Anika entre libros

el anticristo

Ficha realizada por: Héctor Pascual
el anticristo

Título: el anticristo
Título Original: (der antichrist, fluch auf das christenthum, 1888)
Autor: Friedrich Nietzsche
Editorial: Alianza


Copyright: © Alianza Editorial, 2011
Traducción de Andrés Sánchez Pascual
3ª Edición, Septiembre 2011 ISBN: 9788420653549
Etiquetas: alemanes autores cristianismo cristo escritores jesucristo jesús jesús de nazaret judaísmo judíos literatura alemana literatura germana religión

Argumento:


Condena absoluta y demoledora del cristianismo, El Anticristo es una de las últimas obras del filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Sus páginas recogen una de las expresiones más netas, enérgicas y arrolladoras de su pensamiento tardío, en las que Nietzsche propugna la superación del nihilismo y del cristianismo para conseguir la verdadera felicidad entendida como al voluntad del poder realizada.

Opinión:


El Anticristo  es un libro que quema en las manos. Un libro cargado de vitriolo, rabia y desprecio que Nietzsche descarga contra la religión más importante del mundo occidental: el cristianismo (y cuando digo descarga, querido lector, no pienses en la fuerza de un martillo contra un yunque, ni en la de un ariete contra una muralla; piensa, más bien, en las Torres Gemelas haciéndose trizas, o en el núcleo de Chernóbil fundiéndose, o en el fuego y el granizo del Armageddon arrasándolo todo). Este compendio de 62 aforismos coronados por la Ley contra el cristianismo está escrito con una prosa palpitante, violenta e implacable, un terremoto de palabras e imágenes dignas del mejor estilista que eclosiona y lo derrumba todo en cada terminación nerviosa del escritor… y del lector.
 
Para Nietzsche el cristianismo es una religión decadente que niega de pleno todos los valores más auténticos e intrínsecos a la vida del hombre. El filósofo alemán parte de una posición muy sui generis (y problemática) a la hora de entender conceptos tales como el bien y la felicidad: «¿Qué es bueno?», pregunta Nietzsche en el aforismo número 2. «Todo aquello que eleva nuestro sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo en el hombre. ¿Qué es malo? Todo aquello que se origina en la debilidad. ¿Qué es la felicidad? El sentimiento de cómo crece el poder, de vencer una resistencia?». Tomando estos presupuestos como base no es extraño que Nietzsche condene a la religión de la “otra mejilla”, a la religión del bienaventurados los pobres y los mansos y los que lloran, a la religión que hace de amar a los enemigos una virtud. El problema es que de ahí a afirmar que «los débiles y los malogrados deben perecer» y que «el vicio más dañino es el ejercicio de la compasión» hay sólo un paso. Un paso que Nietzsche dan sin titubear y sin despeinarse.
 
El ataque de Nietzsche se centra principalmente en la doctrina cristiana y en la gran desfiguración interesada que el mensaje de Jesús de Nazareth ha sufrido a lo largo de los siglos. Para él, las torsiones y retorcimientos tan descarados que la Iglesia ha inflingido al legado de Jesús son imperdonables. Sorprendentemente, Nietzsche respeta hasta cierto punto a Cristo, al que ve como al iniciador de un original «movimiento budista de paz» (es cierto que en un aforismo en el que polemiza con Ernest Renan, Nietzsche llama idiota a Jesús, pero entiende el término con el sentido que el novelista ruso Dostoieveski le daba: «una mezcla de sublimidad, enfermedad e infantilismo»). Cristo, el primer y único cristiano que ha existido según Nietzsche, murió en la cruz y con él murió también su mensaje. Ahora bien, ¿quién es el responsable de todo lo que vino después y blanco número uno del odio y desprecio del filósofo alemán? San Pablo. Para Nietzsche, Pablo de Tarso era un rabino ambicioso, un mercader del odio, un apóstol de la venganza que no dudó lo más mínimo en apropiar el mensaje de Jesús para servir sus propios intereses. Pero también, Nietzsche le reconoce un toque de genialidad siniestra: «Este fue su momento de Damasco: [Pablo] comprendió que tenía necesidad de la creencia en la inmortalidad para desacreditar el mundo, y que el concepto de infierno vencería también de Roma, que con el más allá se destruye la vida». En un golpe brillante, Pablo se apoya en el fértil campo de cultivo abonado por los cultos subterráneos del Imperio Romano (el de Osiris, el de Mitra o la Gran Madre) e introduce la idea de inmortalidad y del sacrificio del dios, conviertiendo a Jesús de Nazareth en el nuevo Mitra.
 
«Es indecente ser hoy cristiano» afirma Nietzsche. Su análisis continúa con una arrogancia y una fuerza a menudo insoportables, casi siempre irresistibles. Y ahí está su mayor problema. A veces la fortaleza de sus convicciones resulta persuasiva precisamente por la fuerza arrolladora con la que están expresadas y no porque el argumento esté sustentado de una forma lógica y sin fisuras. Su seguridad roza el dogmatismo, y el diálogo con él se vuelve casi imposible: o estamos de acuerdo a priori con sus postulados, o probablemente El Anticristo nos ofenda y nos horrorice de manera profunda, impidiendo que podamos enfrentarnos a sus ideas con una mente lo más objetiva posible. 
 
Héctor Pascual

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