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En caso de duda consulte con su forense. Susana Guzner

Ccuentos Autora:
Susana Guzner (La Plata, Argentina. Reside en Las Palmas de Gran Canaria, España)

Web Oficial: www.susanaguzner.com

Participa con: "En caso de duda consulte con su forense"

 

Sobre Susana Guzner:

Nació en 1944 en La Plata, Argentina. En 1976 se vio forzada a exiliarse en España y actualmente reside en Las Palmas de Gran Canaria. Es licenciada en Magisterio y Psicología Clínica y ha estudiado periodismo, Antropología Cultural, idiomas, música y canto coral, fotografía y Bellas Artes. Ha ejercido como docente en la enseñanza primaria, secundaria y universitaria y como psicóloga en sus facetas de psicoterapia y comunicación. Asimismo, es autora de numerosos artículos de opinión y de guiones para Televisión española. Es colaboradora de diversos portales de Internet. Su novela "La insensata geometría del amor" (Plaza & Janés, España, 2001) sigue traduciéndose a varios idiomas.

 

Bibliografía (hasta el momento de participar en Comenta-Cuentos):

¬ La insensata geometría del amor (2001)
¬ Punto y aparte (relatos, 2004)
¬ 72 juegos para jugar con el espacio y el tiempo (2005)
¬ Detectives BAM (teatro de humor, (2005)
¬ Mein Lesbisches Auge 5 / Mi ojo lesbiano 5 (co-autora, 2006)

* ver Susana Guzner en Anika Entre Libros

 

En caso de duda consulte con su forense

M. soporta desde hace días una tos boba a la que resta importancia. Sólo cuando comienza a incordiarle por las noches y le despiertan los accesos decide tomar medidas. En la farmacia le recomiendan un jarabe y como le suena hasta mimoso lo compra de inmediato. Tosilín es simpático, benévolo y le permitirá dormir como una criaturita, piensa.

Pero ha pasado una semana, la tos se eterniza, Tosilín no le mima como su nombre indica, suelta flemas amarillentas y le duelen las corvas por el esfuerzo. Es entonces cuando pide hora en el Centro de Salud, y por un milagro de Hipócrates se le otorga a tres días vista.

Por ciencia infusa, sin rozarle un centímetro cuadrado de su piel y mientras la bata blanca escribe ya la receta, se le interroga sobre si padece alergia porque es necesario administrar un antibiótico, esa tos tiene mala pinta, bronquitis, tal vez, hay que atajarla a tiempo.

La pregunta siempre deja a M. fuera de juego ¿Alergia a qué? ¿A Picasso, a los paraguas mojados, a los albatros, a las llaves antiguas? No sabe que responder, y tanto menos si, en un arranque de locuacidad, se le especifica con condescendencia: "a la hidroxipropilcelulosa".

¡Adiós! ¿Y eso que es? ¿Clavel, piedra, gusano o una sofisticada mixtura tecnológica de todos los reinos naturales? ¿Su cuerpo tolera o rechaza la hidroxipropi…nosécuantitos? Debe decidirse, rápido, ahí fuera hay una decena de pacientes anhelantes por gozar de sus tres minutos de gloria en la consulta y, otorga sin mayor convicción, nada de alergias y que viva la Pepa, si es que aún vive.

Vuelta a la farmacia y el precio del Xemasit, su antibiótico salvador, le provoca una aparatosa crisis de carraspeos varios. Veintidós euros con el descuento de la Seguridad Social ¿Pero qué contiene esa cosa? ¿Jugo de rubíes? Se resigna, paga y se da a tomarlo obedientemente cada ocho horas.

Al segundo o tercer día la tos va menguando. Pero siente el cuerpo molido desde la coronilla hasta las uñas de los pies, se despierta peor que si hubiera dormido en un trapecio y en el trabajo deambula como una bola de billar cayendo en todas las troneras. Arrastrándose cual tortuga beoda M. percibe que aquella antigua lesión en su brazo derecho le duele como hace años no le dolía, le falla la respiración y boquea como una sardina fuera del agua.

Ni siquiera su cotidiana y apresurada ración de sol en el parque camino de la oficina le eleva el tono vital, y para completar su vía crucis sufre picores a babor y a estribor, el corazón le late a ciento cuarenta por minuto y con frecuencia echa carreras desmayadas hasta el cuarto de baño porque le han venido unas diarreas de esas que no admiten dilación alguna.

En un mar de dudas pide nueva hora, esta vez en su seguro privado por aquello de la urgencia. Tras relatar su particular odisea la nueva bata blanca se apresura a acusar a M. de ser excesivamente susceptible y estar demasiado pendiente de su cuerpo, pero acto seguido, sin inmutarse por la flagrante contradicción, le extiende un nutrido fajo de volantes. Traumatología (esa tendinitis...), Cardiología (¿Taquicardias y caídas repentinas de tensión? Malo, malo...); Dermatología (desvelemos el origen de los picores), Neumología (asfixia y esa tos pertinaz, probable neumonía), y Gastroenterología (las diarreas persistentes suelen ser síntoma de algo mucho más peliagudo).

Sus dudas han tenido cría y a estas alturas ya son una multitud que le carcomen la mente. Por no hablar del miedo que le ha entrado en el cuerpo ¿Se deja ir y que la muerte haga su implacable trabajo o visita sin rechistar tanto especialista? ¡Menudo dilema!

Es el momento exacto en que entra en acción la Asamblea Permanente de Familiares y Afines que se une coralmente a su ya vapuleada conciencia opinando y sentenciando: debes hacerte esas pruebas, algo te ocurre, es evidente. Yo que tú pasaba de todo, te autosugestionas, dos copazos de tinto y fuera. La medicina avanza a pasos agigantados, no te cierres a ella ¿Médicos? son unos mandados de las multinacionales del laboratorio, les sobornan y hasta les regalan viajes a Cancún.

Puesto que los consejos no ayudan ni alivian, especialmente porque hay tantos pareceres como opinantes, M. toma la crucial decisión de investigar a fondo el origen de cada uno de sus males.

La tarea le lleva tiempo, esfuerzo y más de un susto morrocotudo. Le pinchan, sacuden, pellizcan, soplan, aprietan, retuercen y humillan. Radiografías, análisis de sangre, orina, heces, mucosas y esputos. Placa y tomografía computerizada de tórax pero, como no se evidencia nada anormal en pulmón (verificación altamente sospechosa), añaden una odiosa exploración introduciendo una minúscula cámara por su tráquea que le hace vomitar hasta un panecillo que comió Judas en la Última Cena y que M. heredó por mor del inconsciente colectivo.

También un electrocardiograma: no se aprecian alteraciones, hay que ir más a fondo, haremos un ecocardiograma, y si su corazón insiste en ocultar su verdad, le conectamos un contador que registra sus avatares cardíacos las veinticuatro horas del día. Puesto que el análisis de heces resulta insólitamente normal y corriente y no explica las diarreas, organizan una malhadada expedición por el sur de su persona, previa a la cual M. deberá firmar una declaración jurada aceptando que se somete voluntariamente al tormento, porque, entre otros efectillos colaterales podría acaecerle una parada cardiaca en mitad de la prueba.

Mientras va y viene de clínicas, hospitales y laboratorios se siente cada vez peor y en el total convencimiento de que le ha llegado su hora. Las opiniones expertas son tan contradictorias como las suyas propias y las ajenas, su cabeza está a un punto de la explosión y apuesta doble contra sencillo que la próxima prueba será su autopsia.

Son las once de la mañana, hora de tomar el Xemasit. Se desploma en una terraza tras andar cuatro pasos portando con esfuerzo su inminente cadáver y pide con voz agónica un café descafeinado con leche desnatada. Y sacarina. Siente deseos de llorar, su fin está próximo. No, no lo siente, lagrimea sin pudor sobre la taza.

Por hacer algo distinto que redactar mentalmente su partida de defunción se lee de cabo a rabo el quilométrico prospecto del antibiótico. Es cuando M. descubre, para su pasmo, que "esta medicación es normalmente bien tolerada, aunque en casos excepcionales no debe administrarse a pacientes con antecedentes de perturbaciones óseas o musculares, hay alto riesgo de roturas fibrosas". Puede, asimismo, provocar taquicardias, reducción anormal de la tensión arterial, debilidad generalizada, alteraciones del sueño, pruritos, náuseas, flojedad de vientre y un diabólico etcétera que pone los pelos de punta ¡Y absolutamente prohibido exponerse a los rayos solares, es la antesala del suicidio!

Súbitamente se hace la luz en su mente obnubilada: ahora se explica las siete plagas de Egipto que le han caído encima. Cada uno de sus síntomas está ahí, perfectamente explicado y fundamentado en el extenso apartado de "Contraindicaciones".

Con una indescriptible sensación de alivio, riendo tontamente, arroja la malhadada cápsula a las palomas, que la engullen de un picotazo agradecido. Se percata de que su alma ha regresado, pasa de considerarse cuasi fiambre a sentirse exultante y, por que no, le invade un legítimo orgullo de ser un "caso excepcional" en alguna esfera de la vida. Mentalmente manda a hacer puñetas a quien corresponda, ordena una de calamares fritos con su cervecita helada y se promete solemnemente que ante el próximo amago de tos se amparará en la eficaz sabiduría popular: tisanas de orégano y tomillo, paños calientes, Vicks VapoRup entre pecho y espalda y a vivir, que son dos días.

© Susana Guzner



COMENTARIOS SOBRE EL RELATO

Athman

Tal y como iba avanzando en la lectura del relato, he ido pasando por distintos estados. Primero me he sorprendido sonriendo con lo del "Tosilin", acto seguido me he sentido totalmente identificado con el trato frío y distante de algunos profesionales médicos que, o bien en la consulta ni te miran a la cara o que se empeñan en verte por dentro y por fuera utilizando todos los medios que tienen y más, como si les divirtiera el verte haciendo viajes como un loco, para que el ....ólogo de turno te saque hasta qué marca de preservativos usas.

Por último, me ha sido imposible no sentirme aliviado por la suerte de nuestro protagonista, es más, casi me pongo a reir yo también y estaba dispuesto a invitarle yo con la de calamares y la cerveza.

Es una buena historia, que ironiza y se toma con humor a los hipocondríacos y a la desidia de algunos especialistas de sanidad.

Me ha entretenido mucho y ha logrado hacerme sonreir, o sea que sólo puedo felicitar a Susana por esta historia cotidiana y optimista.



Rosa Ribas

La lectura del texto me ha resultado muy divertida. Las diferentes etapas por las que pasa el/la protagonista, la situación en la primera consulta médica, con estos "tres minutos de gloria" de que dispone cada paciente, las contradicciones del segundo,... me han parecido observaciones muy certeras presentadas con trazos breves pero muy reconocibles para los que hayan pasado por tal situación. Me parece un logro admirable ser capaz de dar forma escrita a esas vivencias cotidianas.

El punto crítico para mí, es que durante la lectura no he tenido la impresión de leer un relato, sino más bien una columna de prensa. No sé a qué se ha debido. Quizás al tono distanciado del texto, aunque esa ironía que lo recorre me haya gustado.



Pilar López Bernués (pilarlb)

¡Me ha gustado mucho! ¡Enhorabuena, Susana! Creo que has sabido plasmar de manera divertida algo tan obvio como es el "recorrido" que a uno le toca hacer cuando su cuerpo da la alarma. Y ahí vemos lo "números" que somos. Creo que has sabido escribir de manera divertida una realidad terrible.

Besos



Miguel Angel León Asuero (maleon)

Te felicito, Susana. Me lo he pasado genial leyéndote.

Has plasmado una historia realmente seria, por lo que implica, de forma que la sonrisa está constantemente presente durante toda su lectura.

Dominas perfectamente la técnica de llevar al lector hasta el corazón de la historia, y hacerle sentirse identificado con el protagonista.

Enhorabuena. Me ha encantado.

M. A. León



Carobece

jajajaja. Esta es una historia de esas que no se olvidan y que se recordarán tal y como un buen libro que engancha. El sentido de humor de la autora es genial y lo ha proyectado de mil formas en esta historia. Seguro que a más de uno aquí le ha pasado eso y puede sentir el sabor de desazón que le quedaría al protagonista en la lengua al saber la verdad.

Me esperaba otro final, pero éste fue estupendo. Me preguntaba cómo podía la autora añadirle ese toque de humor a la historia ¡¡¡de un hombre que va a morir!!! Y ahora lo entiendo...

¡¡¡Lo único malo es el título!!! A pesar que trae inmerso un sentido gracioso en su texto, no lo tomaría para la historia. Hay frases mejores que pueden emplearse y que mostrarían en mayor extensión el tema del cuento.

¡¡¡Saludos!!!



Susana Guzner

Vaya por delante mi gratitud por leer mi relato y por las opiniones vertidas. Me alegra mucho que hayáis pasado un buen rato con mi historia.

Es gratificante que una página como Anika Entre Libros proponga esta sección interactiva, y también lo es, en lo personal, que personas inteligentes hayan sabido captar la esencia irónica de mi texto, y no exagero el piropo: la ironía y el humor de sal fina no es plato para todas las mesas.

Me ha llamado mucho la atención que se diera por sentado que el protagonista es un hombre ¿Por qué, si le llamo M. y no hago alusión alguna a su sexo? ¡Menuda trabajera me cuesta - con gran placer, he de decir - para que mis textos sean "unisex" e incluyan a ambos sexos sin apelar a arrobas u otros subterfugios!

Muy sutil tu comentario, Rosa Ribas. Has captado mi intencionalidad de distanciarme del texto, y, efectivamente, opté deliberadamente por la crónica, como si no le sucediera a nadie en concreto pero a vez que le pudiera pasar en algún momento a cualquiera. Por lo tanto, ese aire a columna de prensa que percibes es verídico. No deseaba contarlo en primera persona. Suelo reservarla para aquellos textos que implican con intensidad a una o un protagonista en particular y en situaciones que manifiestan los circunloquios del alma. Pero M. eres tú, o aquel, o la de más alla. Es alguien anónimo que sufre pasivamente los contecimientos.

Carobece, el título te parece extenso o impropio. Ok, puede que lleves razón y me gustaría saber cómo lo habrías titulado tú. Lo elegí porque consideré que la conocida advertencia "en caso de duda consulte con su farmacéutico" le iba al dedillo a la historia cambiando la útima palabra, porque de proseguir con el maléfico antibiótico seguro que M va a parar a un forense...

La idea (al menos la mía) es que la medicina oficial, la de los grandes laboratorios, con suma frecuencia mandan sin el menor rubor medicamentos que pueden alterar gravemente la armonía corporal, y tanto más en la Seguridad Social, meros expendedores de recetas. Si me apuráis, ni siquiera hace falta una "bata blanca" (otro truquillo para eludir el sexo de M.), bastaría con una máquina similar a las de los cigarrillos, oprimes los botones adecuados a tus síntomas y hala, expide tu receta. (Vaya, vaya, buen argumento para otro relato... ¡Yo lo pensé primero, no vale copiar!)

En resumen es más o menos lo que quería comentaros, y estaré encantada de responder las preguntas que deséeis hacerme.

Un abrazo y sed felices. Es una orden.



Carobece

Mmm. Hola Susana. Sabía que si decía lo del título, ¡¡¡inmediatamente me tocaría proponer uno!!! Pues la verdad es que no se me ocurre nada. ¡¡¡Es bien difícil eso de titular una historia!!! Déjame pensar y luego te cuento... Espero no sea demasiado tarde... Es que tengo tanto en qué pensar que realmente se me hace dispendioso... ¡¡¡Pero haré la tarea!!!



Susana Guzner

¡Nooo, Carobece, no te lo tomes al pie de la letra! Llevas razón: cuando le dí al Enter de mi anterior post pensé "espero que no lo tome como un desafío". Y no lo es en absoluto, de verdad que, si lo deseas, me gustaría conocer tu habilidad para titular, ya sabes que es uno de los aspectos más difíciles aunque parezca una simpleza.

Hay títulos espléndidos que te hacen comprar el libro de inmediato aunque tras leerlo te apercibas de que la seducción residía... en el título. Y existen obras estupendas que pueden irse al garete por un desdichado traspié a la hora de titular. Por fortuna hay libros donde título y contenido son una joya. Me viene a la mente "Parecía de seda", de la inolvidable Mercé Rodoreda.

Maleón, se me olvidó en el post anterior: te agradezco enormemente tu comentario sobre mi relato. Espero poder leer hoy el tuyo y corresponderte la gentileza.

Susana Guzner



Pilar López Bernués (pilarlb)

Hola Susana. Estoy por completo de acuerdo en lo que comentas sobre el título de una obra. Es la "introducción-enganche..." Algo así como la recepcionista de una empresa: Se trata de la primera imagen que uno percibe. En mi caso concreto, en mi tercera novela publicada la editorial pensó que el título era poco sugerente y lo cambiamos, les tuve que dar la razón.

Por otra parte, en mi opinión personal, el relato que nos has mostrado se ajusta "muy mucho" a su título. Yo no lo cambiaría.

Saludos cordiales.



Joseph B. Macgregor

No sé, pues siento disentir un poco... ya que no me ha gustado mucho.

Vamos a ver, el relato tiene pulso, está bien contando, narrativamente no tengo ningún pero que ponerle, sin embargo...

...es que no me gustan mucho leer expresiones tales como:

¿Alergia a qué? ¿A Picasso, a los paraguas mojados, a los albatros, a las llaves antiguas? ¡Adiós! ¿Y eso que es? ¿Clavel, piedra, gusano o una sofisticada mixtura tecnológica de todos los reinos naturales? Veintidós euros con el descuento de la Seguridad Social ¿Pero qué contiene esa cosa? ¿Jugo de rubíes? Arrastrándose cual tortuga beoda...

Supongo que tu estilo de contar las cosas y yo no soy nadie para meterme con la personalidad de nadie al escribir, porque si algo tiene el texto es eso: PERSONALIDAD, pero es una cuestión mía, de gusto personal, como que me chirrían esas frases, no me gustan...

Además tampoco se me ocurre cómo podías haberlo expresado para que me gustase...

Digamos que el plato está bien pero no me agradan los condimentos, pero insisto: hay gente que le gusta la cocina china y a otros no.

Espero que no te moleste esto que te digo, pero me gusta decir las cosas como las he vivido o experimentado. Esta ha sido siempre mi norma (y lo seguirá siendo toda la vida, espero)....



Susana Guzner

Josephb, gracias por haber leído detenidamente mi relato. Y no me ofende en absoluto que determinados "condimentos" -como bien los llamas- no sean plato de gusto. Estoy contigo en tu metáfora gastronómica: a unas personas les gusta la comida china y a otras la asturiana o francesa. Nada que objetar a ello sino el más profundo respeto.

Gracias otra vez.

Susana Guzner



Joseph B. Macgregor

El texto tiene tanta PERSONALIDAD, como tú ELEGANCIA...

Tu respuesta sí que tiene que ver bastante con "mis gustos culinarios"... ¡¡¡Gracias!!!

Así da gusto...



fabiola

Me he sentido profundamente identificada con M.; unas cuantas, no, en realidad casi todas las veces que he tenido alguna molestia y de forma casi obligada he tenido que ir a "visitar" a algún médico he terminado con molestias peores a las que tenía, todo esto por la sencilla razón (al igual que M.) que el medicamento me ha hecho más mal que la misma enfermedad…

Me ha encantado el final, eso de "amparase en la eficaz sabiduría popular", y luego de largas meditaciones (...) he decidido hacerle más caso a alguna Meica o a una Machi que me recomiende algún tipo de infusión a tomar en caso de algún malestar (es una media broma)

Saludos y gracias Susana (espero no importe la patudez) por hacerme pasar un rato muy agradable leyendo la "crónica".



Susana Guzner

Muchas gracias ti, fabiola, por haber leído mi relato y decirte que me alegra mucho haber conseguido que pases un buen rato con mi cuento.

un saludo cariñoso



Carobece

Oye Susana... Después de un mes vengo a darte respuesta...

Estuve pensando en buen un título para tu relato y ¡¡¡no encontré nada!!! jejejeje... Es que no hay nada mejor que ser el autor de un relato para ser quien le dé el título...

¡¡¡Me rindo y no me queda más que aplaudir el tuyo!!!



Susana Guzner

Jaja, Carobece, no te has sorbido los sesos ni ná! Tu rectificación te honra

Y sí, los de los títulos se las trae... Qué duda cabe que algunos hacen época. Considero paradigmático La insoportable levedad del ser, por ejemplo. Un título que en su momento fue tan afortunado que hasta me atrevería a a afirmar que hay un "antes" y un "después" del libro de Kundera, y no hablo de su valoración literaria.

Ese título se convirtió de alguna manera en el "titular padrón" de medida para editorxs y lectorxs. Cualquier otro no es como ése, o es más largo, o es más corto, o carece de su gancho, o tiene tanto impacto como él, etc. etc. Yo misma tuve que cambiar el original de "La insensata geometría del amor" porque era demasiado largo", vamos, no medía lo de Kundera, jaja. Afortunadamente el cambio fue para mejor, en este caso, pero en otros hay que entablar duras batallas con las empresas editoras.

Creo que más allá de la opinión que nos merezca la obra muchxs escritorxs, de toparnos con este autor, le diríamos alguna que otra cosilla, y no precisamente halagüeña

Pero como la experiencia para algo ha de servir, sinceramente no me guío por títulos epopéyicos y hago lo que me viene en gana, que por algo soy la madre del cordero...

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