Anika entre libros

Entrevista a Eloy Fernández Porta por "Afterpop. La literatura de la implosión mediática"

"El establishment literario español, con su pompa, sus Premios Nacionales y su severidad, es lo más poppy que ha parido madre"

Firma: Joseph B Macgregor / Fotos: autor / Agosto 2007

 

Eloy Fernández Porta (Barcelona, 1974) es profesor de humanidades en la Univesitat Pompeu Fabra. Autor de los libros de relatos Los minutos de la basura y Caras B, ha sido incluido en una docena de compilaciones en España, Alemania, México y Estados Unidos. Coeditor -con Vicente Muñoz Álvarez- de la antología Golpes: Ficciones de la crueldad social, ha escrito sobre crítica cultural en diversos periódicos y en revistas como The Barcelona Review o Quimera, donde publica la serie satírica Terrorinfo. Los relatos de su ciclo Bibliografieras, de próxima publicación, han aparecido en algunos de los medios más prestigiosos de la escena independiente norteamericana, como Fiction International, The Iowa Review web o A-Way With It! Contemporary Innovative Fiction y han sido objeto de una tesis en la New York University, recabando una considerable acogida crítica.

Ha publicado en editorial Berenice y dentro de la colección "Nova", su último ensayo Afterpop. La literatura de la implosión mediática, una selección de artículos en los cuales Fernández Porta reflexiona sobre la caducidad de la cultura pop y nos explica, bajo su punto de vista, cuáles son las características más importantes de la nuevas tendencias Afterpop, tanto en literatura como en cine, música, etc.

 

 

ENTREVISTA

 

En la introducción del libro, describes dos relatos de dos autores españoles, el A (que resulta ser de Javier Marías) y el B (de Ray Loriga), y consigues demostrar que el A es más pop que el B. Esto me da que pensar si para ti el pop se ha convertido en algo quizá más nostálgico que vanguardista, obsoleto y algo casposo.

Creo que el momento histórico en que nos encontramos puede definirse como "el pop en la era de su disipación". Esto lo ha comprendido muy bien el crítico cultural Nick Currie -más conocido por su faceta de cantante, con el nombre artístico de Momus-, que en uno de sus artículos nos propone hacer un viaje organizado a lo que él llama "el yacimiento arqueológico de Disneylandia". En efecto, vivimos en las ruinas de la antigua cultura de masas, y ahí empezamos a definir un nuevo paradigma estético.

Ahora bien: cuando digo "pop" no me refiero sólo a Disney, sino, más allá, a algunas supuestas modalidades de alta cultura que, de hecho, no son sino pop ataviado de frac. El establishment literario español, con su pompa, sus Premios Nacionales y su severidad, es lo más poppy que ha parido madre. Logos de editoriales como marcas registradas, nombres de autores como garantía de calidad, confianza ciega en el criterio de los mass media, desdén por los medios y editoriales independientes, búsqueda del "autor comercial de calidad" como Santo Grial del mundo literario… El autor poppy es el que publica en un suplemento dominical, con el respaldo de un gran sistema de marketing, hablando en un grado medio del lenguaje apto para todos y presentando un producto editorial que reformula de manera light la tradición literaria. En comparación con eso el escritor que publica en medios independientes es un outsider.

 

En ese mismo sentido, dibujas a los lectores serios como unos jebiatas carahuevos, es decir un grupo elistista, casi marginal, "convertido hoy, después de treinta años metiendo caña, en el perfecto fantasma del reino pop perdido".

Así es. Los jebis representan el esencialismo inocente en la cultura del consumo: son grandilocuentes y mitómanos, mantienen una relación reverencial con sus grupos favoritos… como me dijo un exalumno que trabaja en la tienda de discos Revólver, "son los únicos que siguen comprándose discos, porque no se los saben bajar de internet".

También son los únicos que no han entendido el tiempo propio de la cultura de consumo, que es el de la moda y el cambio permanente, y siguen yendo a conciertos de Barón Rojo aun cuando hace quince años que este grupo se disolvió.

Los jebis creen que ellos son "auténticos" y que más allá sólo están "los pijos", el pop para las masas; pero lo suyo no es más que una versión purista y altisonante del pop. Así es el mundo literario, al menos en su versión más visible: un ceremonial en que los Grandes Valores han sido reducidos al kitsch y el acervo cultural se ha convertido en un jardín de estatuas donde se hacen reverencias a los Maestros, se celebran homenajes y se sustituye la visión crítica de las tradiciones artísticas por una loa a la Tradición única, formulada como un sistema jerárquico de maestros y discípulos, gigantes y enanos. Estos son los rituales que aseguran la unidad de la tribu, de las Gentes de Libro.

 

De todos modos, hablas de dos niveles de cultura pop: una alta cultura pop, con una pátina respetable, y una baja cultura pop.

Esta idea ha generado un debate la mar de interesante; huelga decir que no todos los autores que se mencionan en Afterpop coinciden conmigo en este punto -y bien está que así sea. Por ejemplo, Agustín Fernández Mallo prefiere pensar en términos más transversales, de "eliminación de las jerarquías dentro de la cultura popular". A ratos yo también pienso así, pero en general diría que esa distinción la aceptamos todos, de manera más o menos consciente, en la medida en que somos "espectadores competentes".

Al revés te lo digo para que me entiendas mejor: "¡No, la cultura pop no contempla ninguna jerarquía: lo mismo da un disco de Do Make Say Think que uno de los Mojinos Escozíos!" La diferencia afecta a dos aspectos: por una parte, a la concepción de "pueblo" o "colectividad"; por otra, a la relación de la obra con la Historia del Arte. Los Mojinos son fritanga y sal gruesa; lo que vienen a decir es: "El pueblo es saleroso y se pede, y no le preocupan las cosas de los interestuále". En cambio, la música de Do Make Say Think implica una reconsideración sobre el folk realizada desde premisas posteriores al rock, entroncada con los modos vanguardistas y vinculada a un pensamiento de izquierdas. Su obra encarna una concepción muy peculiar del pueblo: una pequeña comunidad que tiene su "memoria auténtica" -el folk-, pero que ya no puede expresarla al modo tradicional, sino que tiene que reformularla a partir de otros getos críticos realizados por las pequeñas comundidades: el underground, la respuesta a las rockeradas como "falseamiento del pueblo" realizado por las corporaciones.

 

El término Afterpop lo asocias más bien con la literatura de Loriga. ¿No crees que ha sido y lo es un poco todavía un autor bastante incomprendido en nuestro país? Se le ha metido en el mismo saco que Mañas y similar, cuando siempre he pensado que es un autor con un mundo propio muy personal.

Creo que la introducción al libro ya deja claro este punto, pero, por si no fuera así, me importa aclarar que cuando hablo de Ray Loriga lo hago como ejemplo ilustrativo, y no paradigmático. Su literatura, y en particular El hombre que inventó Manhattan, me parece un caso representativo de la estética afterpop: es uno entre los varios que se comentan, y que en ningún caso propongo como maestros o "faros de la modernidad".

Por lo demás, estoy muy de acuerdo contigo: Mañas, hasta donde lo he leído, es un autor realista pasado por el filtro de las primeras novelas de Bret Easton Ellis. Su literatura tiene poco que ver con la de Loriga, que es un intento de cruzar el letrismo del rock clásico con el formato de la nouvelle al estilo de Duras o del Handke americanófilo.

Si a principios de los noventa se hablaba de ellos como si fueran gemelos es porque cuando se habla de autores jóvenes los criterios sociológicos siempre se hacen prevalecer sobre los propiamente literarios -o culturales. Este es otro de los problemas que trato de apuntar: la "sociologización compulsiva", realizada por la prensa y el periodismo cultural, de autores que merecen otra aproximación. No puede ser que a unos escritores se los comente a partir de la teoría literaria -o más bien, de una versión publicitaria de la misma-, mientras para otros se reserva la sociología, prolongando así el prejuicio desfavorable contra esta disciplina como "hermana menor de la filosofía".

Si de hacer sociología se trata, por favor empezad por sociologizarme bien a los novelistas de relumbrón que ahora tienen cincuenta años: explicadme sus "referencias pop", su "pasión por el cine", su "música juvenil", sus "rasgos irreductiblemente generacionales".

 

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Además tiene que ver, pienso yo, con algo a lo que haces alusión en el libro, la resistencia de nuestro país a la cultura pop, que en tu opinión: "no es más que una manifestación secundaria de una actitud reaccionaria que incluye también la resistencia a la teoría y, en general, al giro cultural tal y como se ha producido en los últimos veinte años".

El término "Giro cultural" es el más importante de este debate. Más en particular: la superación del giro lingüístico por el giro cultural. Un ejemplo significativo: los cómics para adultos. Los que no leen cómics suelen suponer que éste es un género de masas, banal, irrelevante; cuando se habla de autores nacidos en los setenta, algunos críticos y periodistas los describen, de forma desdeñosa, como "influenciados por los tebeos". Pero cualquiera que sepa algo de Historia del cómic sabe que esta forma creativa es muy poco comercial -excepto en Francia-, que no necesariamente está vinculada con el pop, y que cuando resulta estarlo, su relación con él puede ser muy sofisticada. ¿Qué tienen de poppy autores como José Muñoz, Alberto Breccia, Lorenzo Matotti, Marc-Antoine Mathieu o Chris Ware? Una serie como Acme Novelty Library implica muchos presupuestos culturales que no se encuentran en las revistas de moda. No digo que no se pueda hacer una primera lectura informativa de la obra de Ware, de la misma manera que alguien que no entienda de arte contemporáneo puede muy bien darse un rulo por la colección permanente del MACBA, y a buen seguro encontrará cosas que le llamen la atención, o que le den qué pensar. Pero si damos un paso más allá de esta lectura epidérmica, para leer a Ware no está de más estar informado sobre la deconstrucción, tener algunas nociones sobre arte conceptual, algún conocimiento sobre ilustración para adultos y, desde luego, algunos antecedentes en el underground norteamericano.

¿Sueña demasiado complicado para ser un tebeo? ¡Bienvenido a la realidad, béibeh! Quien desdeña los cómics no sólo lo hace porque le parezcan demasiado fáciles, sino porque le desbordan: porque el afterpop ha incorporado la crítica cultural. La gente que desdeña los cómics no es sólo anti-tebeos: es iconofóbica, y los desprecia igual que el arte contemporáneo y los discursos que lo fundamentan.

 

También tiene que ver, desde mi punto de vista con: "la resistencia a aceptar contenidos y planteamientos emanados de la cultura de consumo" […] o lo que es lo mismo, "una concepción conservadora de la literatura como refugio de la Cultura contra la barbarie audiovisual". ¿Por qué crees que esto es así y existen por lo general tan pocos autores (hay excepciones, como en todo) españoles que utilicen lo audiovisual como recurso? ¿Por qué esa poca capacidad de riesgo en escritores, no ya más o menos consagrados, sino incluso en los que comienzan a publicar?

A día de hoy sí veo bastantes autores que dialogan en sus textos con lo audiovisual, en todas sus vertientes. El primer capítulo del libro, "Diez No-Logos sobre literatura y pop" está dedicado, en parte, a ellos, y la enumeración de escritores que propongo no pretende ser exhaustiva: doy por sentado que, por mis propias limitaciones, por desconocimiento, habré omitido obras y nombres que hubieran merecido un comentario.

Uno de ellos es Vicente Luis Mora, que escribió el primer poemario sobre internet publicado en España -Mester de Cibervía- y ha dedicado muchas páginas al asunto de las nuevas tecnologías en su novela Circular. Si lo menciono a él, pudiendo mencionar a muchos otros, es porque también ha dedicado algunos artículos iluminadores al tema de las nuevas tecnologías como motivo central en la poesía reciente. Sólo hay que ver los poemas sobre cibercultura de Ariadna García, o el tratamiento de la sociedad de consumo en el último libro de Mercedes Cebrián. Aquí hay que tener en cuenta que, por regla general, los poetas suelen empezar a publicar más tempranamente que los narradores, de manera que, en este terreno, ya contamos con una generación, nacida hacia 1980, que tiene libros en la calle -y que empieza a dar cuenta de una realidad que en otros medios aún no está consignada.

 

¿Por qué la casi total ausencia de escritores (salvo excepciones) en nuestro país que utilicen técnicas de grabación oral, el zapping, referentes televisivos como series de televisión clásicas, los iconos cinematográficos o el vídeo como recursos literarios, como medios de expresión artística o complementaria al texto? Como diría Loriga: "En este país se sigue escribiendo como si no existiera la televisión".

Me remito a la respuesta anterior. Eso lo dijo Loriga en una entrevista con Gabi Martínez, publicada en Ajoblanco allá por el año 93. En aquel momento era cierto; ahora ya no. El propio Gabi tiene escrita una novela, Ático, que trata de un programador de videojuegos; en la presentación de ese libro en Barcelona hizo una defensa de las relaciones entre literatura y ciencia -entendiendo por "ciencia" la tecnología- que muchos escritores pueden suscribir.

En la misma entrevista a la que te referías Loriga decía que "en este país, para ser escritor hay que ser profesor universitario, cejijunto y de Cuenca". También en eso ha habido algunos cambios, en parte porque la aparición de autores como afterpop-portadaLoriga o Josan Hatero motivó que el concepto de "autor joven" se desplazara desde "autor menor de cincuenta años" hasta "autor menor de treintaicinco", más o menos.

También ha cambiado la concepción de "profesor universitario", quiero creer, y por la cuenta que me trae: no creo que Juan Francisco Ferré o Jordi Carrión sean el tipo de investigadores a los que se refería Loriga.

No obstante, me temo mucho que una parte de su diagnóstico sigue vigente: aunque sí se acepte que un escritor pueda tener otra imagen, ésta suele considerarse "una cosa de moda". Ahí vuelvo a la peculiar concepción del pop que emana de nuestro sistema literario, por la cual ser cejijunto y de Cuenca sigue estando mejor visto -es más vendible para el público lector, más "in"- que llevar tatuajes o una chaqueta de camuflaje, cualidad que sólo es vista con buenos ojos un porcentaje ínfimo de los lectores. He dedicado a este asunto parte de un capítulo de Afterpop titulado "La página pantalla".

 

¿Qué opinas de Camilo José Cela o de Francisco Umbral? ¿No crees que, en alguna medida, fueron precursores de todo esto que dices? Un par de escritores que aun hoy en día no son comprendidos y valorados en su justa medida por el gran público.

Hombre, precursores-precursores no sé, pero, ahora que lo mencionas, sí han tenido alguna incidencia en la narrativa del cambio de siglo. Con Cela ya sabes lo que pasa: a partir de la concesión del Nobel ningún escritor español se presta a hablar bien de él. Al menos no en público. Yo creo que la última parte de su obra, el vanguardismo terminal de novelas como Cristo versus Arizona, se cuenta entre lo mejor que ha dado la narrativa experimental del siglo XX.

Por si esta opinión parece extemporánea, daré cuatro nombres de autores recientes que piensan más o menos lo mismo: Salvador Gutiérrez Solís, Manuel Vilas, Robert Juan-Cantavella y Francesc Serés -además de la constatable influencia celiana en algunas novelas que inauguraron la nueva narrativa de los noventa, como puedan ser de De Madrid al cielo de Ismael Grasa, el "casticismo gótico" de Fernando Royuela e incluso Lo peor de todo.

Eso sin contar que Cela inventó la manera más adecuada de hablar sobre "nuevos escritores". Umbral lo cuenta en su Cela: Un cadáver exquisito: "¿Qué piensa de los autores recientes?" "¡Todos muy buenos! Ponga cuarenta, cincuenta, los que quiera!" ¡Eso sí que es fair play, hombre! (Risas)

 

Lo que sucede también, pienso yo, quizá es que en nuestro país, los lectores tienen, por lo general, un concepto demasiado tradicional de la literatura: planteamiento, nudo y desenlace y de ahí no los saques. ¿Es un problema de educación cultural o de que las editoriales no les ofrecen otra cosa?

No creo que sea un problema nacional. Cuando leo listas de libros más vendidos constato que en Alemania se compra, mutatis mutandis, lo mismo que aquí, y que en Estados Unidos la cosa es mucho peor. Y los autores españoles que se traducen al francés son los que triunfan aquí, con la diferencia de que allí se los toman mucho más en serio.

Pero sí, es cierto que el medio literario es la reserva de valores más bien conservadores, que serían inaceptables en otro contexto. En el primer congreso de nueva narrativa al que asistí -el de la Fundación Torrente Ballester, organizado por Germán Sierra- Antonio Orejudo comentó en su ponencia que un creador al que le interesen las formas más innovadoras de la cultura no se dedicará a la literatura, sino al videoarte o a otro género parecido. En general estoy de acuerdo con eso, pero también creo que la parte más relevante de la literatura actual no tiene nada que envidiar al videoarte.

 

Dentro de los relatos post-infantiles, ¿no crees que podríamos incluir también a Industrias y andanzas de Alfanhuí de Rafael Sánchez Ferlosio?

No lo había pensado, pero sí: también es un texto que se se sitúa en un espacio intermedio entre la narrativa "para adultos" y esa ficción decimonónica que suele denominarse "literatura infantil".

En ese capítulo me he ocupado de la figura del niño como "gran atractor" de la cultura pop, como radar de lo nuevo que hace entrar los nuevos medios en las casas. Una de las tesis de este texto la vi confirmada hace poco cuando leí un artículo de Javier Cercas en que comentaba que hace unos años no sabía nada sobre videojuegos, baloncesto ni series de televisión, pero que ahora puede sentar cátedra en todos esos temas, porque su hijo le ha "conectado" a todos esos canales. A esto me refería cuando decía que el establishment literario es mucho más poppy que el underground -no sólo porque sus miembros se hayan reproducido -¡albricias!-, sino porque su relación con el pop suele ser acrítica. Esto no lo digo por Cercas en particular: él lo admite, así que mantiene una relación bastante más sana con ese fenómeno; pero es que la mayoría de los autores de su estatus viven de esa manera que él ha descrito, y, como tienen mala conciencia, simulan vivir en un Palacio de la Cultura y arrojan el callificativo de "poppys" sobre autores, siendo más jóvenes, no tienen mayor interés por el mainstream.

 

¿Crees realmente que "los friquis y los normales se hermanarán, finalmente, en un mundo sin clases"? Algo difícil si tenemos en cuenta que la redención del friqui es imposible…

Jaja, sí, eso me temo, pero quizá Zapatero tenga alguna buena idea al respecto. Esa cita sale de un libro de relatos que aún no he publicado, un bestiario, en que los friquis aparecen como animales domésticos. "No hay animal propiamente dicho, sino atribución de cualidades animales a un sujeto": es una idea de Akira Lippit que, aplicada a lo social y a las relaciones personales, tiene una gran extensión. El fragmento lo incluí en el capítulo sobre Todd Solondz porque guarda una curiosa relación, una coincidencia incidental, con su propia obra. Se ha dicho muchas veces, al menos desde el romanticismo, que la teoría y la ficción y la ficción son vasos comunicantes.

En el libro del que hablamos esto tiene un sentido muy concreto: en un medio donde la lectura de los textos está sobredeterminada por los nombres propios -de editoriales, de autores como marca registrada-, puede ser útil empezar a comentarlos omitiendo el nombre y el título, creando así una expectativa antes de destapar la perdiz. Esa expectativa es propiamente literaria: quiero que sea un suspense, una aventura de la idea hasta su confirmación. Y, con el suspense, también la sátira me parece un recurso indispensable para hacer crítica; a eso dedico los artículos que hago para la sección Terrorinfo de la revista Quimera, y también más de una parte de este libro.

 

Bueno, la verdad que tu libro me ha parecido muy interesante y se quedan muchas cosas en el tintero, pero no quiero que esto se convierta en una suerte de nueva Historia Interminable… Te agradezco tu generosidad para conmigo y espero que te hayan parecido interesantes mis preguntas.

Gracias a ti. El cuestionario está muy bien preparado. Es el más exhaustivo de cuantos he recibido.

 

Muchas gracias y hasta pronto.

  

ver + Eloy Fernández Porta

 

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