dios hizo el mundo en siete dias... y se nota

Opinión:

Para hacer el par de reseñas que he escrito sobre los libros leídos de Piedrahita he revisado antes – gracias a Internet se puede hacer con facilidad – algunos de los monólogos más famosos del Rey de Las Cosas Pequeñas, por comparar más que nada. Y aunque es cierto que leídos no es lo mismo que vistos, la verdad es que con muchos de los monólogos incluidos en estos libros me he reído a carcajadas en varias ocasiones también. Esto demuestra que los "discursos" de Luis poseen algo especial que los convierte en sumamente valiosos, que éstos no son producto de una serie de chistes más o menos brillantes hilvanados unos con otros con mayor o menor fortuna sino que pienso que hay algo más. Yo creo que Piedrahita hace literatura de humor.

Lo que pasa es que después se planta en un escenario y lo "dice" delante de un público, pero no he tenido la sensación durante la lectura de los dos libros de estar leyendo unos textos simplemente humorísticos sino con una enorme base literaria. Me he acordado en muchos momentos de las "Greguerías" de Ramón Gómez de la Serna, sobre todo cuando Luis hace esas definiciones de las cosas tan personales en las que mezcla ternura y una cierta dosis de mala milk también o cuando describe la tragedia cotidiana de cada una de estas pequeñas cosas que dan la impresión de que sienten y padecen como lo hacemos nosotros (o incluso a veces mucho más).

Por supuesto, existe en Piedrahita ese algo especial que tienen algunos privilegiados que los convierten en artistas geniales e irremplazables. Desde el momento en que aparecen en escena ya nos reímos. Su actitud en el escenario, ese tono de voz, ese peinado o flequillo, esa sensación de encontrarnos ante un niño grande algo repipi pero que a la vez dice verdades como puños… Sus textos, por muy bien que estuvieran escritos, sino fueran interpretados por él no tendrían la menor validez. En ese sentido, me recuerda bastante a Miguel Gila, otro humorista genial que se pasó la vida contando las mismas historias y que siempre nos hacía reír por el modo en que las explicaba y por su manera de estar en escena. Sus actuaciones (como las de Piedrahita) poseían esa mezcla de ternura y crueldad ( y de un evidente pesimismo también), que lo convertían en un cómico realmente insustituible y genial.

Leer a Piedrahita no es lo mismo que verlo en escena pero leerlo también merece mucho la pena porque no sirve para descubrir la enorme carga poética de sus textos y el enorme valor literario de estos.

Joseph B Macgregor