Anika entre libros

Entrevista a Pascual García por "El secreto de las noches"

"La literatura, si es buena y pura, no tiene por qué ser útil para nadie."

Firma y fotos: Francisco Javier Illán Vivas / Noviembre 2007

 

Pascual García es profesor de literatura, pero también escritor, veterano escritor a pesar de su juventud, y que me atrevo a definir como de calidad, su obra ha merecido muchos reconocimientos, tanto de la crítica especializada como de los lectores, a quienes va dirigida cualquier obra publicada. Su libro El invierno en sus brazos fue elegido Libro Murciano del año 2001. Un año después, ganó el premio Lluys Santamarina- Ciudad de Cieza, con Luz para comer el pan, y en 2007 fue finalista del Premio internacional de poesía Loewe con Los alimentos de la tierra. Por todo ello y por la presentación de El secreto de la noches, su última obra publicada, conversamos sobre libros.

 

 

ENTREVISTA

 

No será esta la primera vez que le definan como poeta y escritor, pero Pascual García, que ha publicado tanto poesía como relatos, si ello fuese posible, ¿cómo se definiría? Y por extensión de la pregunta, ¿dónde se encuentra más cómodo?

La verdad es que desde el principio he escrito poesía, relatos, novelas y ensayos sin discriminación de orden o de tiempo. Pero en realidad, yo creo que en el principio fue la poesía y que de ahí ha surgido todo. Al menos en mi caso ha sido así. Es posible que encontremos magníficos narradores que nunca acertaron a escribir un buen verso, pero la poesía es también anterior al verso. Si la obra literaria es buena, su fundamento no puede ser otro más que el poético y esto lo podemos comprobar con los grandes escritores de nuestra lengua: Borges, Clarín, Rulfo o Valle-Inclán. No importa que escribieran o no escribieran poemarios, toda su literatura respira un evidente e inevitable aliento lírico. Si tuviera que definirme de algún modo, me gustaría que se me considerara como un escritor.

 

En la última edición del Premio Internacional de poesía Fundación Loewe, quedó finalista con Los alimentos de la tierra ¿Qué representa este libro en su obra?

Bueno, se trata de mi cuarto libro de poemas, aunque tengo uno más terminado que guardo en un cajón de mi escritorio. Constituye un paso en una de las direcciones que ya apuntaba mi poesía desde "Fábula del tiempo" en 1995, mi primer libro de versos: el universo de lo elemental, de la tierra a la que he pertenecido siempre desde mi nacimiento y el recuerdo elegíaco a la gente, al paisaje, a las costumbres de ese tiempo que pertenece a mi memoria sentimental. Desde lo más ínfimo el poeta tiene el poder de levantarse hacia las estrellas, de contemplar el misterio en el agua, en el fuego o en la piedra. "Los alimentos de la tierra" son también los alimentos de mi espíritu y el sustento de mi memoria. Por lo tanto, "Los alimentos de la tierra" es una obra que pretende pascualgarcia1avanzar en la dirección de la transparencia y de la sencillez, sin olvidar nunca que justamente en ese espacio se halla el misterio.

  

Fábula del tiempo, El invierno en sus brazos, Luz para comer el pan... ¿qué novedad, si la hay, podemos encontrar en Los alimentos de la tierra?

En los cuatro poemarios he conjugado la elegía del tiempo perdido, de mi memoria personal con la celebración de lo que me rodea. Acaso porque las dos vertientes desembocan en un mismo cauce, son las dos caras de una misma moneda. Es posible que "Fábula del tiempo" insistiera más en determinados juegos metafísicos acerca del transcurso de los días, mientras que "El invierno en sus brazos" constituyese una suerte de oasis hímnico en el que lo amoroso y lo sensual ocupara casi por completo las páginas de la obra. En ese libro se contaba una historia de amor, aunque tampoco renunciaba a volver la vista atrás, al pasado remoto para cantar de nuevo lo perdido. En cambio, "Luz para comer el pan", que es asimismo un libro laudatorio, una suerte de oración pagana por la gracia de vivir cada día, es una obra de inflexión en la que ya hay una obvia búsqueda de la sencillez y de la claridad lingüística, tal vez porque me he dado cuenta de que el enigma se halla muy cerca de nuestros ojos, casi a la vista y que el poeta tiene la obligación de mostrarlo a los demás, de desvelarlo. En "Los alimentos de la tierra" doy un paso más en ese sentido, me acerco más a lo pequeño, lo insustancial en apariencia, lo cotidiano para elevarlo hasta la categoría de lo religioso, incluso, con escena que recuerdan la magia de lo sublime en la sencillez de lo diario.

 

En el mundo actual de las prisas, de la PlayStation, del MP3, del iPod..., ¿qué finalidad tiene una obra en verso?

Yo no sé qué finalidad pueda tener una obra en verso en estos días, y hasta es posible que el verso evolucione, como lo ha hecho desde siempre, e incluso desaparezca tal y como nosotros lo concebimos, pero lo que no va a desaparecer, mientras exista el ser humano, es la voluntad y el deseo de transmitir y de comunicar la angustia, el dolor, la alegría o el deseo. No importa que el mundo se llene de prisa, artefactos mecánicos o electrónicos. Lo que la palabra debe aportar al mundo todavía no lo ha hecho ningún juguete.

 

Y, casi sin tiempo para saborear el éxito del Premio Loewe, nos presenta El secreto de las noches, editada por La Frontera, un libro de cuentos.

Los éxitos en literatura son siempre relativos. Para mí fue una gran satisfacción quedar entre los finalistas del mejor premio de poesía de España, aunque por otro lado el libro en cuestión todavía está sin publicar, y cuando esto ocurra, el éxito consistirá, si acaso, en que conmueva el espíritu de algunos buenos lectores con los que cuento desde hace años. Por eso digo que en el arte el éxito no fácilmente mensurable, es siempre y en todo caso una ambición que no acaba de consumarse del todo nunca. Los premio no aciertan siempre ni tienen la verdad absoluta.

 

¿Qué va a encontrar el lector en El secreto de las noches?

Yo he pretendido acercarme, como en las otras ocasiones, al secreto de la condición humana, entrar en ese mundo interior de las pasiones y contar historias que dejaran en evidencia, casi en carne viva ese estado de cosas. Tal vez porque lo que siempre me interesó de una anécdota no fue la peripecia externa, sino los motivos últimos y subyacentes que la propiciaron. En este libro se da una gran variedad de situaciones un tanto límites que protagonizan seres humanos al borde de la catástrofe, incomunicados, insolidarios, en la más absoluta soledad, a la búsqueda de una salida que no suelen hallar casi nunca. Por esta razón he preferido entrar en su conciencia y meter el dedo en la llaga como una suerte de exorcismo.

 

Quienes han leído este libro destacan que es posible que el lector encuentre en él su propio secreto, ese que permanece oculto hasta el mismo momento de descubrirlo.

Esa labor depende de cada uno de nosotros y en ella solemos invertir buena parte de nuestra vida. Algunos ni siquiera les alcanza una vida para encontrar la respuesta. Estos cuentos no tienen la pretensión de dar una respuesta, sino tan sólo de plantear muchos interrogantes, situaciones en las que el lector pueda identificarse. Al fin y al cabo yo sólo escribo la mejor historia que conozco de la mejor manera posible. Si el lector se beneficia o no de este libro es algo que no puedo ni debo afirmar yo, e incluso es algo que tampoco me importa demasiado, porque la literatura, si es buena y pura, no tiene por qué ser útil para nadie.

 

En un mundo donde considero que se ha endiosado lo efímero, a Pascual García se le reconoce como un referente cultural, como alguien que siempre está, y que se sabe rodear de amigos, y El secreto de las noches no es una excepción. Lo podemos ver en el prólogo, lo cual es lógico, y en la portada del libro.

La verdad es que todo tiene su explicación, a veces muy sencilla. Para empezar la portada, magnífica por cierto, es de Francisca Fe Montoya, una pintora que dará que hablar dentro de muy poco, estoy seguro y con la que mantengo una relación bastante especial. No en vano, es mi mujer. En cuanto al prólogo de Antonio Soler surgió de un modo tan natural como mi relación con el novelista malagueño. En una cena en Murcia donde nos invitaron a unos cuantos escritores tuve la ocasión de conocerlo y saludarlo, aunque yo ya había leído alguna de sus novelas. Pepe Belmonte, un común amigo, le habló muy bien de mis cuentos y a la salida de la cena, fue el propio escritor el que me preguntó dónde podía comprar "El intruso". Por supuesto que se lo regalé encantado y muy pronto recibí una carta donde alababa de un modo inesperado aquel libro. A partir de ahí fue cimentándose nuestra amistad, basada siempre en la lectura de cada uno de nuestros libros y en el encuentro en distinto eventos culturales en Murcia.

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Francisco Javier Illán Vivas y Pascual García

 

Este es su noveno libro. Pero no sólo de escribir vive el hombre, menos aún Pascual García, quien es profesor de literatura, y le supongo lector casi por obligación. Siempre he tenido ganas de preguntarle, ¿cuál es su secreto, de dónde saca tiempo?

El único secreto es que el día tiene veinticuatro horas, yo duermo seis, trabajo ocho, y el resto lo reparto entre mi familia y el ordenador. La verdad es que si uno quiere sacar tiempo para escribir, al final lo consigue de un modo u otro. Recuerdo que hubo una época en que escribía de once de la noche a tres de la mañana. Al día siguiente me levantaba a las siete. Luego, después del trabajo, me echaba una siesta.

 

Dos preguntas para finalizar. ¿Qué autores han influido o influyen en su obra?.

Si no fuera una respuesta pretenciosa, podría contestar que todos los que he leído, e incluso los que no he leído pero pertenecen al acervo cultural de nuestra lengua. Pero no puedo olvidar a Cervantes, "Las mil y una noches", "La Biblia", la novela rusa y alemana, Raymond Carver, John Berger, Albert Camus y Kafka; en cuanto a la literatura en castellano: Cortázar, Rulfo, Onetti, y entre los españoles, Juan Eduardo Zúñiga, Luis Mateo Díez, Juan Marsé, Antonio Muñoz Molina, Antonio Soler, Pedro García Montalvo, Miguel Espinosa y un largo etcétera entre los que se encuentran poetas como Claudio Rodríguez o Vicente Aleixandre. Me gustan los escritores que tienen el poder de contarme el mundo de las sombras, de adentrarme en los límites que no conozco y desvelarme lo oculto.

 

Y como esta sección se llama Hablando de libros*, el futuro de ellos ¿cómo lo ve?.

El libro como objeto es posible que tenga los días contados y que en algún momento se convierta en una pieza de museo, como sucedió con los pergaminos antiguos o los incunables de la Edad Media, pero lo que no va a cambiar en mucho tiempo es la necesidad de contar historias, de transmitir la cultura de los pueblos, o de narrar el mundo de los sueños y las pesadillas. Será así porque el hombre tiene la necesidad de descargarse de su terrible destino de ser mortal, acosado por el dolor y la soledad. De esta forma surge una comunidad en torno al arte y a la literatura, una cofradía de adeptos, casi una religión. Este estado de cosas seguirá ocurriendo, aunque las historias se cuenten de forma oral, aunque se pinten en los muros de las cuevas. Esta pasión ya la contó de un modo genial el novelista norteamericano Ray Bradbury en su obra Fahrenheit 451. 

 

Muchas gracias.

 

* El entrevistador se refiere al espacio original donde publicó esta entrevista ofrecida a Anika Entre Libros. 

 

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