Anika entre libros

Manel Haro (En busca del unicornio. Juan Eslava Galán)

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Manel Haro

(Colaborador y Periodista)

En busca del unicornio Juan Eslava Galán
Mi metamorfosis
Cuando entro en mi habitación y veo mi pared forrada de estanterías con centenares de libros, empiezo a perder la vista entre los volúmenes hasta que encuentro alguno que como un potente flash hace activar el motor de mi memoria y mi mente vuela tiempo atrás para refrescar los recuerdos que tengo encerrados en los libros.

Y como todo el mundo, tengo centenares de recuerdos que han quedado escritos como una página más entre las tapas de cada uno de los ejemplares que descansan en posición vertical sobre los anaqueles. Pero siempre hay algún libro al que tienes especial cariño porque te recuerda una etapa de tu vida concreta o porque te dice algo que para ti es importante. Ese libro destacado entre el polvo de la memoria para mí es "En busca del unicornio" de Juan Eslava Galán.

En mi adolescencia me maravillaba cuando por televisión Planeta deAgostini anunciaba los fascículos de los Premios Planeta y quedaba fascinado por el color rojo chillón de estos libros que se vendían en los quioscos, así que fui comprando uno a uno con la esperanza de leerlos algún día. Y es que yo tenía unos quince años cuando empecé a comprar de forma compulsiva libros y más libros.

Pero pongámonos en antecedentes. Cuando era un adolescente, encajaba perfectamente en el perfil de adolescente insufrible apasionado por el fútbol, que era capaz de llorar de rabia cuando perdía su equipo favorito y que no tenía muy claro qué quería hacer en la vida. Vean el prototipo: niñato con chándal y camisetas deportivas, con su correspondiente pendiente de oro en el lóbulo izquierdo, sin interés por la literatura, excepto las novelas de terror que R.L. Stine escribía, la colección "Pesadillas".

Pero resultó que un curso -en el instituto- llegó un profesor nuevo de historia cuya gran afición, entre otras muchas cosas, era devorar libros. Cada pocos días traía uno nuevo. Mis compañeros y yo apuntábamos los títulos y luego íbamos a las librerías a mirar de qué iban. Luego decíamos "este mes se ha leído tantos"… Aquel profesor era Higinio Polo, escritor a parte de profesor y del que tenemos alguna entrevista en la web. Yo, con mi actitud valiente, dije un día: "yo voy a ser capaz de leer más libros que él". Y me puse manos a la obra. El primer título que leí fue "Desesperación" de Stephen King, que me llevó cuatro meses para acabarlo -y es que pasar de las escasas cien páginas juveniles de Stine a las más de seiscientas sangrientas páginas de King era un mérito-.

Seguí leyendo libros, pero con la mala fortuna de que ninguno me atraía lo suficiente y cerraba la última página como cuando uno lee la etiqueta del gel de ducha mientras está sentado en la bañera.

Creí realmente que yo era un insensible que no podía emocionarme con los libros y pensé seriamente en abandonarlos y seguir con mi pasión futbolera y ordinaria. Pero recordé de repente mi colección de Premios Planeta y cogí varios al azar. Decidí leer el que tenía una portada más atractiva -iluso de mí-, la de "En busca del unicornio" fue la seleccionada.

Y ¡zas!, algo ocurrió en mí. De repente en los recreos del instituto dejé de correr por el patio y me sentaba en un banco a leer esta novela para estupefacción de algunos profesores y compañeros de clase. La novela me duró poco en las manos, ya que la acabé en un par o tres de días. Estaba en el salón de casa cuando acabé de leer la última página, recuerdo que sentí una emoción tan exagerada, que tuve que salir al balcón para tomar aire -y esta sensación sólo me ha ocurrido en tres o cuatro ocasiones, pero nunca tan fuerte como con Eslava Galán-.

Acababa de darme cuenta de que no era un insensible, que sí podía ser capaz de sentir auténtica fascinación por la literatura y la llave a este mundo había sido "En busca del unicornio".

Empecé, a partir de ahí, a leer como un loco, como un poseso diría yo, buscando las novelas que me decían algo. Ya no me importaba que algunas lecturas no me gustaran, porque sabía que el problema no era mío, sino del libro. Estaba a la espera de que una nueva novela sacudiera mis emociones. Y algunos lo hicieron: Cortázar, Marsé, Pérez Reverte, y hasta Shakespeare y Kafka.

Veía que la literatura me apasionaba y que quería estudiar literatura en el futuro. Sé que no vencí a mi profesor, Higinio Polo, en cuanto a número de lecturas, pero ya no me importaba. Ahora leía por placer, no por competir en juegos absurdos.

Fue inconscientemente, pero poco a poco la literatura me fue cambiando: me quité el pendiente de oro de la oreja, colgué los chándales en el armario y abandoné las camisetas deportivas, dejé de llorar cuando mi equipo perdía y en cambio echaba alguna lágrima leyendo alguna buena novela.

Y sumando la llegada de aquel profesor de historia, la lectura de "En busca del unicornio" -que fue la llave a una nueva vida-, y todo sea dicho, las clases magistrales y las conversaciones en tono amistoso de dos profesoras de literatura que tenía en el instituto -Elena Santos y Victoria Sanjurjo, a las que debo tanto-, acabé estudiando aquello que me había cambiado: literatura. O sea, filología, en este caso hispánica.

Así que cuando entro en mi habitación y empiezo a pasear la vista por los libros y mis ojos coinciden con el lomo del volumen de "En busca del unicornio", recuerdo aquella época de mi adolescencia en que metamorfoseé. Me acuerdo de Eslava Galán -la llave de mi cambio-, de Higinio Polo -quien de alguna manera me tendió esa llave- y de las clases y charlas de mis profesoras de literatura -que me condujeron por ese camino literario una vez abierta la puerta-. En fin, me acuerdo de esa gente que sin ellos saberlo, me cambiaron la vida.

Firma: Manel Haro 
Manel Haro
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