Del infinito: el universo y los mundos

Opinión:

Tras estudiar en Nápoles la filosofía aristotélica y la teología de Santo Tomás de Aquino, Giordano Bruno viajó por el norte de Italia, donde conocería y leería en profundidad las teorías de Nicolás de Cusa, Bernardino Telesio y, especialmente, Nicolás Copérnico. Al llegar a Inglaterra, enseñó en Oxford la cosmología copernicana y aprovechó esos años para la confección de sus obras más famosas, los denominados 'diálogos italianos' (es decir, aquellos que no escribió en latín). Estas obras fueron la trilogía "La cena de las cenizas", "Sobre la causa, el principio y el uno" y, finalmente, "Del infinito: el universo y los mundos".

Las ideas que Giordano Bruno desarrolla en los tres libros son similares, pero formuladas de maneras distintas y focalizando la atención en cada obra en un tema diferente. En el caso de "Del infinito: el universo y los mundos", Bruno orquestó un magnífico diálogo al estilo renacentista, en el que se intercambian las opiniones e impresiones de cinco personajes: Elpino, Fracastorio, Burquio, Albertino y Filoteo. Es este último el que entraña la postura del autor y, por ello, el que más diserta a lo largo de la obra, pues Bruno lo utiliza para expresar sus teorías no solo cosmológicas, sino también teológicas y metafísicas. Los tres primeros representarían más bien a los alumnos de formación clásica (aristotélica y tomista), sorprendidos por las teorías copernicanas, mientras que Albertino encarna al censor, incapaz de creer las nuevas ideas.

El diálogo se estructura en cinco partes progresivas en las que Giordano Bruno hace discurrir a los personajes progresivamente sobre temas diversos, cada vez más complejos. Para empezar, Bruno reflexiona sobre la imposibilidad de conocer mediante el sistema empirista, y toma esa postura gnoseológica como base para avanzar hacia los temas cosmológicos. Así, Filoteo no tarda en defender la existencia de un universo sin límites, de un continuo espacial que se opone radicalmente a la teoría de las esferas que defendía Aristóteles, según la cual el universo estaba formado por esferas concéntricas. En la misma línea, se niega aquel pretérito geocentrismo en favor de un heliocentrismo de raigambre copernicano. Quizás cuando el diálogo cobra más interés es al inmiscuir también la teología en la reflexión cosmológica de Bruno, pues plantea que un universo en equilibrio con Dios, su creador, solo puede ser infinito.

"Del infinito: el universo y los mundos" no es una lectura fácil, pues se trata de filosofía renacentista y, como tal, expresada con el género y los mecanismos silogísticos propios de la época. De todas formas, todo interesado en la ciencia o en el progreso debería acercarse, aunque solo sea una vez en la vida, a los textos de Giordano Bruno.

Darío Luque