Anika entre libros

Entrevista a Francisco José Bocero de la Rosa por "La derrota"

"Puede que para muchas cosas tengamos rasgos negativos, que nos duela España, que han llorado nuestros mejores intelectuales y poetas, pero cuando se trató de una invasión, los españoles respondieron como uno sólo"

Firma: Pilar Alonso Márquez / Fotos: autor / Enero 2008

 

Francisco José Bocero de la Rosa es licenciado en Ciencias de la Información y Máster en Gestión y Administración de Empresas. Periodista especializado en economía y comunicación empresarial, ha desarrollado una extensa trayectoria profesional a lo largo de veinte años trabajando y colaborando en diversos medios de comunicación nacionales y andaluces, así como en organizaciones empresariales. Actualmente es director de comunicación y servicio de estudios de la Cámara de Comercio e Industria de Córdoba.

"La derrota" es su primera novela.

 

 

ENTREVISTA

 

A un especialista en economía y comunicación empresarial como Vd. ¿Qué le llevó a escribir una novela histórica? ¿Se encontró con muchas dificultades a la hora de publicarla?

Bueno, yo tuve la oportunidad de elegir destino como becario en un periódico, cuando comencé a trabajar y elegí economía por un mero intento de superación personal, era la asignatura que suspendí en la Facultad. ¡Y la aprobé después de aprender en el periódico! Después, cuando por motivos personales volví a Córdoba, comencé a trabajar en una institución empresarial y ya vino todo rodado. Pero siempre quise escribir en otro registro y como mis lecturas infantiles y juveniles fueron cosas de Walter Scott, Alejandro Dumas, Mark Twain y similares, pues tuve claro lo que quería hacer.

En cuanto a las dificultades, tengo que decir que Almuzara me lo puso muy fácil desde el principio, cosa que agradezco enormemente.

 

Al final de su libro reconoce que existe poca bibliografía sobre el saqueo de Córdoba en el año 1808. Sin embargo, los datos históricos son magníficos, incluso los detalles sobre la indumentaria de los diferentes cuerpos del ejército de uno y otro bando. Por otro lado, tanto André Castelot en su biografía sobre Napoleón como David Chandler en "Las campañas de Napoleón", hablan de un ejército de unos 18.000 soldados franceses contra unos 30.000 españoles en Bailén y Galdós de unos veinte mil entre ambos bandos. Con tantos datos dispares de unos y otros imagino que el trabajo de investigación habrá sido arduo.

Gracias por la calificación de los datos. Sí, el trabajo ha sido arduo porque, por ejemplo, existe amplia documentación sobre Bailén, pero muy escasa sobre los sucesos de Córdoba, lo que me ha resultado extraño. De cualquier manera, efectivamente, en lo referido a los datos, hay muchas fuentes que manejan cifras distintas. Lo que hecho ha sido recoger las que me parecían más ajustadas a la realidad, después de cotejarlas, y citarlas después al final de la novela para su consulta y, por supuesto, su procedencia. Sobre la batalla, los franceses siempre dieron cifras más elevadas de participación española para justificar la derrota, pero está documentado que, en el combate en sí, las fuerzas tuvieron bastante más igualdad de lo que se cree.

  

En su novela recorre una Córdoba que conoce y admira ¿es "La derrota" un tributo a la ciudad en que nació? ¿Qué acogida está teniendo?

Más que un tributo, he pretendido que sea una aportación de conocimiento de un pasado muy próximo que apenas se conoce. Verás, en Córdoba está muy presente la historia del califato y los omeyas. El esplendor antiguo de la ciudad, e incluso últimamente, la Córdoba romana, pero la contemporánea no tiene sitio, o al menos, un sitio adecuado. Está claro, el nuevo año nos trae el bicentenario de la Guerra de la Independencia, con muchas historias que conocer en muchas ciudades y la de Córdoba merece un lugar. Sobre todo porque es un ejemplo perfecto de cómo una ciudad sufre los rigores de una guerra sin quedarnos siempre en esta memoria histórica que obvia todo lo que no sea la guerra civil del 36. Me parece absurdo y, por supuesto, empobrecedor. Creo que hay más historia que recordar y conocer y no tan lejana, que, parafraseando al tango en otro nivel, 200 años no son tantos.

De todas formas, Córdoba es mi ciudad y, a pesar de todas las cosas que no me gustan, muchas, siempre la defenderé. Quiero pensar que, con mi trabajo diario, intento contribuir, como tantos miles de cordobeses más, a que sea mejor. Y respecto de la acogida no me puedo quejar, sino más bien todo lo contrario. Eso es muy gratificante.

 

Uno de los personajes del libro se llama Fernando de la Rosa, un médico cordobés. Su sobrino, Gonzalo de la Rosa, personaje de ficción. El autor, Bocero de la Rosa. ¿Algún parentesco lejano?

No, no tengo nada que ver con ellos. La familia de la Rosa del libro no es la mía. Ha sido un guiño personal para mi madre, quizá la persona más valiente y abnegada que conozco, supongo que como todas las madres.

En cuanto a Bocero de la Rosa, como autor, ha sido idea de mi editor llamarme de esa manera. Bien, ya le dije que me parecía un poco raro y que tendría que cambiar el apellido de los personajes de la familia para evitar equívocos, pero me dijo que no hacía falta. Vale, esta pregunta la estoy contestando continuamente, como me temía.

 

Las mujeres de los generales franceses les siguieron a la batalla. También creo recordar que muchas mujeres de los soldados ingleses, con hijos incluidos, siguieron a sus hombres a la Península para la guerra contra el francés. ¿A qué considera que se debía una práctica tan curiosa? ¿Era una costumbre extendida?

Sí, en la época era común. En realidad, más de los oficiales que de todos los generales, pero sí, en la expedición a Andalucía, participan también varias mujeres de los generales, como la de Chabert, que es la que empleo y otras que no lo he hecho como la del general de caballería Fressia, que cito como personaje, y que también acompaña a su marido.

Como práctica era curiosa, sí, pero debido a las características de las campañas y a la vida que llevaban, se consideraba normal. La moral del combate, el botín, etc. Independientemente de que también llevaban en ocasiones a sus amantes o a mujeres que les seguían por lo anterior.

 

En Bailén, aquel mes de julio, la temperatura era de 40 grados, las provisiones escasas y la sed inaguantable. Además, los españoles controlaban la única noria de las inmediaciones ¿Cree que en otras condiciones de temperatura y con provisiones abundantes el resultado habría sido distinto?

Es una pregunta difícil. Claro que las condiciones climáticas influyeron, y mucho, pero también influyó la disposición táctica española, su aguante y coraje ante las embestidas francesas y el desdén inicial de Dupont, que creía poder salvar el obstáculo que representaba el ejército español, primero sólo, y luego, esperando que la división Vedel, que estaba al norte, acudiese en su ayuda. Por supuesto, también hay que considerar bocero-portada2la parte de avaricia que existe al marchar con el botín de Córdoba, inmenso en longitud y número de carros y la orografía del terreno, que le impedía moverse con el convoy a sus espaldas y la amenaza del general Castaños, en marcha desde Andújar.

 

Le Moniteur, el diario del ejército francés, tergiversaba las noticias para que fuesen siempre favorables al Ejército Imperial, una práctica común a lo largo de la historia. ¿Sucedió así con la batalla de Bailén? ¿O no pudieron acallar la aplastante derrota de sus tropas?

Sí, así sucedió con Bailén. Napoleón no podía admitir que su ejército hubiera sido derrotado en España y contra el ejército español. No le tenía respeto alguno. Si la derrota hubiera sido contra el ejército inglés hubiese sido otra cosa. De cualquier forma, Le Moniteur era el principal instrumento de propaganda napoleónico y el emperador era un experto en propaganda. Era perfectamente consciente de su valor y, claro, la ponía a su servicio. Lo hizo siempre, desde el principio.

Por otra parte, mandó a varios emisarios a las cortes europeas continentales, a San Petersburgo sin ir más lejos envío a uno de sus hombres de confianza, Caulaincourt, general y diplomático, para convencer al zar Alejandro de que Bailén no sólo había sido una escaramuza, sino, además, victoriosa para las armas francesas. Napoleón pensaba que las cortes europeas se envalentonarían después de conocer la derrota e intentó evitarlo como pudo.

 

El mariscal Louis Alexandre Berthier no creía que Dupont fuese la persona adecuada para la campaña de Andalucía y, a pesar de ello, Napoleón lo designó para el mando porque era uno de sus generales preferidos. Puede ser que ese favoritismo le costara la victoria. ¿Al frente de otro general más adecuado, como el mariscal Adrián de Moncey, el resultado podría haber sido distinto? ¿O incluso con Napoleón al frente de sus hombres, a pesar de la leve inferioridad numérica?

Una de las grandes discusiones, creo, de siempre. Me refiero a lo que hubiera sucedido si Napoleón hubiese estado al frente del ejército. Una de las grandes quejas de los altos oficiales, Belliard y Savary entre ellos, era que el emperador no podía manejar la guerra desde lejos porque el tiempo que tardaban en ir y volver los correos era el tiempo en que se decidían las batallas. Normal. Las órdenes que daba Napoleón no podían ajustarse al campo de batalla por las condiciones cambiantes.

En cuanto a Moncey, era el mariscal que eligió el emperador para la expedición a Andalucía, pero este se dio cuenta de los peligros que entrañaba y rechazó la oferta. Entonces, Napoleón pensó en Dupont y en utilizar su ambición como seguro para la victoria. La relación que el emperador mantenía con sus generales era curiosa. Estimulaba la competencia entre ellos y procuraba que no estuviesen muy unidos, por si algún día se alzaban contra él. Hay un caso curioso de fomento de la rivalidad entre dos de sus mejores mariscales, como Lannes y Bessiéres. En uno de los libros que cito al final de la novela, "La batalla", de Patrick Rambaud, se retrata magníficamente.

  

¿Fue realmente Dupont tan incapaz como Villeneuve unos años antes? ¿Su indecisión o su excesiva prudencia fueron las verdaderas causas de la derrota?

Las únicas dudas que surgen sobre Dupont, de Berthier, que utilizo como licencia para la construcción de la trama, tienen su ejemplo en Villeneuve. Como te decía antes, Napoleón, ante la negativa de Moncey, la habilidad, usa a Dupont, la ambición. Por eso, no esperaba su derrota. Dupont ya había demostrado sus valores militares en batallas como Jena o Friedland, dos de las grandes victorias francesas de la época y con Napoleón en el campo de batalla, así que lo conocía perfectamente.

En cuanto a las causas de su derrota, el primer error estratégico, primero y definitivo, fue el saqueo de Córdoba. Si hubiera seguido camino a Sevilla, al menos un día después tras un descanso por el combate de Alcolea, quizá hubiese logrado llegar a Cádiz. Es muy posible que la historia fuese distinta. La indecisión le hace salir de Córdoba hacia el norte, esperando refuerzos, y la prudencia, es más bien una característica que aplico a Villeneuve en la comparativa que hace Berthier de ambos. El almirante sí fue un modelo de ambas cosas, en prudencia, como valor negativo, con las consecuencias ya sabidas de Trafalgar.

 

La guerra en España no fue igual a las campañas en Austria, Prusia o Italia. ¿Qué fue distinto aquí?

El pueblo, sin duda. Los españoles. El ejército francés combatía en Austria, Prusia o Italia, y no pasaba nada. En España, se levantó la población y nació el fenómeno de las guerrillas y los guerrilleros, de tanta trascendencia posterior. Puede que para muchas cosas tengamos rasgos negativos, que nos duela España, que han llorado nuestros mejores intelectuales y poetas, pero cuando se trató de una invasión, los españoles respondieron como uno sólo. Eso no se lo esperaba Napoleón, aunque sí lo vieron otros próximos, como Tayllerand, e incluso, William Pitt, el primer ministro inglés, que ya advirtió en una famosa cena años antes que la tumba de Napoleón sería España si se decidía a invadirla.

Por supuesto, al final no le quedó más remedio que reconocerlo. En las memorias que dictó al Conde de Las Cases en Santa Helena, acuñó su famosa frase de la "úlcera española". Con respecto a nosotros, lo trágico fue el "vivan las caenas" con que recibieron a Fernando VII, el peor rey con diferencia de la historia española. El paso adelante que fue el espíritu de la guerra de la independencia y la constitución de Cádiz, se trabó en una vuelta a lo peor de este país.

 

La visión que tenía Napoleón, y con él la mayoría de los franceses, del pueblo español dista mucho de ser halagüeña. No podía concebir que su ejército hubiese resultado vencido por esos "harapientos del sur". ¿Supuso para Vd. un placer especial escribir esta novela desde ese punto de vista, tratando de demostrar que podíamos ser igual o mejores que su "pueblo francés"?

No especialmente, no lo he hecho así, pero sí que tengo que admitir que pensar en el hecho de que ese desprecio congénito de Napoleón hacia los españoles, comenzando por sus reyes, fuera revolcado en Bailén, me place bastante. Como conocemos por la historia, desde ese viejo medieval, "señor que buen vasallo si hubiese buen señor", del Cid, si hubiésemos tenido otros gobernantes en gran parte de ella, seríamos otra cosa. No estoy pensando en términos de imperialismo histórico, sino de avance social, de autoestima colectiva, de progreso político. Nos hubiéramos evitado muchas cosas, mucho dolor, desarraigo y odio. En ese sentido, uno siente envidia de ingleses, franceses, alemanes y hasta de italianos, claro, que no sólo no le cortamos la cabeza a un rey, sino que, encima, como te decía antes, ¡recibimos con los brazos abiertos la vuelta al absolutismo más despótico de Fernando VII y sus secuaces!.

 

En una conversación con el mariscal Berthier, Napoleón comenta que los Borbones no merecían el trono de España. ¿A qué cree que se debía ese odio exacerbado del emperador contra los Borbones?

Al desprecio por los Borbones franceses, que para él representaban su peor enemigo interno, los realistas. De hecho, el rapto y asesinato del conde de Egmont, al que señala como cabecilla de la conspiración realista contra él, es uno de los actos más repudiados de la época.

Después, cuando conoce a los Borbones españoles, el viejo Carlos IV, la reina María Luisa y el jefe del Gobierno Godoy, del que se decía que era su amante, y el príncipe de Asturias, se reafirma en su idea de que eran una dinastía moral y vitalmente decadente y de que tenía que sacarlos fuera del trono de España. Las escenas de Bayona, donde Napoleón humilla a padre e hijo, Carlos y Fernando, están magistralmente retratadas en la novela "Yo, el rey" de Vallejo Nágera. Los Borbones eran para el emperador el pasado que cayó bajo la guillotina.

 

Tayllerand, Ministro de Asuntos Exteriores, y el mariscal Berthier compartían la opinión de la inconveniencia de una operación militar en España. ¿Realmente les tenía que resultar tan obvia cuál podría ser la reacción de la invasión en España?

Sí. Al primero, porque conocía España y sabía que, una cosa era su clase dirigente, vilipendiada en las cortes europeas, y Tayllerand era el jefe de la diplomacia francesa, y al segundo, a Berthier, porque como militar, le preocupaba la dispersión de fuerzas en toda Europa y la incógnita de abrir un frente en una España que respetaba aún cuando pareciese a punto de deshacerse.

La diferencia formal entre ambos, como cuento, es que a Tayllerand no le importaba dar su opinión en público, a espaldas de Napoleón, que de todas formas acababa enterándose. Sin embargo, Berthier era extremadamente prudente en sus comentarios y si tenía oportunidad de hacerlos, lo hacía directamente en privado al emperador. Era un tipo muy leal, a pesar del maltrato en las formas que sufría por parte de Napoleón en público.

 

José San Martín luchó junto a los españoles contra los franceses, y pocos años más tarde, regresó a Buenos Aires, vía Londres, donde luchó por la independencia de Argentina, Chile y Perú. En la novela apunta ya a la idea de dicha independencia, aunque aún no había entrado en contacto con los miembros de la que sería conocida como "Gran Reunión Americana". ¿Un modo de llamar la atención sobre un personaje de gran trascendencia, que sería más tarde llamado Padre de la Patria en Argentina?

Más que eso. Un modo de recordar que combate en Bailén, es capitán agregado del regimiento Borbon de caballería de línea, y que, antes de convertirse en el caudillo independentista americano, es incluso condecorado por su heroísmo en el combate, aunque no exactamente en Bailén, sino en una acción en Arjonilla, cerca de la localidad, y con anterioridad a la batalla. Además, un mes antes, está destinado en Cádiz en el regimiento Campo Mayor, y es testigo del asesinato del marqués Francisco Solano. La historia tiene estos curiosos detalles, estas curiosas paradojas. Un "patriota español", que muy pocos años después, se convierte en un furibundo "antipatriota español".

 

En la novela hay una escena que se desarrolla en la sala capitular del Ayuntamiento de Córdoba. El marqués de la Puebla observa un cuadro de un tal José Pérez que representaba la conquista de Córdoba por Fernando III el Santo. ¿De qué cuadro se trata? ¿Continúa colgado en algún lugar de ese edificio?

Esta escena está tomada del libro de Ramírez de Arellano "Paseos por Córdoba", archiconocido en la ciudad, que, en uno de sus apuntes, habla del cuadro en ese tono y en esos momentos, una pintura colgada en el Ayuntamiento de mala calidad y con motivos casi ridículos. Me ha servido para la construcción de la escena de la reunión de la Junta cordobesa.

 

Tal vez el episodio más conmovedor de toda la novela sea el que protagonizan Francisco Solano, marqués del Socorro y la Solana, y su ayudante Pignatelli, durante la revuelta de Cádiz, por desgracia un hecho no aislado. ¿Fue realmente Pignatelli quien disparó al capitán general de Cádiz?

No, pero, como en la pregunta anterior, la escena es rigurosamente cierta, ateniéndome a las fuentes consultadas, especialmente en este caso al clásico de la Guerra de la Independencia del Conde de Toreno, contemporáneo del período. Es cierta en el sentido de que Pignatelli es el ayudante de Solano y de que está con él en la revuelta y huida, es decir, en la escena. El respeto que le muestra y la indignación ante el linchamiento de su general, me han servido para apuntalar la misma escena. Sí, es conmovedora porque, sobre todo, refleja el odio popular ante los franceses, sin pararse a pensar en las consecuencias, como fueron las de asesinar a inocentes. Solano entre ellos.

 

En el momento de la batalla, el botín obtenido del brutal saqueo de Córdoba parece prioritario. El mismo Galdós comenta que el afán de conservarlo impidió a los franceses retirarse por la sierra ¿Estaban los generales tal vez más preocupados por conservar sus riquezas que por organizar la batalla?

Sin duda, estaban muy preocupados por su botín. Eran sus "dividendos" por la expedición, lo normal de la época. Pero se retiran por el camino real y no por la sierra, en mi opinión y no quisiera contradecir al maestro Galdós, porque esperaban encontrarse con los refuerzos de Madrid, la división Vedel, y logísticamente, era mucho más fácil y seguro, porque tampoco creían que el ejército español fuera muy numeroso o excesivamente peligroso como para no vencerlo si había batalla. Por supuesto que llevar 500 carros era más sencillo en llano que en sierra, pero no tenía sentido retirarse por la sierra aún cuando no hubiesen llevado tanto botín. Y eso que, varios días antes de Bailén, son derrotados en un combate, el de Mengíbar, en la comarca, como precedente de lo que les esperaba.

 

Dicho botín ocupaba unos 500 carromatos, que dificultaban el avance. ¿Algo de todo aquello pudo regresar a la ciudad, aunque fuese muchos años después?

Muy pocas cosas porque se pierde desde que el ejército francés se rinde en Bailén hasta que llega prisionero a Cádiz.

 

El Hospital del Cardenal, hoy convertido en Colegio Universitario si no me equivoco, era, en aquella época, el mayor de la ciudad. Cuentan que en algunas contraventanas hay escritos nombres y fechas de algunos de los pacientes que estuvieron allí desde el siglo XVIII. ¿Siguen existiendo esas inscripciones? De ser así, ¿sabe si hay alguna que haya podido ser identificada como perteneciente al período en el que se desarrolla la novela?

El Hospital del Cardenal es hoy la Facultad de Letras de Córdoba y, sí, era el mayor hospital de la ciudad. Lo elegí, al margen de las inscripciones y su identificación, por su proximidad a la Mezquita Catedral y a los hechos, además, lógicamente de por su tamaño. Hoy, está muy reformado, pero se puede hacer una idea de lo que supuso en su tiempo.

 

El coronel Bertrand, cirujano del II Cuerpo de Observación de La Gironda, habla con el doctor Fernando de la Rosa sobre los métodos del cirujano militar Goullard. ¿Es Goullard un personaje real? ¿En qué consistían esos métodos, como el agua vegetomineral que menciona Vd. en su libro?

Sí, como la mayoría de los personajes, Goullard es real. Era un cirujano militar del siglo XVIII que trató de encontrar métodos para la curación de heridos en el campo de batalla. Siempre, claro está, que se pudiera. Y es que este es un aspecto bastante trágico de entonces.

La mayoría de los heridos en combate acababan con sus miembros amputados, sin que, en muchas ocasiones tuviera que hacerse, pero ante la amenaza de la gangrena, sobre todo por las heridas de bala, que no mataban como no fuese muy cerca, el remedio era cortar. El agua vegetomineral era uno de los remedios de Goullard y ya que Fernando de la Rosa estuvo en París estudiando, conoce los métodos del doctor francés.

Como apunte, en la novela pongo en boca de Berthier, lo que solía ocurrir con muchos reclutas que no querían ir a la guerra, que se quitaban los dientes. ¿Porqué? Porque sin dientes no podían morder el cartucho para disparar y eran declarados no aptos. Muchos campesinos franceses hicieron eso.

 

Volviendo al hospital. Cuando Dupont abandonó Córdoba dejó allí a algunos de sus hombres heridos, incapaces de realizar el viaje. Se sabe que en otras ciudades, ante situaciones semejantes, los franceses fueron asesinados en cuanto las tropas abandonaron las localidades. ¿Qué sucedió en Córdoba con aquellos heridos? ¿Se respetaron sus vidas por miedo a las represalias?

Fueron encarcelados hasta que llegaron las tropas de Castaños, 15 días después. Y no fueron asesinados no por miedo a represalias, sino porque así lo estipularon con Dupont, cosa que las autoridades cordobesas respetaron.

 

Tras la derrota de Bailén, los soldados franceses fueron conducidos a Cádiz y deportados a la isla de Cabrera, donde de los trece mil quinientos que desembarcaron apenas quedaban tres mil cuando fueron recogidos por los barcos de Luis XVIII, cinco años más tarde. Imagino que la demora se debió a la guerra, y que sólo en 1814 pudieron ser rescatados. En su libro es apenas un apunte en su epílogo. ¿Nos puede contar algo más?

Es apenas un apunte porque daría para otra novela. La historia de los presos de Cabrera es bastante trágica, por repetir adjetivo. No hubo demora por la guerra, sino que se convirtió a la isla en una gigantesca prisión militar y fueron abandonados a su suerte, de tal modo que hasta hubo casos de canibalismo porque no se les enviaba comida ni ropa, salvo muy de cuando en cuando y en la isla no había nada para comer. Fue un episodio oscuro y poco edificante, aunque hablar de episodios poco edificantes en aquellos momentos parezca irónico, especialmente por el comportamiento de los franceses, pero es curioso que los códigos de honor se aplicasen de forma extraña. En este caso, no hubo ninguno.

 

Diego Millán era canónigo del Cabildo catedralicio de Córdoba. En un principio era contrario a combatir a los franceses y más tarde se convirtió en un furibundo antifrancés, por usar sus mismas palabras. ¿Cree que fueron muchos los afrancesados o simpatizantes que cambiaron sus ideas a raíz de los acontecimientos de Córdoba?

Por supuesto. Forzados por las circunstancias, pero por supuesto. Más que con el canónigo Millán, intento ilustrar el caso con Miguel Aguado, uno de los amigos de Gonzalo de la Rosa, afrancesado de principio y que cambia de opinión tras el saqueo, aunque hace amistad con Grivel.

 

En realidad, fue el suizo Teodoro Réding quien derrotó a Dupont en la batalla de Bailén. ¿Por qué cree que se le adjudicó la victoria al general Castaños?

Bueno, es una respuesta fácil. Porque fue Castaños quién negoció la rendición con Dupont. Castaños llegó tarde, cuando la batalla había acabado, pero fue ante quién Dupont se rindió finalmente. El celebérrimo cuadro de Casado del Alisal así lo refleja y es un perfecto ejemplo de cómo siempre se ha considerado a Castaños vencedor.

 

Jean Baptiste Grivel es sin duda, para mi gusto, el personaje más atractivo de la novela, con una azarosa vida durante y tras la Guerra de la Independencia. ¿Siente predilección por alguno de los protagonistas de su obra?

A todos he intentado dibujarlos según el perfil que tenían, en mayor o menor grado, gracias a la documentación manejada. A Grivel, en este caso, por sus memorias, y al resto de igual manera. No sabría decirte si hay alguno que sea predilecto, quizá Berthier es el que más cómodo me ha hecho sentirme, me ha sido muy fácil meterme en su piel, como también Fernando de la Rosa. Pero no sabría decir porqué.

 

La portada del libro es, como he dicho en mi ficha, una pequeña obra de arte. ¿Ha participado Vd. de algún modo en su elaboración?

No, sólo con los textos, que también transformamos ligeramente respecto del que abre la novela. La creatividad de la portada es obra de Antonio Cuesta, el editor. Yo fui el primer sorprendido cuando la ví. Me pareció, perdón por la efusividad, espectacular. Creo que recoge muy bien el espíritu de la novela.

 

"La derrota" ha sido su ópera prima ¿Se ha sentido cómodo escribiendo novela histórica? ¿Piensa repetir? ¿Podría adelantarnos algo?

Sí, me he sentido muy cómodo y, además, tengo que decir que cuando comencé a redactar definitivamente el texto en agosto de 2006, tenía casi 100 páginas de material escrito. Me quedé con siete, el resto lo deseché y volví de nuevo a escribir. Y cuando comencé a hacerlo, la novela se fue escribiendo sola. Puede parecer extraño, pero fue como SI las piezas de un gran puzzle comenzasen a encajar de forma natural, sin forzar nada, cada cosa en su sitio.

Por lo demás, sí que tengo varias ideas, algunas sobre novela histórica y otras no. Creo que cuando se habla de novela histórica hay que tener cuidado porque hay muchas novelas cuyo argumento transcurre en una determinada época y no por ello se consideran históricas y viceversa. Lo que sí creo es que novelar de manera arbitraria la historia es algo que nunca haría. Creo que es una estafa al lector, porque una cosa es usar las legítimas licencias literarias para construir personajes y situaciones y otra deformar la realidad para construirlas.

Y por supuesto, intentar reflejar de modo natural la época. No hace falta que los personajes hablen, por ejemplo, en una novela medieval con el lenguaje de la época, no se entendería, pero sí que se respete de algún modo la misma. Por ejemplo, me parece muy chusco que si una novela transcurre en la corte de la Granada del siglo XV, se emplee la expresión, "se fumaron unos canutos de hachis". Lo normal es que se dijera algo así como "aspiraron hachis, o si quieres, "fumaron hachis", pero lo de unos canutos me suena a pura coña, porque no me imagino a unos tipos liándose un canuto con papel de fumar, una boquilla, etc, como si estuvieran de botellón en la Alhambra.

Pero bueno, es una opinión muy personal y respeto el trabajo ajeno, que ya por hacerlo merece un respeto. Además, supongo que también habrá quien encuentre en La derrota alguna cosa que le suene también chusca, pero creo que hay que cuidar muy mucho los detalles, salvo que emplees un mismo registro para escribir. Entonces, nada que decir, desde luego.

 

Ha sido un verdadero placer leer su libro, lo he disfrutado mucho, y un honor tener la oportunidad de entrevistarle. Muchas gracias por todo y suerte en sus futuros proyectos.

Muchas gracias a ti por tu tiempo y por tu amabilidad. Ha sido un verdadero placer responder a tus preguntas.

 

ver + Francisco José Bocero de la Rosa

 

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