arte básico

Opinión:

El arte es una cosa muy seria. Es el vehículo más poderoso de una dimensión básica del ser humano, cuál es la creatividad, y contiene claves ineludibles sobre otras como el lenguaje y la emoción. Por eso son necesarios libros como "Arte Básico": para evitar caer en el juicio apresurado, o en la chabacanería del pensamiento global patrio que parafrasea, jovial, a Gelett Burguess (“No sé lo que es arte, pero sí lo que me gusta”) al tiempo que se toma cuanto se expone en ARCO a chirigota. Y lo hace además sin renunciar a la crítica más afilada, a admitir que, en algunos casos, sí que hay mucho ruido y pocas nueces. A denunciar que a veces el arte moderno juega peligrosamente a escenificar el cuento del “traje nuevo del emperador”.

Por las páginas de esta obra desfilan conceptos, ideas, métodos, engarzados en una profunda reflexión sobre quién define qué es arte–la madre del cordero del mercado y el último eslabón para poder juzgarlo éticamente. Canon y vanguardia cruzan espadas; el arte “desinteresado” frente al “comprometido”; modernistas frente a postmodernos. Al tiempo que nos presenta, moviendo los hilos, dirigiendo el cotarro, a sus popes: el über-critic Greenberg, el actual Danto y los demás.

El arte moderno es, como poco, problemático. A las bellas artes (que son las que trata fundamentalmente el texto) les pasó lo que a la “música seria”: perdida la melodía, el público general huyó en desbandada (Greenberg: “todo arte profundamente original ha de parecer feo al principio”). Y eso pese a que el mismo arte salga a la calle, o hasta se fusione con la naturaleza (el Land art). De modo que la lectura nos sitúa de nuevo ante la clásica paradoja de decidir si acaso la belleza no está más que nada en el ojo que mira. Los autores tienen tiempo para completar la telaraña social y cultural en el que este arte ve la luz. Convocan a Freud, a los movimientos feministas o queer. Y anuncian, de paso, a los no iniciados, las sucesivas defunciones del autor (Barthes) , las grandes narrativas (Lyotard) o del arte mismo.

El arte es una cosa muy seria. Sí, pese a ello, os parece que no da para más que para mantener una conversación sofisticada en ciertas fiestas, también el libro os puede ayudar. Para el que lo tome como mensaje profundo, como lenguaje de impacto para denunciar, llamar a la reflexión o en todo caso y siempre, conmover, esta obra tiene mucho más. Quizás hasta una reconciliación con la postmodernidad, para que ésta deje, como argüía Wood, de generarnos mala conciencia. Y así quizás el próximo ready-made con el que nos confronte el enésimo telediario ya no nos deje tan fríos –o tan cabreados. Pero para que tal cosa ocurra, nos guste o no, deberemos de abandonar nuestro cómodo papel de consumidores de arte – y aprestarnos a darle vida y vivirlo.

David Cerdá