Barcelona. Una biografía

Opinión:

Enric Calpena ofrece al lector un recorrido apasionante por la historia de la ciudad de Barcelona, que se fue creando a partir del asentamiento de pequeñas poblaciones en la amplia y fértil llanura entre los ríos Llobregat y Besós, abierta al mar y protegida por la sierra de Collserola y la colina de Montjuich.

Se han encontrado restos paleolíticos en las laderas de esa montaña de Montjuich que indican que existieron minas y que se extraían materiales para la fabricación de utillajes. Y ahí, lo primero que me ha llamado la atención, es que la cantidad de piezas encontradas son demasiadas para abastecer a esas pequeñas poblaciones asentadas en la llanura, y todo apunta a que se destinaban al comercio. Allí, quizá, está el origen de ese espíritu comercial típico del pueblo catalán.

Fueron los romanos los que, propiamente, edificaron Barcino y la dotaron de murallas que, con el paso del tiempo, hubieron de ampliarse a causa del aumento de población, que se confinaba en su interior, aunque con pequeños núcleos dispersos en la llanura, o a su vera en el caso de los más menesterosos. Por supuesto, la ciudad aprovechó que estaba abierta al mar, y se desarrolló un importante comercio marítimo que, a su vez, propició la creación de antiguas hosterías para los comerciantes catalanes en diversas ciudades mediterráneas y que ejercían, también, como una especie de embajadas y lugares de intercambio.

Leyendo en pocas horas el ir y venir de muchos siglos, asistimos a los hechos importantes que se desarrollaron y vemos cómo iban viviendo las gentes, se organizaban y se legislaban.

Barcelona, y todo el principado de Catalunya, fue gobernada por condes durante muchos años, también se instaló un primer feudalismo. Aparecieron instituciones, como el Consell de Cent (Consejo de ciento) y la Generalitat, que eran los que legislaban y resolvían pleitos. Y el Hospital de la Santa Creu, fue una especie de hospicio en el que se atendía a los más pobres gratuitamente. Si el enfermo perecía, el Hospital se quedaba con sus bienes que, por lo general, consistían únicamente en jirones de ropa y, tal vez, un cuenco.

Podemos leer cómo se comerciaba con esclavos, cómo se menospreciaba a los judíos, que se apolotonaban en "El Call", pero que formaban parte de la vida de la ciudad porque ejercían de prestamistas y atesoraban dinero. Muchos siglos, dan para infinitos episodios, combates con musulmanes y galos, conquistas, acuerdos, pactos... Y no faltan escabrosos detalles de torturas a reos condenados a muerte, que en ocasiones iban siendo mutilados durante el recorrido hasta el punto final de la ejecución.

Épocas de peste y hambruna, infinitas guerras, la conquista de Mallorca, la expansión por el Mediterráneo, la Inquisición, luchas eclesiásticas, la anexión a la Corona de Aragón, la unión de la última al reino de Castilla... Enric Calpena  ha escrito un ensayo repleto de información, referencias, fechas y nombres, pero también de anécdotas (o más bien datos curiosos y poco conocidos) que convierten la lectura en un ejercicio muy ameno y distraído, en ocasiones hasta el punto de desatar la risa. Me ha hecho reír, por ejemplo, leer que no todos los castillos de la época eran grandes y que en ocasiones solo contaban con una única habitación. Eso ocurrió al otro lado de los Pirineos con uno de los condes de Barcelona durante su viaje para visitar al Papa. Lo instalaron en esa suite, compartiéndola con los propietarios y durmiendo los tres en el mismo lecho, tanto a la ida como a la vuelta... Ni que decir tiene que el asunto dio para mucho, y tuvo consecuencias importantes; pero no las voy a contar... Que en otro momento se ideara un artilugio con poleas para permitir la copulación a un sujeto tan gordo que no podía hacerlo normalmente, me ha soltado una carcajada (no recuerdo si se trataba del rey Carlos I, pero el tema no tiene desperdicio).

Me ha llamado la atención leer que durante siglos el Principado de Catalunya fue un punto conflictivo para la Corona de Aragón. Se administraba con leyes propias y era muy reacio a aceptar las "extranjeras", como las del reino de Castilla, que acabó por ampliar sus dominios con la conquista de América y anexionarse la Corona de Aragón tras el matrimonio de los Reyes Católicos. En Catalunya se creó una especie de política de pactos y negociaciones, un "estira y afloja" con condes y reyes que, por lo que se ve, sigue vivo.

Este es un ensayo repleto de información; se incluyen, incluso, pequeñas trascripciones de escritos o documentos. Creo que gustará mucho a los lectores interesados en la Historia. Y los que no lo estén tanto, tendrán a su disposición una obra muy amena, enriquecedora y repleta de curiosidades. Eso sí, 758 páginas llenas de datos no se leen de un tirón. Recomiendo coger el libro con tiempo, sin prisas. No es una lectura para pasar un rato a pie de playa y "a otra cosa".

Pilar López Bernués