Anika entre libros

Entrevista a Guillermo Galván por "Sombras de mariposa. La epopeya de Leovigildo, rey de los visigodos"

"En mi opinión, Leovigildo no sólo fue un gran rey, sino que probablemente fue el último rey auténticamente visigodo, porque fue el último rey arriano"

Firman: Anika Lillo y Pilar Alonso Márquez / Fotos: autor / Foto Anika y Guillermo: Anika Lillo / Agosto 2010

 

Es un honor que cuando alguien le plantea a un autor una entrevista, ésta sea vista como "inteligente, con muchos ángulos y jugosa", y ese honor lo comparto con Pilar Alonso en esta ocasión. Veréis por ello una entrevista amplia, interesante, llena de información, que remite tanto a la época visigoda de España como a la propia novela protagonista.

Guillermo Galván ha publicado varias novelas (algunas premiadas y otras finalistas en distintos premios) y generalmente las críticas de todas ellas son buenas. Eso está muy bien, pero ¿con una novela tan ambiciosa como esta conseguiría la misma crítica? Definitivamente así debe ser porque "Sombras de mariposa" es una novela estupenda que engancha a pesar de sus casi ochocientas páginas y que te deja muy buen sabor de boca. Además hace un repaso magnífico a una época fascinante, y por las preguntas y respuestas veréis hasta qué punto a uno le quedan ganas de observar el mundo visigodo por un agujerito.

 

 

ENTREVISTA

 

A- En primer lugar me gustaría hacer referencia al título. "Sombras de mariposa" no habla directamente de un periodo histórico y necesita un subtítulo para saber de qué tiempos hablamos. ¿Por qué la has titulado así?

Desde las primeras páginas de la novela queda apuntado el sentido del título, se consolida a medida que se desarrolla la historia y lo adquiere plenamente al final de la misma. El accidente que sufre el niño Wilya cuando quiere cazar una mariposa le provoca pesadillas recurrentes y la convicción de que esa sombra que parece perseguirle en sueños es algo más profundo que el mero recuerdo onírico de un episodio que le marca Guillermogalvan1la vida. El subtítulo de la novela es una sugerencia editorial que me pareció muy acertada, aunque también se queda corto, porque el periodo histórico que se aborda en "Sombras de mariposa" no concluye con la muerte de Leovigildo, sino que se extiende al reinado siguiente, el de su hijo Recaredo.

 

A- Wilya es el narrador protagonista de esta historia y sabemos que es un personaje de ficción, sin embargo está basado en una persona que firmó su escrito como "Manoseca". Háblanos de esto...

"Sombras de mariposa" es una novela, aunque contiene tantos elementos históricos minuciosamente documentados que casi podría ser considerada como una novela de tesis, porque aborda todos y cada uno de los extremos que nos ofrecen los cronistas contemporáneos a los hechos. Y lo hace con intención de dar una respuesta coherente a las aparentes contradicciones, motivadas sobre todo por posiciones ideológicas, que existen, por ejemplo, entre las versiones de los hispanos Isidoro de Sevilla y Juan de Bíclaro y el galorromano Gregorio de Tours. Como novela, disfruta del privilegio cervantino de mezclar en un mismo plano narrativo ficción y realidad, y tan sólo la Nota del autor inicial debe ser tomada como estrictamente objetiva. A partir de ahí, hasta el Glosario, todo es novela. La Crónica de Manoseca, por tanto, es un elemento de ficción en sí misma, una forma literaria de unificar bajo un solo título los trabajos, a menudo discordantes, de media docena de cronistas de finales del siglo VI y comienzos de VII. Ya he recibido peticiones de lectores interesados en ampliar datos sobre ese documento de la abadía de San Gall. Aunque resulta tentador prolongar la ficción y comprobar hasta dónde lleva ese interés documental, en honor a la verdad y por respeto a los investigadores, debo advertir que la única ampliación posible es la propia novela, porque la Crónica de Manoseca es, en definitiva, "Sombras de mariposa".

 

A- ¿Qué otros personajes de ficción has hecho convivir con Leovigildo, Goswinta, Hermenegildo o Recaredo y cuál es su función?

Sería imposible citarlos todos, y algunos se mueven entre la ficción y la realidad. Por ejemplo, Argimundo es un personaje histórico, del que los cronistas sólo citan su nombre y determinados hechos; yo le he dado imagen, voz y biografía.

El nombre de Hilde también es novelesco, tanto como sus características personales, pero una mujer como Hilde es referida, sin rescatarla del anonimato, por los historiadores, y su protagonismo indirecto resulta decisivo en la historia de esos años y los posteriores.

El herrero Badwila representa las creencias ancestrales de los godos, porque, a pesar de la imagen que nos ha llegado a través de versiones interesadas, la sociedad del momento estaba trufada de paganismo: el romano y el prerromano entre los pueblos hispanos, y el germano entre los godos; así que Badwila significa el nexo de unión entre el presente y el pasado de esta raza.

Galmerico, por su parte, es la tradición del clero arriano, de carácter mucho más liberal, y menos proselitista, que el católico trinitario.

Koenraad, el ostrogodo, es la referencia ilustrada y el nexo con un pasado histórico reciente. En cuanto a los protagonistas de la etapa narbonense (Athaloc, Granista, Wildigerno, Bulgar, Gundemaro…) todos ellos son históricos, aunque dotados en la novela de una voz y una personalidad que los cronistas les niegan.

 

P- En la novela comentas que el Aula Regia era quien refrendaba al nuevo rey. ¿Eso fue siempre así durante el período visigodo? ¿En algún momento el cargo pasó a ser hereditario, como parece que ya comenzaba a ser entre los francos? ¿Quién proponía a los candidatos y cómo se llevaba a cabo la elección?

Los visigodos, en contra de la costumbre de otros reinos germanos, elegían a sus reyes en la asamblea de nobles. El empleo del término Aula Regia suscita dudas entre los historiadores: los hay que opinan que ya se usaba durante el reinado de Leovigildo, mientras que otros lo ubican en años posteriores, con el catolicismo más arraigado en la monarquía. En realidad, sólo es un nombre que representa a la asamblea nobiliaria, Guillermogalvan2donde estaban las familias más poderosas del reino. Un reino que no se puede analizar desde las premisas políticas actuales, porque el concepto de Estado o Nación es muy posterior, sino como una estructura dominada por clanes que proyectaban su influencia en todos los ámbitos de la vida.

El cargo fue siempre electivo, aunque muchos de los reyes intentaban que sus hijos llegasen bien colocados a esa recta final, de forma que presentasen ante la asamblea un buen currículo en el terreno administrativo y militar. Para ello, los asociaban al trono como "rey consorte", como ayudante en las tareas de gobierno. A veces, el proyecto prosperaba y los nobles elegían al favorito tras la muerte de su padre; otras, por el contrario, preferían otro candidato de mayor prestigio o que representaba en mayor medida los intereses de las familias más poderosas. En todo caso, ningún candidato era elegido por el mero hecho de "ser hijo de": no existía para ellos el derecho hereditario en virtud de la sangre.

En cuanto al sistema, era puramente asambleario, aunque es de suponer que precedido de conversaciones y pactos previos: los candidatos podían postularse a sí mismos o ser propuestos por otros. El elegido era elevado sobre un escudo, según la costumbre germana, aunque Leovigildo sustituyó ese hábito por un trono, como símbolo de igualdad con el emperador. A partir de Recaredo, con la inclusión de obispos en la asamblea, derecho del que nunca había disfrutado el clero arriano, el espectro de intereses se amplió y la Iglesia se convirtió en un elemento nobiliario más.

 

A- Cuentas que Leovigildo eligió a sus herederos como candidatos a próximos reyes cuando el peso debía recaer sobre el Aula Regia, y es evidente que se equivocó, pero parece que fue un buen rey ¿qué hizo por su pueblo?

Creo que no se equivocó en eso, sino que el factor humano es imprevisible. El propio Leovigildo había sido elegido como rey consorte por su hermano Liuva, ambos ya talluditos, y el resultado fue exitoso. Fue una decisión inteligente, porque Liuva no podía controlar solo un reino demasiado extenso sometido además al acoso de los francos, los suevos y los bizantinos, además de otros poderes locales menores. Liuva gobernó la Narbonense, el territorio más caliente, y dejó a su hermano la responsabilidad de la península. Tras la muerte de aquél, Leovigildo quedó como único rey.

La elección de Hermenegildo y Recaredo como consortes intentaba repetir esa experiencia, con un futuro gobierno compartido: Hermenegildo en el sur del reino y Recaredo en el norte. Si salió mal fue por la ambición de Hermenegildo, que provocó una guerra civil y la ruptura del proyecto. En todo caso, Leovigildo tenía muy claro que esos planes tenían que ser refrendados tras su muerte por la asamblea.

En mi opinión, Leovigildo no sólo fue un gran rey, sino que probablemente fue el último rey auténticamente visigodo, porque fue el último rey arriano, y con la abjuración de Recaredo y la oficialización del catolicismo, se perdió en gran medida la esencia del pueblo visigodo. En cierto modo, lo visigodo empezó a morir en el III concilio de Toledo. En cuanto a sus logros, fueron muchos. Se independizó del poder de los emperadores bizantinos, emitió su propia moneda, expandió los límites territoriales con la incorporación del reino suevo y sus vecinos independientes, Cantabria, el sur del territorio vascón, y muchos de los asentamientos que los bizantinos habían tomado en Hispania veinte años antes de su ascenso al trono.

En el aspecto religioso, promovió reformas para favorecer el entendimiento entre arrianos y trinitarios, y en el terreno legal eliminó algunas de las trabas que impedían la unificación social entre hispanos y godos, regidos durante casi dos siglos por leyes y jueces distintos.

 

A- En cuanto a su mayor equivocación, prácticamente provocó un cambio impensable entonces en la religión y las leyes cuando su primogénito decide usurpar su puesto y él ni lo castiga como debía hacer por ley. Puesto que Hermenegildo se hizo católico y a partir de aquí la historia se centra en esta lucha de religiones, me ha parecido que la religión arriana era más tolerante que la trinitaria...

Ése es uno de los episodios más manipulados de la historia, y el impulso inicial que me llevó a escribir "Sombras de mariposa". Nos han vendido la idea de que Leovigildo, prácticamente, asesinó a su primogénito por haberse convertido al catolicismo. La verdad fue muy distinta, pero la propaganda católica de la Contrarreforma se inventó un héroe allí donde sólo había un ambicioso usurpador. Hermenegildo se confirmó católico, y es de suponer que a su padre no le hiciera mucha gracia, pero no era motivo para decretar su muerte, porque Leovigildo estaba rodeado de católicos, entre ellos el comandante en jefe de su ejército, que no era visigodo, sino un hispanorromano llamado Claudio; como católicos y godos eran Masona, arzobispo de Mérida, y Juan de Bíclaro, que también fue obispo, de Gerona, años después. Buena parte de los altos cargos de la corte, hombres de su confianza, eran católicos. Pero Hermenegildo se proclama rey en Sevilla, y a ese delito añade otro no menos grave: emite una moneda con la leyenda "Dios conceda vida al rey", de forma que pone a Dios, y no a la asamblea, como avalista de su poder. Sólo un loco o alguien ajeno al pueblo visigodo podía cometer semejante Guillermogalvan3barbaridad.

Después de tres años de guerra civil, Leovigildo apresa a su hijo y, lejos de esa crueldad que se le atribuye desde la propaganda católica, se limita a exiliarlo en Valencia desprovisto de sus derechos de nobleza con la asistencia de un criado. Con su sentencia, el rey contraviene la costumbre hacia los usurpadores, que eran castigados con la amputación de la mano diestra, o de ambas manos, la decalvación (le arrancaban el cuero cabelludo) y la reclusión en un centro religioso tras haber sido ordenado a la fuerza clérigo en su más baja categoría. Y estas medidas se adoptaban no sólo como castigo físico o psíquico, sino para evitar que el condenado protagonizase una nueva intentona, porque ningún visigodo podía ser rey si le faltaba la mano de la espada, si carecía de su honorable y larga cabellera, o si era clérigo. A veces se elegía uno de los tres castigos, aunque a menudo (como demuestra Recaredo años después en la persona de quienes se levantaron contra su abjuración) se sumaban los tres. Pues bien, Leovigildo, contraviniendo la ley, lejos de castigar a su primogénito, se limita a exiliarlo, indemne.

La muerte de Hermenegildo se produce año y pico después, cuando éste escapa, con la probable intención de sumarse a las tropas de Guntram de Burgundia, tío de su esposa, que invaden la Narbonense. Detenido en Tarragona, y en un episodio más que oscuro, parece que es instado a deponer su actitud y, ante su contumacia en la rebeldía, ajusticiado. Es más que dudoso que la orden de ejecución llegara de Leovigildo, que en ese momento combatía al reino suevo a muchas millas de distancia de Tarragona y Toledo, y no faltan historiadores que sugieren la posibilidad de que la orden partiera de Recaredo, quien, casualmente, pasaba por allí en esas fechas a la cabeza del ejército visigodo que acudía en apoyo de Carcasona y Nimes, asediadas por los francos.

La figura de Hermenegildo fue rescatada del olvido mil años después de los hechos por Felipe II y el papado, que quisieron hacer del él un mártir católico frente a la herejía arriana, un paradigma de la lucha contra la nueva herejía luterana. Pero ni siquiera es tratado con benevolencia por los cronistas católicos hispanos de la época, que no dudan en calificarlo de tirano, de usurpador, frente a la legalidad representada por Leovigildo.

Leandro, arzobispo de Sevilla, e inductor personal del ingreso de Hermenegildo en el catolicismo, no le dedica ni una palabra en momento tan propicio para su recuerdo como el discurso de clausura del III concilio de Toledo. Tan sólo Gregorio de Tours, enemigo teológico y político de los visigodos, lo ensalza como mártir, y en ese interesado testimonio se apoyan luego quienes lo llevaron a los altares.

En cuanto al arrianismo, la verdad es que apenas nos han llegado datos sobre su teología y culto, más allá de la gran diferencia que les separaba de los católicos: creían que sólo el Padre es Dios, y tanto el Hijo como el Espíritu son criaturas creadas por Él, y, por consiguiente, de inferior rango. La Trinidad les parecía una entelequia irracional sin justificación alguna en los textos evangélicos. Aunque para entender su carácter, basta con remitirse a los testimonios de sus enemigos. Por ejemplo, Gregorio de Tours narra un jugoso episodio con el embajador de Leovigildo en la corte de Austrasia en que el legado declara que para un arriano tienen el mismo valor y merecen el mismo respeto los altares paganos que los católicos y arrianos; opinión que al turonense le parece blasfema, pero que da una idea precisa de hasta qué punto el arrianismo era tolerante frente al proselitismo excluyente de los católicos.

 

A- Dice uno de tus personajes que para acabar con un pueblo primero hay que acabar con sus dioses ¿no tienes la impresión de que en la actualidad esta técnica, en vez de llevarla a cabo los trinitarios de entonces, la llevan otras religiones más intolerantes utilizando aún palabras como "herejes"? ¿No se aprende del pasado?

Hay cosas que no se aprenden por muchos años que se cumplan. La palabra "hereje" es propia de las religiones monoteístas que, por principio, son excluyentes. Es más raro encontrarla en creencias politeístas, mucho más abiertas, aunque en éstas puede sustituirse por "impío". El hereje es el que piensa de forma distinta a lo admitido por el rebaño. Y si ese pensamiento se socializa y arraiga en una colectividad, surge la secta, o la religión equis. Así nació el cristianismo, de una secta de herejes del judaísmo al que luego Pablo de Tarso y sus sucesores dotaron de toda una "constitución" teológica propia. Pero el término herejía transciende a las religiones, pervive en lo más cotidiano de las sociedades. No es necesario remitirse a la religión para encontrarnos con la intolerancia. La semántica moderna lo resume en un conjunto de fobias a lo distinto. En definitiva, es un miedo profundo a admitir al otro, por el riesgo de que, en esa confrontación, se tambaleen los cimientos que me sostienen, y pueda yo descubrir que estoy equivocado.

 

A- Leyendo "Sombras de mariposa" queda claro que para conocer bien un país y cómo actúa, es necesario repasar partes importantes de la historia del mismo. ¿Por qué escogiste el reinado de Leovigildo?

La pulsión inicial de la novela fue el episodio de la ejecución de Hermenegildo. Era de las pocas cosas que me quedaron de la enseñanza escolar respecto a los trescientos años de hegemonía visigoda. Y en una versión que me rechinaba: no me cabía en la cabeza la idea de que un padre matase a su hijo por haberse hecho católico. Poco más sabía al respecto, salvo lecturas muy globales sobre ese amplio periodo y los detalles artísticos que nos legó.

Investigué durante ocho años, en las fuentes originales y en los historiadores más notables, y fue ese proceso de información el que me reveló la magnitud de lo sucedido en aquel último cuarto del siglo VI. Porque en ese periodo cambió radicalmente la dirección de un reino y, desde luego, la de una raza que llegó como conquistadora y terminó fundiéndose con la multitud de pueblos que conformaban la vieja Hispania.

Leovigildo fue, en cierto sentido, el eje sobre el que se pliega la historia visigoda, de forma que se puede hablar de un antes y un después de Leovigildo: antes de él, los visigodos eran "federados" (socios más o menos dependientes) del Imperio; con él, alcanzan su independencia total y pujanza; después de él, el balance de poderes cambia y llega la influencia directa del poder religioso, hecho que se proyecta a lo largo de los siglos hasta nuestros días.

 

P- En tu novela el personaje de Recaredo se aleja bastante de la imagen que la historiografía nos había legado hasta ahora, sólo por el hecho de haberse convertido al catolicismo. En tu novela no despierta precisamente simpatías. ¿Qué sentimientos te produjo a ti trabajar ese personaje? ¿Su papel en tu novela es un modo de desmitificarlo?

Creo que Recaredo fue un posibilista, un pragmático. Hoy mismo vivimos rodeados de posibilistas, y no todos resultan antipáticos: hay verdaderos encantadores de serpientes de ambos sexos más o menos aceptados por las mayorías sociales. La historia oficial nos ha legado la imagen de un rey que convierte al catolicismo a todo un reino. En aquella época, los debates teológicos quedaban para unos pocos que podían permitirse el lujo de pensar, de modo que si un obispo cambiaba de chaqueta, se consideraba que la mayoría de su grey lo hacía con él.

La realidad, sin duda, era muy distinta, porque a finales del siglo VI, las creencias eran un verdadero galimatías de opciones, con una dialéctica sumamente rica que en nada favorecía la homogeneidad. El paganismo era muy poderoso, como demuestra la constante preocupación de los concilios locales. El cristianismo tenía cien caras: además de los arrianos (presentes en Hispania y la Galia antes de la conquista visigoda), todavía seguía vivo el priscilianismo, llegaban al continente los monjes escotos con su particular iglesia céltica, la iglesia de Roma estaba teológica y políticamente peleada con la de Constantinopla por la hegemonía mundial, y la propia iglesia hispana tenía sus peculiaridades, algunas de ellas, absolutamente heréticas con respecto a los cánones de los concilios que habían definido la línea oficial católica.

Arrianismo y catolicismo hispanos no debían de ser marcadamente mayoritarios, pero sí que eran las religiones de los principales grupos de poder, y Recaredo, consciente del beneficio que podía alcanzar, pacta con la Iglesia un reparto de conveniencia mutua. Él convierte, en cierto modo, a los clérigos católicos en funcionarios reales, y a cambio concede a los obispos voz y voto en la asamblea nobiliaria, los asimila en poder a los duques (con capacidad de decisión sobre los impuestos y, por tanto, sobre las necesidades y presupuestos militares) y hace de los concilios, con abrumadora mayoría del clero sobre los laicos, foro legislativo, lugar donde se toman las grandes decisiones del reino.

Podríamos decir que Recaredo fue el fundador del nacional-catolicismo. Los historiadores académicos se rasgarán las vestiduras al leer esto, más por motivos semánticos que reales, porque consideran que no se puede hablar de nación/nacional hasta el siglo XIX. Y yo estoy de acuerdo con este matiz, pero lo que creó Recaredo y que ha pervivido durante la historia de este país hasta el momento presente salvo contadas excepciones, es la comunión de intereses entre monarquía (más adelante Estado) e Iglesia, algo impensable en la mentalidad de un arriano. En todo caso, no fue una transición ni mucho menos aceptada ni pacífica.

En cuatro de las seis provincias del reino se producen levantamientos saldados con mucha sangre; el más llamativo, en la Narbonense, con una guerra civil declarada y una nueva intervención de los francos de Burgundia a favor de los rebeldes; en la propia corte de Toledo se produce una conjura contra la vida del rey; en Mérida, los descontentos ponen en peligro de muerte a las autoridades militares y eclesiásticas de la Lusitania y las consecuencias son dramáticas; y el de la Tarraconense acaba con una amplia represión contra la nobleza. En todos esos levantamientos hay implicados duques, condes, obispos arrianos y altos representantes del reino. Las únicas provincias donde los cronistas no registran incidentes destacables por este motivo son Galicia, que acaba de sufrir la anexión y una reciente revuelta sueva reprimida por las tropas de ocupación de Leovigildo, y la Bética, que aún intenta recuperarse de tres años de guerra civil por la sublevación de Hermenegildo.

Así que el sentimiento al escribir sobre Recaredo no puede ser sino ambiguo. Por una parte, promueve simpatías, y no sólo como íntimo amigo de su primo Wilya, sino porque se trata de un hombre decidido, amigo de la vida, convencido de actuar en bien del trono y con valores, digamos, muy visigodos.

Por la contraria, resulta muy antipático, aunque sólo fuera por sus maniobras y por el maltrato que hace de la memoria de su padre, verazmente documentado en su discurso durante el III concilio de Toledo, el acto cumbre de su abjuración. La desmitificación de Recaredo era una cuenta pendiente con la Historia, como lo era la de su hermano mayor.

 

P- A la hora de presentar batalla al enemigo, parecían bastante comunes los combates singulares. ¿Podrías explicarnos en qué consistían y con qué fin se llevaban a cabo?

A partir de los testimonios de los cronistas, parece que así era. Pero no se trataba de episodios decisivos en una batalla, sino de simples retos personales a quien quisiera aceptarlos desde el campo contrario, lanzados por jóvenes guerreros deseosos de ganar prestigio o bien por ya afamados campeones. Eran formas de exhibirse ante los suyos y, en caso de victoria, de causar cierto impacto en el enemigo. Podríamos considerarlos una forma de "precalentamiento" bélico que, por lo general, no implicaba consecuencias excepto para los propios afectados. Nada tenían que ver con esa imagen tan divulgada por el cine en que dos líderes se juegan el destino de una batalla en duelo singular, y muchos menos en cuanto a sus formas: en aquella época, por la ausencia de estribos, el caballo se empleaba casi exclusivamente para una aproximación rápida y el primer impacto; luego, el jinete ponía pie a tierra, donde se sentía más seguro, para combatir.

 

Guillermo Galván y Anika en la Feria del Libro de Valencia

Anika -guillermogalvan

 

A- Durante el reinado visigodo ciertas creencias ya se habían extinguido prácticamente, pero introduces el elemento mágico en la novela para recuperarlo. El ritual que hacen Badwila y Wilya me recuerda mucho al de los chamanes...

Del mismo modo que se ha minimizado la presencia del paganismo en la sociedad hispana de la época, se ha querido hacer lo propio, por simple omisión, con el panteón germano respecto a los visigodos. Cuando éstos llegaron a Hispania hacía casi un siglo que el obispo Wulfila, un discípulo de Arrio, les había introducido en el cristianismo, pero sería ridículo pensar que habían olvidado por completo tradiciones cultivadas durante los siglos precedentes; entre otras cosas, porque seguían vivas en su forma de entender el honor, en los valores de sus códigos legales y en sus costumbres.

El cristianismo no pudo eliminar o suplantar, hasta pasadas muchas generaciones, los cultos paganos de Roma, como éstos no lo habían podido hacer con los prerromanos. Así que parece más que razonable que, aunque no de forma pública, y desde luego con la absoluta omisión de los cronistas, ciertos núcleos visigodos mantuvieran algunos de los ritos y tradiciones de sus tatarabuelos.

No he integrado en la novela, aunque estuve tentado de hacerlo, una idea que cada día me resulta más sugerente y que se refiere a las famosas fíbulas aquiliformes halladas en numerosos tesoros de la época. Porque estoy convencido, en contra de la opinión globalmente admitida, de que en esa tradición de los orfebres visigodos no se representan águilas, sino cuervos; los cuervos que acompañaban, como informadores de lo visible y de lo oculto, a Guodan, Wotan, Odín, o como queramos llamar al dios germano que decidía el vencedor de cada batalla.

 

P- En un momento dado Wilya tiene que cortarse el cabello, con gran pesar, para llevar a cabo una misión. ¿Qué significado tenía para los godos llevar el pelo largo?

El pelo largo, para un noble visigodo, era el símbolo de su posición, de su honra. Cortárselo sin su permiso (impensable creer que lo aceptara de buen grado) significaba una humillación, un insulto tan grave que hasta se le permitía tomar venganza impune contra el autor de semejante ofensa. Ningún noble godo se atrevería a presentarse en público sin su cabellera, porque era peor que aparecer completamente desnudo. Renunciar a su melena significaba, además, renunciar a uno de sus derechos: la posibilidad de ser elegido rey. Y no era una costumbre privativa de los godos.

Uno de los símbolos de realeza entre los francos era su cabellera, que caía libre, sin ataduras, sobre los hombros del rey. También entre los burgundios, que solían untar sus cabellos con grasa animal para aumentar su lustre, y entre los lombardos. Era una tradición prácticamente general entre los pueblos de raíz germánica, el signo visible de su nobleza.

 

A- Gracias a Wilya conocemos la vida más personal de los reyes de la época, pero lo involucras hasta el fondo: Wilya se enamora de Hilde, que le da un hijo a Recaredo ¿esta descendencia es real? ¿Existió alguna Hilde?

Existió esa mujer, aunque no con ese nombre, salvo que mi imaginación sea tan certera como para salvar el anonimato al que la condenaron los historiadores. Y existió su descendencia, que ocupó el trono visigodo tras su padre Recaredo con el nombre de Liuva (segundo). De este Liuva dicen los cronistas que era hijo de Recaredo y de "madre innoble", es decir, no perteneciente a la nobleza. Si a eso añadimos que Recaredo no estaba casado con ella, ya tenemos dos peculiaridades: una concubina de origen plebeyo, por emplear un lenguaje medieval. Son los únicos datos sobre esta mujer. Con ellos construí a la Hilde de "Sombras de mariposa" y me enamoré de ella, al tiempo que lo hacía Wilya.

 

A- La relación de los reyes entre sí se afianzaba con matrimonios concertados y da la impresión de que una sola esposa de fe trinitaria hizo mucho daño a la población visigoda...

Era vieja costumbre consolidar pactos territoriales con matrimonios concertados. El rey Atanagildo, primer esposo de Goswinta y predecesor de Leovigildo, casó a sus dos hijas, Brunegilda y Galsuinda, con los reyes francos de Austrasia y Neustria, hermanos entre sí. Ambas renunciaron al arrianismo por respeto a la fe católica de sus maridos. Ingundis, la joven esposa de Hermenegildo, era hija de Sigibert y Brunegilda de Austrasia, Sombrasdemariposa -portadapero se negó a aceptar la religión de su esposo, actitud le que trajo más de un disgusto con su abuela, la reina Goswinta.

Tal vez se ha sobrevalorado el papel de Ingundis en la evolución personal de Hermenegildo, pero es una historia apasionante desde el punto de vista literario, propia de una tragedia griega; como lo es la de su madre Brunegilda y su tía Galsuinda, que merecería en sí misma una novela. Es admitido que la confirmación de Hermenegildo en el catolicismo se debió fundamentalmente a la influencia que recibió de su joven esposa y de Leandro, arzobispo de Sevilla y hermano mayor de Isidoro. Y probablemente fue así, pero la clave de ese momento histórico no es tanto la conversión como su decisión de rebelarse contra su padre, dos acontecimientos sucesivos, pero separados en el tiempo. Y el papel que Ingundis pudo jugar en la trama política y sus sangrientas consecuencias no está ni mucho menos claro.

En mi opinión, Hermenegildo no necesitaba que se le jalease demasiado para llevar a cabo sus aspiraciones megalómanas.

 

A- Algunas personas evocan el mundo medieval de los visigodos como un mundo bárbaro e inculto, pero esto no es así. Cuéntanos cómo se vivía la cultura entonces -me ha llamado la atención Agali y la relación que tenían allí todos-.

Baste una anécdota bien documentada como ejemplo de esa visión errónea. Pocos años después de Leovigildo, el rey Sisebuto componía poemas y se permitía el lujo de discutir epistolarmente con Isidoro de Sevilla sobre la esfericidad de la tierra y otros aspectos del universo. Y Sisebuto daba sopas con honda, con argumentos científicos, a la lumbrera cultural de occidente que fue Isidoro, defensor de una tierra plana. Es evidente que un personaje así no se improvisa, que un rey de ese nivel cultural no sale de la nada, sino que requiere de una educación previa bastante erudita y concienzuda.

Desde luego, no todos tenían acceso a la alfabetización, ya fueran hispanos o visigodos, pero sí las clases pudientes de ambas razas y todo un séquito de funcionarios de variado rango. Al fin y al cabo, parecida realidad cultural dominó en España hasta el siglo XIX. Las principales ciudades contaban con bibliotecas y escuelas: muy elitistas, pero escuelas al fin y al cabo. Los concilios se resistían a aceptar la ordenación de clérigos que no dominasen la lectura y la escritura, y ciertos monasterios fomentaban el trabajo de copistas, entre ellos Agali, cuna de pensadores durante varios decenios, Servitano o Bíclaro/Vallclara, por citar los nombres más conocidos.

Hasta la abjuración de Recaredo, todo hace pensar que en estos centros de trabajo convivían personas de distinto credo en busca del objetivo común del beneficio cultural. Agali, por ejemplo, fue fundado por el rey Atanagildo, arriano, aunque entre sus paredes trabajaban también católicos, y es de suponer que hebreos, a quienes el arrianismo trató con mucha mayor tolerancia que lo hizo el posterior régimen católico.

 

P- Wilya parece aficionarse mucho en el monasterio de Agali a un juego llamado chaturanga. ¿Es ese juego un precedente del moderno ajedrez?

El chaturanga, o chatrang, es un juego nacido en la India, que llegó a occidente a través de Persia, con algunas modificaciones respecto al original, una de las cuales es el ajedrez. El chaturanga estaba concebido para cuatro jugadores, aliados de dos en dos. Cuando uno de ellos perdía el rey, el resto de sus piezas pasaban a formar parte del aliado. El tablero era el mismo que conocemos, de modo que cada jugador disponía de ocho piezas que partían desde las esquinas, básicamente las que tiene el ajedrez, aunque el caballo y la torre actuales eran un carro y un elefante, u otras figuras similares según su evolución. También podía jugarse entre dos, y en ese caso, cada uno de los jugadores contaba con dieciséis piezas, de modo que uno de los dos reyes se convertía en lo que hoy llamamos reina, y la distribución en el tablero era similar a la del ajedrez actual.

Aunque los movimientos eran prácticamente como hoy los conocemos, la elección de la pieza a mover en cada turno no era libre, sino determinada por el lanzamiento previo de un dado, que dictaba si podías mover un peón, el rey, el elefante, etc., de modo que la suerte desempeñaba también un papel importante en el juego.

 

A- En cuanto a la lengua, no obstante, el godo se había perdido prácticamente. ¿Qué idiomas prevalecían entonces?

La lengua goda no tuvo representación gráfica hasta el siglo IV, cuando el obispo Wulfila inventó un alfabeto para trasladar la lengua oral de los godos al lenguaje escrito. Cuando los visigodos llegaron a Hispania, un siglo después, ya se comunicaban en latín, la lengua del Imperio, un latín tan vulgar como el que podían hablar los hispanos, aunque con su acento peculiar. La lengua goda había quedado relegada al culto, tanto en su aspecto escrito como oral, de forma que los visigodos repetían en sus liturgias frases y oraciones que apenas entendían.

Era una situación similar a la que luego vivieron los católicos españoles durante siglos hasta mediados de los años sesenta del XX, cuando se decide que el culto se celebre en la lengua materna, y la misa con el sacerdote mirando a la comunidad: hasta entonces, los católicos repetían oraciones en latín que la mayoría eran incapaces de entender, muchas veces por simple similitud fonética con las preces originales.

El godo se proscribe definitivamente a partir de Recaredo, que avala la decisión de los obispos católicos de destruir sistemáticamente cuantos textos y reliquias arrianos aparezcan, bajo el eufemismo de someterlos al juicio divino mediante el fuego para verificar su autenticidad. Parece que ninguno resultó del gusto del nuevo dios trinitario, quien, por el contrario, quedó complacido con la absoluta destrucción de la lengua goda en Hispania. Así que el latín era la lengua generalizada en aquella época, al menos en los núcleos urbanos, porque en ámbitos rurales, y al igual que los viejos cultos paganos, es de suponer que pervivían aún lenguas o dialectos territoriales, como la de los antiguos vascones, o las propias de colectividades aisladas en Aregia, Sabaria, Oróspeda o la Bastetania.

 

Guilllermo, muchas gracias por hacernos disfrutar de tu novela. Esperamos de corazón que sea una de las más leídas este año porque lo merece. Un abrazo

Muchas gracias a vosotras por la paciencia de aguantarme, y por esa visión generosa sobre la novela. Yo también tengo puestas muchas esperanzas en ella, y ojalá sean muchos los lectores que encuentren en las páginas de "Sombras de mariposa" un motivo de disfrute o reflexión; y si pueden ser ambas cosas, mejor que mejor. Besos.

 

ver + Guillermo Galván

 

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