Anika entre libros

Entrevista a Jesús Maeso de la Torre por "El sello del algebrista"

"Los novelistas actuales y quién te diga que lo hace, miente, no hemos inventado nada; está todo inventado por los griegos"

Firma: Manel Haro / Fotos: autor / Abril 2007

 

De Jesús Maeso de la Torre dicen que es uno de los grandes autores de novela histórica actual en España. Ha escrito varias novelas, entre ellas "Tartessos", "El Papa Luna" o "Al-Gazal (El viajero de los dos orientes)". Ahora acaba de publicar en Grijalbo "El sello del algebrista" y hemos charlado con él en Barcelona sobre su novela.

 

 

ENTREVISTA

 

¿Qué tal ha sido la experiencia de escribir "El sello del algebrista"?

Ha sido una experiencia muy parecida a las anteriores, siempre pensando qué va a ser de esta novela, cómo va a ir. Pero espero que muy bien porque termino una trilogía casi catalana y del siglo XIV dedicada a personajes muy influyentes de la época medieval catalana, que fue "El Papa Luna", "La profecía del Corán" y ahora "El sello del algebrista". Todas en una época muy convulsa como fue el siglo XIV, un siglo muy parecido al siglo XX-XXI, donde la humanidad vivió en aquella época la peste negra, ahora el sida; en nuestra época hubo guerras mundiales y en aquella la Guerra de los Cien Años; ahora el cisma de occidente y el problema religioso que hay tan enorme y un problema que se ha mantenido a lo largo de los siglos, que es el enfrentamiento Islam - cristianismo, que también se dio en aquella época. Es una trilogía que ha marchado muy bien siempre, con gran aceptación del público, así que estoy muy ilusionado con esta novela.

 

Precisamente a propósito del tema de la guerra entre religiones, recuerdo que en la novela hay un momento en que Isabella dice "¿Por qué los ministros la Iglesia están tan lejos del Evangelio?". ¿Realmente la libre interpretación de los evangelios ha sido el gran problema de la historia con las religiones?

Sí (risas). Yo, por ejemplo, cuando escribí "La profecía del Corán" y "Al-Gazal", mi primera novela, tuve que ahondar en el Corán y me di cuenta entonces de que el Corán es un libro eminentemente pacifista, no es nada beligerante. Entonces me pregunté quién había sido el que había transformado la religión, no el mensaje de Jesucristo, que es el mensaje de la paz por antonomasia. Son los ministros de un dios y de otro los que han convertido las religiones en otras formas de pensamiento; no ha sido dios ni la religión, el cielo y lo alto son ajenos a las acciones de los hombres, sino que han sido sus ministros.

Los fundamentalistas musulmanes, por una parte, en toda la parte de Persia, de Irán… y luego aquí nuestra Santa Inquisición y nuestros ministros medievales. O sea que las religiones en sí no tienen nada de malévolo, sin embargo los hombres las convertimos en armas arrojadizas. Algo falla ahí.

 

Claro, ya lo decía Erasmo…

Sí (risas), exactamente, no quería llegar a tanto, pero es verdad.

  

¿Ha sido muy laborioso el proceso de documentación?

Bueno, como todas mis novelas. A mí la crítica literaria me tacha siempre de hacer profundas recreaciones del pasado y ésta no podía ser menos. He recreado el mundo catalán y los reinados de Pedro IV el Ceremonioso, sobre todo la Barcelona de ese siglo, que fue un emporio comercial de primer orden, fue una ciudad que dio ejemplo a todas las ciudades europeas en cuanto a gobernarse por sí misma en un parlamento… Yo quería que la gente de todo el territorio nacional reflexionara sobre eso, cómo en la Edad Media una ciudad tenía parado los derechos del rey, aquí era el conde nada más, pero muy limitado, y luego consiguen que el Mediterráneo fuera suyo.

Estaba la famosa frase que decía que no había un solo pez en el Mediterráneo que no llevara las cuatro barras de Aragón, porque dominaban todo comercialmente. Eso es por Barcelona. Eso para mí fue un acicate, un propósito de ponerlo en la novela. Es una cosa que ha extrañado en otras entrevistas que me han hecho por Andalucía y Madrid, se han dado cuenta que Aragón tenía tanta importancia o más que Castilla y que fue a Castilla a quien le interesó realmente que Aragón se uniera a ellos.

 

¿Qué resulta más complejo cuando se escribe novela histórica: hilvanar el eje argumental o encajar ese argumento en el contexto histórico de la época que narra la novela?

Yo primero lo que hago es una recreación histórica y luego ya monto toda la novela en mi cabeza, la estructuro totalmente. Claro, hay mucha gente que piensa que luego hacer el hilván que tú mencionas es lo más difícil y sin embargo para mí es lo más fácil porque cada uno tiene su formación y a mí hilar fantasías y hacer creaciones de fábulas no me cuesta ningún trabajo. Una vez que tengo el armazón histórico, luego hilar todas las tramas que yo pongo en todas mis novelas es lo más fácil.

 

¿Y hasta qué punto crees que un escritor debe poder retocar la historia para ponerla al servicio de la novela sin que se le acuse de tener poco rigor histórico? Es decir, ¿hasta dónde puede llegar la libertad de autor?

Yo siempre he pensado que la historia la escriben los vencedores, la prueba la tenemos con la Guerra Civil, que la hemos conocido, sobre todo los de mi generación, sesgadamente. Quién me dice a mí que la crónica de Pedro IV el Ceremonioso es exacta. Yo lo que hago es leer y releer toda la documentación que hay de aquella época, escrita por los enemigos de Aragón, que eran los genoveses, por los venecianos que eran sus amigos, y también por la historia oficial. Entonces de todas esas yo, como soy historiador, me convierto en un observador desde fuera y de todas ellas, por mi formación histórica, creo hallar el elsellodelalgebristacamino que me parece más exacto. No es todo lo que decían los cronistas de Pedro IV de Aragón ni todo lo que decían sus enemigos los genoveses. Vamos a encontrar un término medio. Entonces el historiador y novelista del siglo XX tiene muchos más soportes para hacer una novela bastante más exacta de lo que pudo ser en la realidad.

 

En muchas novelas históricas los escritores fallan en que incluyen demasiados datos históricos, llenan páginas y páginas de estos datos, que sirven para contextualizar la novela, pero se apartan bastante de la trama. Eso, en cambio, no lo he visto en "El sello del algebrista", creo que has sido muy cuidadoso en ello.

Sí, en ese aspecto siempre he sido muy cuidadoso, quizá me pasé un poco al principio con mis dos primeras novelas, pero en ésta ya no. Yo siempre he dicho, y el otro día lo sosteníamos en Zaragoza en un encuentro de novelistas históricos, que lo que tú acabas de decir, y es la primera vez que me lo preguntan, es un lastre para la novela histórica. Cuando tú haces demasiadas recreaciones de un lugar y pones hasta cómo eran los hilos del cortinaje, en ese momento te estás cargando la novela porque el lector se aburre inmediatamente.

Las novelas se escriben para entretener, para emocionar, para que el lector se evada de la realidad y se vaya a otro mundo… Cuando tú consigues eso, entonces esa novela está bien conseguida, no es fallida. En cambio, cuando el lector prefiere volver a su mundo porque lo que lee no hay quien se lo crea, entonces es que ha sido una descripción grandilocuente, hay que huir de la grandilocuencia en la novela histórica. Cuando pones demasiados datos históricos, la trama se le olvida al lector. Está muy bien la pregunta, porque yo también lo percibo cuando leo novela histórica.

  

Jesús, entrando un poco más en la novela, debo decir que "El sello del algebrista" me ha recordado mucho a la "Odisea".

¿Sí? (risas). Bueno, pues me alegro, porque pensamos los dos igual. Hace poco me preguntaron algo parecido y yo digo que la novela tiene el ritmo de Jasón y los Argonautas. El Jasón mío es Diego Galaz, la nave no es Argos, sino que es "La Violant", que es una galera catalana sometida a la comenda catalana; eso es una maravilla, se anticipan en mucho tiempo en lo que es una sociedad limitada, la galera pertenecía a los que iban a bordo. Uno tenía tres partes en la cubierta, dos en las velas, catorce en la bodega, cuando llegaban a Barcelona, se repartían lo que tenían, o sea una sociedad. Es una maravilla. Luego los acompañantes de Diego Galaz no son como en Jasón y los Argonautas, no son Hércules, Teseo, Cástor y Pólux; aquí son Jacint Blanxart, Zakay ben Elasar, Romeu Bassa… es decir, todos los acompañantes de Diego. Aquí el vellocino de oro no hay, pero existe el sello del algebrista.

Los novelistas actuales y quién te diga que lo hace, miente, no hemos inventado nada; está todo inventado por los griegos. Mi novela es otra vez Jasón y los Argonautas pero en el siglo XIV y en la Cataluña de ese siglo. Sí, es una novela homérica. Has hecho una pregunta poco frecuente.

 

Además, puestos a recordar, también me ha recordado al poema de Kavafis "Itaca", porque las experiencias que le van surgiendo al personaje en su viaje le enriquecen más que el hecho de conseguir lo que se proponía en su viaje.

Exactamente, estupendo. Hay una frase de Borges que dice que la vida es un camino unas veces dulces y otras veces amargo, pero siempre te va llevando a lo desconocido y luego, a lo largo de ese camino, te queda la cantidad de cosas que te van pasando. Eso es lo que hago en la novela, no es ya que encuentre su sueño, encontrar a su familia, sino todo lo que recoge, lo que enriquecen esos personajes. Cómo se enriquece Isabella Santángel yendo de Zaragoza a Barcelona con esa procesión de flagelantes, que existían de verdad. Luego Diego Galaz, que pasa por Sicilia, Etiopía, Jerusalem… Lo que enriquece no es que consigas una cosa, sino todo lo que haces para conseguirlo. Ese fue uno de los propósitos que yo aventuré con esta novela. Bien visto.

 

Precisamente yo me preguntaba si esas procesiones de flagelantes era ficción o realidad, veo que sí.

Sí, sí, existieron en realidad. Hubo un movimiento que era de pureza religiosa, pero llevaban su pureza a machacar a todo infiel que veían. Aparecen por el Pirineo catalán y van bajando y judería que veían, judería que devastaban. Eso era terrible. Veían un clérigo holgazán, que estaba casado, también lo mataban. Los de Cataluña se llamaban Pastorells, en Francia eran los Goliardos, en Italia los Fraticelli. Eran muy puros pero eran muy violentos. Veían la peste negra y todo lo que pasaba y creían que era el fin del mundo, entonces venían a arrepentirse. Luego, entre ellos, estaba el que quería aprovecharse, el que roba… Había de todo, claro.

 

Como has dicho, la novela transcurre por distintos puntos geográficos: Etiopía, Jerusalem, Barcelona, Besalú, Alejandría, Atenas… Para hacer esto, ¿uno qué debe hacer: viajar mucho, leer muchos libros para documentarse o tener mucha imaginación?

Viajar poco, documentarse mucho y tener mucha imaginación (risas). Yo sabía que el imperio catalán era ese que empezó en Sicilia, llegaron a Neopatria, a Atenas, a Alejandría, que era una ciudad que había casi desaparecido, y entre los catalanes, no los aragoneses, sino los catalanes, sobre todo los barceloneses y los venecianos también, volvieron a hacer resurgir Alejandría de nuevo. Eso me causó una sorpresa inmensa, cómo compatriotas míos llegaron en la edad media, cuando viajar era dificilísimo y te podía costar la vida, al mercado de las especias de Arabia y a muchos sitios más. Eso es una de las cosas que ha querido expresar: cómo la gente que tiene fe en un sueño, lo puede conseguir aun con precarios medios. Eso lo hicieron los catalanes de aquel momento y sobre todo la Barcelona comercial de aquella época, que fue un ejemplo para todas las ciudades.

Barcelona ha perdido el sello suyo de identidad que era ser la cabeza puente entre oriente y occidente y lo fue durante cuatro o cinco siglos, hasta que los Borbones llegaron aquí. Nadie debería olvidar que Barcelona era el emporio del Mediterráneo y aquí confluían todos. Antes se iba al puerto de Barcelona y se veía a un veneciano, a un árabe, a un calabrés, a un napolitano… El Consulado del Mar dictaba las rutas navieras y dictaban los precios de todos los productos del mundo y eso era en Barcelona. A mí me causó una sorpresa inmensa y quería que todos los compatriotas de Castilla, de Andalucía, de Canarias, se den cuenta de lo que era Aragón, lo que era Cataluña y Barcelona y se pregunten que quizá ese reino tenía mucha importancia y no tanta el de Castilla. La novela histórica tiene que hacer que la persona se pare y tenga un punto de reflexión.

 

¿Y tenías claro desde el principio todos los puntos por donde iba a pasar la novela?

Sí, eso lo hago siempre. Yo ahora mismo estoy preparando otra novela y no la voy a empezar hasta que no tenga clara en mi cabeza toda la estructura, que la pienso cuando paseo, cuando estoy medio adormilado. Luego me siento y ya sé lo que voy a hacer.

Luego los personajes son tan especiales a veces que se te escapan, toman vida propia. Yo creía que eso de que los personajes toman vida propia era una bobada, pero realmente es así, tengo que reconducirlos. Es algo que no se puede explicar. Lo tengo todo estructurado, es la única forma de hacer una novela cada año y que sea muy creíble, porque en mis novelas, suelen decir los lectores y la crítica, no se nota el paso de lo que es realidad y lo que es creación literaria; ahí está la clave, que la fantasía la domines con la razón y que los lectores piensen dónde está lo real y dónde lo imaginario. Ahí, insisto, creo que está la clave.

  

¿Es la Edad Media la época que más te gusta para escribir?

Bueno, he escrito sobre la Edad Media porque yo soy medievalista. Pero también he escrito "Tartessos", "El auriga de Hispania" de la época romana. Ahora estoy liado con una sobre las Cortes de Cádiz, que para mí es muy importante, porque la Constitución de Cádiz fue copiada por casi todos los estados europeos y americanos. La época que va a quedarme es el Siglo de Oro, que no me atrae especialmente porque después quiero hacer algo del protectorado español en Marruecos y sobre la Guerra Civil.

O sea que lo voy a tocar todo, pero especialmente la Edad Media, por la sencilla razón de que casi todas las claves del siglo XX están en la Edad Media: empiezan las ciudades, las universidades, los estados modernos, los reyes modernos… La gente mira a la Edad Media con desprecio, como si fueran salvajes los de aquella época, pero no es cierto, lo que pasa es que era una sociedad muy insegura y era una teocracia, todo era Dios. Todo el mundo estaba en la guerra contra Satanás. La Iglesia era muy poderosa en aquel momento porque así tenía a todo el mundo metido en su mano, tenía a todo el mundo mediatizado.

 

Última pregunta, ¿crees que las novelas de thrillers históricos en que toman personajes importantes de la historia y los mezclan con sociedades secretas perjudican al género de la novela puramente histórica?

Te refieres a la novela mistérica. Yo la he leído y hacen mucho daño a la novela histórica porque entre los lectores hay quien tiene formación y no tiene problema al leerla, pero también hay quien no tiene mucha formación y piensa realmente que María Magdalena fue la mujer de Jesucristo. A lo mejor es verdad, pero es muy dudoso, y creer que el apóstol Judas escribió que los ovnis venían de no sé dónde... Ahí empieza el problema, eso no es histórico, no tiene fundamentación y hace mucho daño a lo que es novela puramente histórica, que es la que hacemos Calvo Poyato, Corral, Juan Eslava Galán. Lo que pasa es que traspasa los límites de lo creíble, se va al misterio, que no se puede demostrar casi nunca, los autores mismos tienen las claves y lo resuelven muy bien, pero porque se la sacan de la manga, pero yo en mi historia no me saco nada de la manga. El lector avisado se da cuenta de inmediato, pero gustan mucho porque es una literatura muy fácil, no tiene frases estructurales muy complicadas, con un lenguaje muy sencillo y eso se lee como se lee a Corín Tellado o como nuestros padres leían el "Coyote" (risas). Hace mucho daño, esa literatura podría tocar techo y acabemos yendo todos detrás.

 

Hombre, yo creo que ese género ya aburre.

Sí, yo también lo creo y me alegra que me digas eso. Yo también estoy preocupado por ese tipo de literatura porque, ya te digo, daña a la novela histórica. Aquí en este país decía Gilbert Haefs, un tipo extraordinario, que hoy día en España hay un grupo de autores que son de una calidad excepcional, tan grande como los ingleses. Nombró a cinco, los demás, dijo, ya entran dentro de lo mistérico.

 

Bueno, Jesús, por mi parte ya está. Ha sido un placer.

Pues muchas gracias, Manel. Ha sido estupendo.

 

ver + Jesús Maeso de la Torre

 

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