Anika entre libros

Joseph B Macgregor (El Paraíso de las Damas. Émile Zola)

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Joseph B. Macgregor

(Maestro y excolaborador de Anika Entre Libros)

El Paraíso de las Damas Émile Zola
El recuerdo más entrañable relacionado con un libro se refiere a una novela de Zola, El Paraíso de las Damas, que curiosamente hace un par de años abandonó su lugar preferente en una de las siete estanterías que hay en mi casa para viajar a otra ciudad española y que, a pesar de todo, permanece en mi mente, no sólo en el plano argumental sino también físicamente (la portada, la editorial…) debido precisamente a que lo asocio especialmente con una historia de desamor y timidez, típicamente macgregoriana.

A mediados de los 90, empezaba a realizar mis primeras sustituciones como maestro interino y en aquellos momentos ejercía mi labor en un instituto ubicado en un pueblo cercano a la capital donde vivía. No tenía (aún no lo tengo) el carnet de conducir y me puse de acuerdo con un compañero del instituto que sí tenía coche y que vivía cerca de mi domicilio para marchar juntos en la mañana a nuestro común lugar de trabajo. Con nosotros venía además una compañera, bastante atractiva por cierto, que me atrajo desde un principio. Aunque provenía de Galicia, tenía raíces francesas y ella fue la primera que me habló de Balzac, Zola y Flaubert con auténtica devoción. Los leía en su versión original y yo para entablar conversación busqué libros de los naturalistas franceses para leerlos y así tener una excusa para charlar de un tema que sabía que la apasionaba.

Un día, en un autobús de vuelta a casa, recuerdo que le pedí que me recomendase un libro de Zola. De todos los que había leído, su favorito resultó ser El Paraíso de las Damas. Así que lo busqué y curiosamente lo encontré en una edición bastante nueva (y bastante cara también) publicada por Alba Editorial. La verdad es que el libro me gustó bastante. Trataba de cómo la gran empresa termina acabando con el pequeño negocio. Así sucedía en esta novela en la que el éxito inevitable de unos grandes y espectaculares almacenes (El paraíso de las Damas) obliga a cerrar, poco a poco, a los pequeños comercios del barrio (excepto uno que resiste al invasor, como los galos a los romanos en los libros de Astérix). En realidad, el eje central de la obra no es más que una historia de amor, en principio, imposible o inviable entre una joven empleada y el dueño de los almacenes, pero que evita caer en todo momento en el folletín barato. En ese sentido, me pareció implacable narrativamente hablando; una obra muy sólida y entretenida, muy bonita de leer además.

A partir de aquí, leí otras novelas de Zolá ("Naná" me gustó especialmente), y también de Balzac, que me apasionó enormemente. Stendhal y su Rojo y Negro no me gustaron absolutamente nada y esto supongo que me restaría puntos ante mi enamorada ya que la consideraba su novela favorita. Sea como sea, el caso que aunque amplié en gran medida mi conocimiento sobre la literatura francesa mi compañera de trabajo no mostraba demasiado interés por mí más allá que estas conversaciones literarias. Es cierto que tampoco es que me tirase en plancha a la piscina…. Pero desgraciadamente no le atraía lo más mínimo. Resultó algo decepcionante para mí porque ni siquiera conseguí con ella una amistad, me consideraba tan sólo un compañero de trabajo más. Y es que lo que no puede ser…

La historia del posterior destino del libro es muy curiosa. Años después, me volví a enamorar de otra chica que vivía en otra ciudad española, lectora compulsiva, una auténtica devoradora de libros, y se lo envié como regalo (No lo volví a comprar. Lo saqué de mi biblioteca). La cosa tampoco fue demasiado bien, aunque aquí sí que existió una amistad bastante profunda y un cariño muy especial entre nosotros… pero, de nuevo un amor correspondido asociado con el libro en cuestión.

Así que El Paraíso de las Damas de Zola es un título que siempre relacionaré con este par de historias de desamor y timidez que, al menos en el primero de los casos, es cierto que me hicieron un poco más culto. Mi soltería perpetua empezaba a vislumbrarse ya como un hecho incuestionable a la par que inevitable.
Firma: Joseph B. Macgregor 
 
Joseph B Macgregor
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