendo una obra excelente, perdurable, amena y de calidad abrumadora, y la segunda haber tenido la oportunidad de conocer a Héctor Abad Gómez, médico en Medellín y profesor de la universidad, pero sobre todo padre atento y modélico del autor.

Ahora que la autobiografía novelada vive una especie de época dorada, el libro de Héctor Abad Faciolince se convierte en un buen ejemplo de ese terreno enormemente fértil para la narrativa en el que el autor dispone de su material vital más directo para extender su creación. Héctor Abad Faciolince mantiene a lo largo de la obra un tono aparentemente tan sincero que no puede dejar de conmover, en la descripción de ese padre ideal, colmado de virtudes, eternamente comprensivo, paciente, distinto a todo el mundo. Alguien a quien no le importa mostrar en público sus debilidades y sensibilidad, porque "El olvido que seremos" es también una novela sobre la forma en que la sociedad colombiana pretende mantener viva una tradición eminentemente machista que marca a fuego los roles asignados al hombre y a la mujer, al niño y a la niña. Leyendo el libro no dejaba de pensar que este doctor Abad contiene muchos rasgos comunes con el Atticus Finch dibujado en "Matar un ruiseñor", novela de Harper Lee, como la figura del padre modélico que se enfrenta a los más poderosos y se encuentra siempre dispuesto a ponerse de parte de los más débiles.

Si resultan sugestivos los capítulos iniciales, dedicados a la infancia y juventud del narrador, así como a la manera en que el padre desarrolla su carrera de altruismo y cuidado de la salud pública, las páginas finales son desgarradoras. La descripción valiente y pormenorizada de las circunstancias que rodearon el vil asesinato de su padre conmueven y deleitan en la perfección de su enfoque literario y humano.

Una obra mayúscula, en definitiva, designada a perdurar en una historia tan universal como el material que la sustenta, que no es otro que el dolor por la pérdida de las personas verdaderamente importantes en nuestra vida.

Rafael Ruiz Pleguezuelos