el islam laico

Opinión:

Abordar, desde una perspectiva occidental, la cuestión del Islam no es una labor sencilla y es reconocido por la mayor parte de los autores que se han puesto manos a la obra. En realidad no es fácil analizar cualquier cuestión que tenga que ver con las creencias personales y la religión, especialmente las monoteístas, es una cuestión de creencias, las más de las veces guiadas por "verdades" dogmáticas y de fe. Es decir se cree o no se cree.

Para mayor complicación, tal y como explica Olivier Carré, para los musulmanes el Corán es la palabra de Dios, dictada directamente a Mahoma. Es decir el profeta se limita a escribir al dictado lo que Dios le dice, sin intermediarios. Por lo tanto el Corán hay que aceptarlo en su integridad y no caben interpretaciones, al menos en el plano teórico, de lo que quiere decir.

Así pues, si se acepta esta verdad, y se quiere vivir de acuerdo con la "verdad revelada" todos los creyentes estás obligados a observar los preceptos del Corán en todos los ámbitos de su vida. La cuestión, como se puede comprobar, es muy complicada. ¿Pueden, por ejemplo la política, la economía, la educación estar sujetas a los preceptos del Corán? ¿Puede resolver los problemas de la sociedad moderna un libro dictado en la época medieval?. Según Carré cabe esa posibilidad.

Además, en lo referente al Islam y, últimamente en mayor medida, hay bastantes prejuicios que hacen que para una gran parte de los ciudadanos occidentales sea una confesión que predica la violencia y el terrorismo, es intolerante y su fin último es conseguir la conversión de toda la humanidad. Pero, ¿qué hay de verdad en ello?

Eso es lo que trata de aclarar en parte Olivier Carré, un experto francés en temas islámicos. Y digo en parte, porque lo esencial de la obra no es tanto un análisis profundo sobre el Islam a lo largo de su desarrollo histórico sino más bien saber si puede existir un Islam laico. En este sentido, a lo largo de su libro expone una serie de ideas sobre la posibilidad de que acabe por conseguir su secularización, lo que de paso, según el autor, sería una vuelta a la "Gran Tradición".

Uno de los primeros apuntes que efectúa Carré es que hay una tendencia absurda a confundir Islam con mundo árabe. Con razón recuerda que la mayor parte de los musulmanes no son árabes en absoluto, ya que por ejemplo, el país de mayor población musulmana es Indonesia, con más de 200 millones de creyentes. Es más, la población árabe musulmana ocupa, en este sentido, la última posición por detrás de la India y de las repúblicas de la antigua URSS.

Por lo que respecta a la violencia, el Corán prohíbe expresamente la guerra, excepto cuando es defensiva, aunque esto evidentemente ha sido incumplido sistemáticamente, lo mismo que por las restantes confesiones. En cuando al terrorismo Carré apunta con buen criterio que es absurdo hablar de terrorismo islámico. Eso sería lo mismo que hablar de terrorismo católico en las acciones del IRA y de ETA. Y es bien sabido que ambas organizaciones tienen una sólida base católica y, sin ir más lejos, se sabe muy bien cual es la posición de la Iglesia vasca a este respecto.

Hay, por tanto, un terrorismo de determinados grupos árabes como consecuencia de determinadas circunstancias que se han producido especialmente a lo largo de los últimos años y que, en absoluto, conviene olvidar. El último capítulo del libro apunta algo en este sentido y, desde luego, hay una enorme responsabilidad en los países occidentales, sobre todo en lo que se refiere al caso de Palestina. Así pues, según Carré no hay un terrorismo islámico en el sentido estricto de la palabra.

Otro aspecto interesante es que, pese a lo que pueda parecer, a lo largo de la historia el Islam ha conocido, igual que otras religiones, diversos enfrentamientos como consecuencia de diferentes interpretaciones del Corán y de diversas corrientes de opinión y práctica religiosa. Es interesante saber que existen, según Carré, dos versiones del Corán. Una primera que fue redactada en la Meca, que sería la dictada directamente por Dios al Mahoma y otra que se escribió en Medina tras la emigración (Hégira) y que estaría hecha de acuerdo las necesidades de un momento concreto y para unas circunstancias concretas.

Este punto es, a mi juicio, el meollo de la cuestión. Si se acepta esta teoría, resulta que muchas de las interpretaciones posteriores de los ulemas estarían en contra de la primera versión de Corán. Así por ejemplo ocurre con la participación de los sabios o "clero" en las decisiones políticas o del estatus de la mujer en los países musulmanes. En el primero de los asuntos, según el autor la práctica musulmana se aleja de la intervención en los asuntos del gobierno. Es lo que Carré llama el quietismo.

Sobre el estatus de las mujeres, al que dedica un capítulo entero, la opinión de Carré es que se han producido algunos avances pero afirma categóricamente que este es uno de los grandes problemas con los que tienen que enfrentarse los musulmanes. La mujer en los países islámicos es un ciudadano de segunda categoría, especialmente en las zonas rurales. Todavía quedan prácticas absolutamente intolerables de discriminación, sobre todo en cuestiones referentes al matrimonio y a la familia.

Curiosamente, en Irán tras la revolución de Jomeini, que según Carré es una especie de falsificador del mensaje coránico se produjeron algunos avances en los referente al acceso de las mujeres al mundo laboral y digo curiosamente porque fue "gracias" al velo de uso obligatorio por lo que la mujer pudo acceder en cierta medida al mundo laboral. Como se resolverá este problema dependerá de la correlación de fuerzas que los movimientos feministas logren en esos países, pero por ahora ni siquiera en los más "progresistas" como podrían ser Argelia o Túnez la situación es satisfactoria.

Volviendo a la doble redacción del Corán, el hecho de que muchas de las prescripciones que existen en el Corán se redactaran en la época de Medina es interpretado por algunos como una respuesta del profeta a las costumbres licenciosas de los habitantes de esa ciudad y no sería de aplicación al resto. Este es un factor importante ya que la sharia (ley) se aplica según la redacción posterior y por tanto sería contraria a derecho.

La verdad es que no soplan buenos vientos para el mundo musulmán ni para los árabes en general. En occidente existe una desconfianza secular hacia esos países y cualquier pretexto sirve para estigmatizarlos. Desgraciadamente acabamos de tener un ejemplo muy reciente con la agresión sufrida por el pueblo iraquí. Sirva esta obra para conocer un poco mejor, o al menos para intentarlo, esa religión y, desde luego, por el camino de la intolerancia mutua lo único que se conseguirá es que el abismo de odio sea cada vez mayor.