Anika entre libros

Entrevista a Francisco Balbuena por "El alcalde del crimen"

"Las medias ideas las tiene todo el mundo durante todos los días, y en abundancia. La cuestión es aprovecharlas para que se conviertan en ideas narrativas"

Firma y fotos Gemma Nieto / Marzo 2011

 

Me encontré con Francisco Balbuena una cálida tarde de marzo para charlar sobre literatura y tomar un café en su compañía. Tras haber leído su última novela publicada, El alcalde del crimen, un thriller con notas de novela negra e histórica, quizá esperaba encontrarme a un hombre de acción. Muy al contrario, me topé con un pensador… y un pensador excelente. No en vano hay que tener el cerebro tan bien amueblado como él lo tiene para escribir las historias complejas e interesantes que él escribe.

El alcalde del crimen nos habla de una serie de crímenes horrendos que suceden en la ciudad de Sevilla a finales del siglo XVIII cuando, el que sería un insigne político español, Gaspar de Jovellanos, es todavía un joven ilustrado que ocupa el cargo de juez de la ciudad. El asesino cuenta con los últimos avances científicos de la época para dejar tras de sí los cuerpos sin cabeza de una serie de sacerdotes de dudosa reputación cuya sangre tiene un aspecto "gomoso". Corresponde a Gaspar de Jovellanos, ayudado por un intrépido viajero inglés, resolver los crímenes antes de que la ciudad de Sevilla se levante en armas.

Francisco Balbuena es Licenciado en Ciencias de la Información y funcionario de carrera; alterna su trabajo con su gran pasión, que no es otra que la escritura. Gracias a ella ha conseguido posicionarse en el panorama literario actual ganando el IV Premio de Novela Ciudad de Badajoz con Portentos de ultramar, el IX Premio de Novela Francisco García Pavón por El oráculo de la tortuga, el XI Premio Río de Manzanares de Novela con su obra El jardín de ajenjo y el XIV Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe con No hay perro que viva tanto. Asimismo, ha sido finalista de numerosos premios, entre ellos el Planeta, el Fernando Lara, el Primavera y el Azorín.

Con tantos galardones a sus espaldas, no podía desaprovechar la oportunidad para conocerle, entrevistarle y acercar un poco más su obra a los lectores de Anika Entre Libros.

 

ENTREVISTA

 

Cuando no se vive sólo de la literatura, no debe de ser sencillo compaginar una vida laboral plena, con la literatura y con la propia vida personal ¿Cómo te organizas para que a tu día a día no le falten horas?

Me organizo desde la sencillez. El escritor que vive una vida complicada escribe poco, y a menudo mal. Mi trabajo en la vida extraliteraria no me es muy exigente, tanto en horario como en dedicación. Cumplo muy bien con él, nunca he estado de baja y siempre ficho a mi hora, pero no me absorbe más allá de cinco horas. Así que me dedico a escribir por las tardes y los fines de semana. Y sobre todo en los meses de estío. Para mí la luz solar es imprescindible para escribir buena literatura. Si viviese en Londres sería espía. Y es imprescindible por una razón casi metafísica: porque así siento que tengo tiempo por delante, que el mundo me está abriendo su luz eterna, por así decirlo, que la muerte queda a un plazo aún muy lejano. Por el contrario, en invierno todo invita al recogimiento, a cobijar el alma, como si el mundo se apagase y no hubiese más días. Yo necesito la expectativa del futuro; escribir es una tarea muy dura que requiere ese acicate casi trascendente. En consecuencia, no soy de hábitos nocturnos para escribir; la noche debe quedar para el sueño y, de vez en cuando o cuando se pueda, para el amor.

 

Tu producción literaria es muy diferente. Nos encontramos obras como El jardín de ajenjo, una historia de políticos con pocos escrúpulos y ladrones de guante blanco; o No hay perro que viva tanto, una novela negra; amén, de otras obras que guardas en un cajón, mucho más literarias que comerciales. ¿Escribes un tipo de novela u otra en función de tu estado de ánimo, de las ideas que te surgen, de lo que te pide la propia historia…?

Como decía antes, escribo de acuerdo a lo que me exige cada historia. No sé si será una rémora o una virtud, pero creo que soy un novelista muy versátil: lo mismo puedo escribir obras muy literarias y quizá para minorías, como a continuación escribir novelas más asequibles y de lectura no tan exigente. Mi política es, puesto que todavía no estoy en la Academia ni estoy consagrado, alternar novelas de un tipo con las del otro. Así siempre mantengo el abanico lo más abierto posible.

He escrito novelas para todos los gustos. Citarlas aquí pormenorizadamente colapsaría el portal de Anika. En todo caso, creo que hay un nexo en común en todas ellas: una prosa elegante, casi de ritmo musical, muy agradable de leer. Eso es lo que pretendo. Siempre tengo en mente que al lector nunca se le debe engañar, que el lector es una persona inteligente y de sensibilidad, y que hay que ser honesto con él. Por ello procuro no aburrirle. Se pueden contar las cosas más profundas y enrevesadas, y al mismo tiempo con una lectura placentera.

balbuena1En cuanto al ánimo, siempre es el mismo: el peor posible. Lo recomiendo.

 

Hablando de "ideas". ¿Cómo te surgen esas ideas para tus novelas? ¿Leyendo otros libros, por las noticias de la prensa, de los acontecimientos de tu propia vida diaria?

Mis ideas de las novelas tienen que ver con las vacas. Es decir, se asemejan mucho a rumiar. A este proceso yo le llamo digerir medias ideas. Las medias ideas las tiene todo el mundo durante todos los días, y en abundancia. La cuestión es aprovecharlas para que se conviertan en ideas narrativas. Y esto sólo se consigue dándoles vueltas y más vueltas en los once estómagos de los escritores, hasta que adquieren la forma de una papilla que fluye desde un principio hasta un final. Aquí entonces hay una idea aprovechable.

Yo sigo mucho el procedimiento de unir o juntar conceptos o cosas que en apariencia no tienen nada que ver entre sí, o que su relación es meramente circunstancial. O sea, por ejemplo, uno a un policía chuleta y a una monja rabiosa y me dan una relación nueva y sugerente. Porque hemos de tener en cuenta que en toda historia, aunque sea la más intimista y sutil, siempre hay un conflicto. Si no hay conflicto no se puede escribir una novela. Una narración es un conflicto que se desarrolla desde su principio hasta su resolución. Cuanto mayor sea el conflicto, mayor será la fuerza de su argumento. Por ello muchos colegas cometen el error de escribir novelas con conflictos poco remarcados, muy débiles; y, lo que es peor, sin resolver bien esos conflictos, eludiendo las consecuencias implícitas en su desarrollo anterior.

Mis ideas las voy tomando de muchísimos sitios, de cualquier cosa que me llame la atención. Hay que estar siempre con la antena bien puesta para captar lo interesante. En todo caso, ser una enciclopedia de anécdotas y de conocimientos no te da capacidad suficiente para escribir una buena novela. Hace falta algo más. Hay gente que le llama inspiración, técnica, oficio… Yo le llamo tensión espiritual. El escritor de fuste tiene que hallarse en un sin vivir. Con la sensibilidad tan al límite que de cualquier chatarra puede extraer metales preciosos.

 

En tu obra, ¿qué es antes, los personajes, la trama, la documentación… o la historia va surgiendo ante tus ojos como un todo indisoluble?

El alcalde del crimen se inspira en una imagen, en un cuadro. En el célebre y magistral retrato que Goya pintó de Jovellanos, cuando éste ya era Ministro de Gracia y Justicia. Es un retrato que siempre me había fascinado. Esos ojos melancólicos de Jovellanos, esa tristeza que desprende su figura, pero también su elegancia, su compostura. Pensé que ahí había un misterio, un secreto de toda una vida, y que yo tenía que desvelarlo en una historia. De ahí surgió la idea. Ese cuadro era el principio, y sobre todo el final, de una novela; de modo que la tarea consistía en rellenar lo que se cuenta entre medias, en total casi setecientas páginas.

Yo planifico mucho mis novelas. La clave estriba en tener una idea lo suficientemente poderosa que impulse a un argumento con mucho motor. Recomiendo a mis colegas que se haga así por un par de razones: porque nadie mejor que tú puede saber a dónde te diriges; y porque siempre, sea como sea que escribas una novela, habrá un final ya escrito en el futuro, de modo que es conveniente que ese final futuro sepas tú cómo ha de ser en lugar de que te lo imponga el azar. A partir de aquí hay que ir enriqueciendo el argumento, dando vida a los personajes, haciéndolo creíbles con profundidad en sus almas, arropándolos con unas vidas cotidianas que los sujeten a este mundo y no nos los hagan parecer meros títeres en manos de un autor caprichoso.

La trama de una novela es su argumento bien trabado en sus múltiples aspectos. Yo trazo las líneas generales de las tramas desde el principio, atendiendo a las líneas principales y a las secundarias, sin perder nunca de vista la progresión dramática. No puede ser que una novela tenga partes que flaqueen, que la historia conduzca a callejones sin salida, que los personajes nos den impresión de inconsistencia. Una novela es como un ser orgánico, que vive a través de todos sus componentes. Una novela bien escrita, en definitiva, es uno de los actos intelectuales más complejos que puede emprender el ser humano, junto con diseñar el código fuente de Facebook.

 

Sobre tu última novela, El alcalde del crimen, ¿por qué escribir una obra a medio camino entre la novela negra, la histórica y el thriller? ¿Qué te atrajo de su protagonista principal, un joven Gaspar de Jovellanos que más tarde sería un importante político español? ¿Quizá pudo más tu atracción por la época histórica, la Sevilla del siglo XVIII?

Yo en realidad no creo mucho en los géneros. A mí me parece que en la literatura hay novelas buenas y novelas malas, y que cada novela tiene su forma de ser contada y sólo ésa. La cuestión es dar con esa forma que nos convertirán una novela en una obra redonda. Yo enfoco mis novelas como lo haría un pintor ante un nuevo cuadro: le doy una imprimación de base, destaco determinados colores sobre otros, las figuras puedo tratarlas de una manera en lugar de otra distinta, la luz adquiere un matiz quizá muy diferente a lo acostumbrado. Esto es lo que se llama estilo. También, en concreto, es lo que en novelística se llama tono, tan difícil de conseguir.

En El alcalde del crimen su argumento me exigía que lo tratase de la manera en que lo hice, y no de otra. Hemos de tener en cuenta que su idea habla de la pérdida trágica de un amor, pero también de su conservación. De aquí se deriva todo. El protagonista Jovellanos en sus años juveniles pudo pasar por ese trance: por un amorío muy difícil, por sucesos en una Sevilla atormentada por grandes conflictos, por una época, la Ilustración, de enormes tensiones, habitada por gentes muy refinadas pero también llena de seres abyectos. Por todo esto, se imponía que enfocase el argumento como un thriller. Un thriller dentro de un contexto histórico con concreto, fascinante y a la vez evocador.

En consecuencia, al pensar la obra tenía delante de mí a un protagonista que había sido un importante personaje histórico, pero poco conocido en sus años mozos. Una ciudad, Sevilla, que entonces estaba sumida en la decadencia, pero que aún conservaba esa aureola de siglos pasados de ciudad cosmopolita, aventurera, rica y peligrosa. Y además aparece un inglés avispado y divertido como Richard Twiss, una actriz descocada y temperamental como Juana de Iradier, un médico extravagante como Morico, siniestros sicarios de la Inquisición, un asesino imponente y balbuena-gemmamisterioso, espías sin escrúpulos. ¿Qué más podía pedir yo para escribir esa novela? Nada más; tan sólo que no me fallase la CPU del ordenador.

 

Francisco Balbuena y su entrevistadora, la escritora Gemma Nieto

 

Para gustos, los colores. Y yo prefiero quedarme con tu opinión, como padre de la criatura ¿qué destacaría Francisco Balbuena de su propia novela?

La novela gira en torno a la pasión, sin duda. El alcalde del crimen es una exposición, o un arrebato literario, más bien, sobre las pasiones, ya sean políticas, ideológicas, artísticas o amorosas. La pasión capital sobre la que gira el argumento es la que da vida al idilio de Jovellanos con Mariana de Guzmán. El suyo es un amor desesperado y exasperado, tormentoso, a veces plácido, a menudo azaroso. Hay muchas barreras que se interponen en su romance; ante todo sus diferencias de clase y el ambiente emponzoñado que se vive en la Sevilla que los acoge. Contra todo ello ambos, Jovellanos y Mariana, han de luchar. Su amor pasa con pruebas muy graves. La última será la más terrible. Pero creo que también es la que nos encoge el corazón en momentos de gran dramatismo y ternura. Porque viene a decirnos que el amor puede dar sentido a toda una vida y salvárnosla.

 

El alcalde del crimen es una novela que ofrece la posibilidad de escribir una segunda, incluso, una tercera parte. ¿Habías pensado ello?

En efecto. El protagonista, Gaspar de Jovellanos, se presta a más aventuras tan emocionantes e intensas como la de El alcalde del crimen. Jovellanos vivió una época apasionante, de grandes cambios sociales y de convulsiones políticas, una época que tan sólo era la antesala de la modernidad, con sus avances tecnológicos, sus exploraciones geográficas, su miríada de sujetos extraños o exóticos. Tal vez si la editorial me lo pidiese, podría plantearme escribir otros episodios, como una trilogía. Es algo que no depende de mí, sino de los hados editoriales.

 

Pasando a un terreno más personal, seguro que la literatura te ha deparado momentos inolvidables, anécdotas que te han sacado una sonrisa o, incluso, los colores ¿nos contarías alguna de esas anécdotas?

Tengo montones de anécdotas en el disco duro. Quizá un día, si llego, las plasme en mis memorias, cuando pueda escribir lo que me dé la gana sin el temor de ir a la cárcel. Tal vez en el discurso de aceptación del Premio Cervantes, a modo de divertimento ante el Rey, me recree en algún que otro episodio digno de la carcajada. Don Felipe y doña Leticia me lo agradecerían.

Os contaré algo de un acto de hace unos meses en Getafe. Daré nombres porque sé que sus protagonistas son buenas personas y con sentido del humor. Estaba yo en la fiesta que el Getafe Negro organiza todos los años en El Corte Inglés de dicha ciudad. Había un buffet frío y el salón estaba que no cabía un alfiler flaco. Cuando llegué media hora antes, no obstante, apenas se encontraban tres chicas y un tipo alto y robusto como Goliat. Estaban algo despistados, no sabían cómo hincar el diente a los canapés de caviar. El caso es que me propuse a hablar con una de las chicas, que era Anik Lapointe, la encantadora editora de RBA. Me presenté. Hablamos de libros y nos reímos de la vida. Entonces le conté que yo era el ganador de la presente edición del Getafe Negro, con una novela escrita en formato Twitter. Los maravillosos ojos azules de Anik brillaban de sorpresa.

El caso es que más avanzado el acto, cuando no cabía ya un alfiler más y habíamos dado cuenta de todo el jamón serrano, me hallaba yo hablando en un corro de amigos. Y en eso que veo de reojo a Anik dar codazos en la barriga del sujeto alto y fuerte que le acompañaba, y encima me señalaba a mi persona. Resulta que ese individuo era Philip Kerr, el autor escocés de novelas negras. Por lo visto este hombre había escrito el año anterior una novela en Twitter. Así que en ese momento, con los sutiles codazos de su editora, la bella e inteligente Anik, seguro que le estaba diciendo: "Mira, mira, Philip… Ese alfeñique de ahí te ha ganado. Ha escrito una novela en Twitter de doscientas veinte páginas; no como la tuya, que es de cinco". El gigantón Philip me miraba con la expresión desencajada, sin dar crédito a sus ojos. Pero es que ya se sabe que los escoceses son muy agarrados, incluso con las palabras. Ahogué la risa con mi vaso de Fanta de naranja.

 

Entrando de lleno en ese terreno personal que adelantaba con la pregunta anterior, ¿en qué gastas tu tiempo libre cuando no estás trabajando o escribiendo? ¿Qué aficiones tienes?

No tengo ninguna afición, ningún hobby, no hago ningún deporte aunque poseo un tipo de sílfide y estoy más fuerte que un búfalo. Apenas veo televisión, casi no voy al cine, no leo tanto como debería, y entre lo que leo casi nada es de ficción. Sin embargo, me interesa todo. Me gusta estar muy bien informado. Me apasionan las ciencias, la filosofía, el arte, la cinematografía, el mundo de Internet. Procuro dominar todas las técnicas de la literatura, saber de todo lo importante que se ha escrito y que se está escribiendo; creo que es obligado estar al tanto de ello. Si nos dedicamos al oficio de escribir, hay que conocer sus herramientas.

Desde muy pequeño he pintado y dibujado muy bien, con matrículas de honor. Hubo un tiempo en que quise dedicarme al dibujo; de hecho me defiendo bastante bien dibujando cómics. Pero llegó un momento en que me dije esto: si tanto te gusta la música, ¿qué es mejor, componer un cuarteto o una sinfonía? Sin duda que lo grande abarca a lo más pequeño, siquiera sea por su mayor ambición en su impronta de trascendencia. Así que opté en literatura por lo más grande: escribir novelas. Creo que la novela puede llegar a plantear aspectos de la condición humana que muy pocas artes pueden alcanzar, quizá con excepción de la música por su lenguaje abstracto y directo al corazón.

Mi vida es muy minimalista. Procuro que esté muy ordenada y que no haya sobresaltos en ella, melodramas que desvíen la atención ni mojigangas innecesarias. La costumbre, la disciplina, la regularidad, la vida sana y la mente despierta son los mejores aliados del creador. No es verdad que la bohemia, los excesos y la ofuscación den grandes frutos en el arte. Lo que proporcionan son resacas tremendas. Y poco más.

 

Mi última pregunta siempre es la misma, pero los lectores la agradecen: ¿nos puedes adelantar algo de tu próximo proyecto?

En estos momentos tengo varios proyectos. Llevo unos años en los que disfruto de un flujo de creatividad que casi me tiene desbordado. Digamos que he alcanzado un punto en que cualquier idea me puede inspirar un argumento narrativo. Ahora tengo entre las teclas una tetralogía; cuatro novelas interconectadas pero que también forman un relato continuo e inmenso. Por otro lado, llevo escrita la mitad de un balbuena-librothriller truculento y muy sangriento, protagonizado casi exclusivamente por mujeres. Divertidísimo.

Ahora bien, el escritor debe ser como el buitre, o como la hiena, una criatura oportunista ante la presa, y si de improviso se presenta la ocasión de hincarle el diente a una idea que surja por sorpresa, no debe tener ninguna duda, ha de dejar lo que tenía en manos y emprenderla con lo nuevo. Si por cualquier soplo de las musas mañana me viniese a la cabeza un proyecto lo suficientemente poderoso, aparcaría lo demás y me somormujaría de lleno en la novedad. Lo he hecho otras veces y me ha dado buenos resultados. La última fue el año pasado, cuando se me ocurrió una idea muy original y que escribí en tres meses: No hay perro que viva tanto, novela que al poco ganó el Premio de Novela Getafe Negro. Tened en cuenta que en la sabana podría merodear otra hiena que se me podría haber adelantado en escribir una novela de 220 páginas escrita en formato Twitter.

A mí nunca me ha ocurrido la llamada parálisis del escritor, ya sea porque una novela en curso se me atasque, o porque no sepa que escribir una vez concluida una obra. El acto creativo debe ser un estado especial del espíritu, como una dolencia del alma que nos mantiene de continuo en una gran tensión, tensión por paliar el padecimiento con la propia herida engendradora.

Por último, quiero dar públicamente las gracias a Gemma Nieto por su estupenda reseña de El alcalde del crimen y por esta entrevista tan interesante, y a Anika por brindarme las páginas de su portal Anika Entre Libros.

 

Desde Anika Entre Libros te deseamos lo mejor.

 

ver + Francisco Balbuena

 

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