Bonita Avenue

Opinión:

Vaya por delante que "Bonita Avenue" no me ha gustado nada. No porque sea un libro malo, que no lo es, todo lo contrario, sino porque el estilo de Peter Buwalda, tan excesivamente lento y detallado (en especial al final, qué horror, el último tramo fue un suplicio para mí), es la clase de forma de escribir que siempre se me atraganta.

Tenemos varios puntos de vista diferentes en distintos espacios temporales (los meses previos a que todo saliera tan terriblemente mal, sin que se sepa hasta el final con exactitud qué ocurrió más allá de que Siem acabó suicidándose, y lo que sería el presente, cuando pasa algo que hace que Aaron reviva todo y quiera volverse a poner en contacto con su ex). También contamos con tres actores principales: Siem, su hijastra Joni y el novio, Aaron. También son importantes, aunque solo de refilón, la esposa de Siem (madre de Joni) y el hijo de Siem. Todos me parecieron desagradables de una manera o de otra: desde el loco (literalmente) de Aaron y el egoísmo de Joni hasta Siem, que me daba asquete, o su esposa, que mira para otro lado y vive en su mundo. Aunque sin duda el que sean desagradables es intencionado, no ayudó a que me agradara la historia, que por otro lado no carece de complejidad e interés. No deja de ser el descenso a los infiernos de una familia de gente que aparentemente lo tiene todo, y eso siempre tiene su encanto.

Lo que sí puedo reprocharle a la novela de forma objetiva es que el final me dejó a medias. Y es que sí, al final descubrimos qué fue lo que ocurrió, y fue mucho peor de lo que esperaba... Pero la parte del presente, en cuanto el pasado queda resuelto para el lector, simplemente se corta. Y, a decir verdad, me interesaba casi más qué pasaría en esa parte que lo que pasó años antes.

En definitiva, entiendo que el libro ganara premios, porque tiene un punto brillante, pero, por desgracia, ha topado con una lectora (yo) que no puede con el estilo del autor. Ni con los personajes desagradables. Ni con los finales que te hacen sentir que la historia queda inconclusa.

Déborah F. Muñoz