Anika entre libros

Entrevista a Care Santos por Media vida

"Hay roles que recibimos en la infancia y que se perpetúan en el tiempo (...) Ninguna otra generación ha vivido un cambio tan enorme como ellas, ni semejante reto personal. Por eso merecían un homenaje."

Lidia Casado, mayo 2017 / Fotos personales: Elena Blanco

 

Care Santos se alzaba el pasado mes de enero con el Premio Nadal de este 2017 y lo hacía con una novela, "Media vida", que es, a la vez, retrato colectivo y personal de una generación muy concreta de mujeres españolas. Una novela excepcional sobre la que hemos podido charlar con la autora.

 

ENTREVISTA

 

Uno de los aspectos que más me ha gustado de "Media vida" es el dibujo de personajes que hace. Por separado, las individualidades de cada una de las cinco protagonistas y las vicisitudes que han pasado son interesantísimas pero, encima, juntas trazan a la perfección el esbozo de toda una generación de mujeres españolas. ¿Cuál era su intención al elegir esas personalidades que tan bien se complementan?

Ofrecer un mosaico de modelos de mujer verosímiles para la época que estaba tratando. Un mosaico que podría seguir vigente en nuestros días, con pequeñas modificaciones, y que responde a los grandes retos de la vida, y no tanto a un momento político y social concretos. Pero que en su caracterización final sí tiene que ver con una época y un lugar. Los años ochenta, España.

 

Analizándolas una por una, vemos cómo, en el fondo, Olga no ha cambiado tanto en los treinta años que transcurren entre el primer capítulo o la primera parte del libro y el resto. Ha adelgazado mucho, sí, pero sigue siendo igual de manipuladora, continúa teniendo ese puntito (o puntazo) de crueldad y disfrutando de ver a las demás bailar a su son. Y lo más triste: sigue siendo infeliz. ¿Hay personas que son incapaces de encontrar la felicidad en toda su vida?

Hay roles que recibimos en la infancia y que se perpetúan en el tiempo. En el fondo, Olga se pasa la vida buscando un lugar donde encajar, sin mucha suerte. No la ayuda su carácter, desde luego, y tampoco mucho las circunstancias. Olga personifica también ese despertar a la verdad -pública o privada- que han vivido las mujeres de su generación. Por supuesto, no es un despertar indoloro. Creo que es un personaje muy real, que muchos lectores identificarán con alguien de su entorno. Yo misma he conocido muchas olgas.

 

En Marta, su gemela, sí hay una transformación, sobre todo en los días que dura la acción de la novela (aunque ese cambio se haya gestando desde hace tiempo). Marta representa a esas mujeres que tragan y tragan con las infidelidades del marido y que se encuentran encerradas en la cárcel de oro de un matrimonio y un éxito que, en el fondo, no hacen de ellas personas felices. ¿Hay demasiadas mujeres en una situación parecida?

En el fondo, Marta y Olga se parecen mucho más de lo que ninguna de las dos estaría dispuesta a reconocer. Marta y yo tenemos cosas en común. Sus dos pasiones son también las mías (la cocina, la literatura). Su memoria literaria es a ratos la mía. A pesar de que Marta sabe que es infeliz, nunca se le habría ocurrido pensar en divorciarse de su marido. La noche de la cena cambian las cosas para ella: se da cuenta de que, además de una desgracia, se enfrenta a una situación sumamente ventajosa para ella. De los desastres muchas veces se derivan cambios a mejor, eso también lo aprenderá.

 

Care Santos - 3 - Elena Blanco

 

Lola (o Lolita o María Dolores, según las diferentes etapas de su vida) es uno de los personajes que más me ha gustado, quizá de los más trasgresores, aun sin proponérselo. Lola parece llegar tarde a su propia vida y, desde luego, no sigue los ritmos que la sociedad impone a las mujeres (casarse pronto, tener hijos pronto, etc.) y en eso ha consistido su rebeldía (o una parte de su rebeldía, tampoco vamos a desvelarlo todo). Una rebeldía quizá pasiva, sobrevenida en vez de buscada pero… ¿rebeldía a pesar de todo?

Lola también me inspira a mí mucha ternura. La vida lenta. Y el conflicto moral. Lo más transgresor de Lola son sus pensamientos, que se esfuerza en controlar a toda costa. Se niega sus propias emociones. En esa cena se dará cuenta de que todo eso no tiene sentido. El azar la ayudará, también, a seguir otro camino. Me encanta ese destino para ella. A veces hay que atreverse a nadar contracorriente para llegar a un puerto mejor.

 

Nina sí es uno de los personajes más rebeldes conscientemente de la novela. Provocativa en su forma de vestir, en su lenguaje, en su actitud y hasta en los temas de conversación, Nina encierra dentro de sí el gran drama que supuso (y quizá sigue suponiendo) esa rebeldía. ¿Se castiga a las mujeres que no siguen el canon?

Nina es fuerte por necesidad. En efecto, ha tenido una vida muy complicada (y muy real) desde que se quedó embarazada siendo aún una niña y sus padres la echaron de casa y de sus vidas. Por eso está un poco de vuelta de todo, no piensa en el qué dirán, de alguna manera está curtida contra ello. Es, por eso mismo, escandalosa para sus amigas, un elemento desequilibrante. Como personaje fue fantástico escribirlo, porque daba mucho juego. Quiero mucho a Nina y a quienes son como ella.

Care Santos _Elena Blanco1 

Y nos queda Julia, el que es (al menos para mí) el personaje más admirable de la novela. Una niña que no encajaba con el resto (las demás eran internas pero tenían familia; ella vivía con las monjas y su poder adquisitivo era notablemente más bajo) pero que supo sacar fuerza de debilidad y convertirse en una diputada que lucha por los derechos de la mujer. ¿Necesitamos más Julias en nuestra sociedad?

Hay algunas, pero sí, nunca están de más las Julias. Para crearla me inspiré en algunas mujeres reales, políticas de la primera legislatura, ejemplos de valentía y de empuje, como María Izquierdo, por ejemplo. Mujeres de éxito que, sin embargo, tuvieron que hacer también sus sacrificios, y que a menudo no fueron comprendidas. Fueron admirables pioneras.

 

Durante esos treinta años que pasan sin verse, estas mujeres evolucionan al ritmo de un país que pasa del franquismo a la democracia. Muchos de esos cambios quedan reflejados en la novela en forma de detalles que ambientan y dan verosimilitud a lo que se nos cuenta. ¿Fue un cambio demasiado grande para muchas de ellas?

Por supuesto. Esa generación tuvo que hacer un sobreesfuerzo para adaptarse a la nueva sociedad que comenzó a definirse durante la transición. Ninguna otra generación ha vivido un cambio tan enorme como ellas, ni semejante reto personal. Por eso merecían un homenaje.

 

Otro de los factores que más me ha gustado de la novela es la voz narradora. Es una tercera persona omnisciente pero, desde luego, no es neutral. Cambia el tono según el momento de la historia y pasa de la ironía a la conmiseración, de la comprensión a la implacable justicia. ¿Este tipo de narrador que no pasa inadvertido se ha convertido ya en sello de la casa?

Un omnisciente un poco impertinente, podríamos decir, metomentodo, sabihondo o reflexivo, según el momento. Me gustan los narradores que no son neutrales, que practican la ironía o el sobreentendido. Son narradores cómplices, que se sitúan al lado del lector desde la primera línea. No sé si es sello de la casa ese narrador. La necesidad de dotar al narrador de alguna gracia especial sí es una de mis mayores preocupaciones como novelista.

 

Son muchos los temas de los que se habla en este novela (matrimonio, madurez, violación, justicia, divorcio, infidelidad, infelicidad, insatisfacción personal…) pero, para mí, el gran tema de la novela es el perdón. ¿Se puede perdonar todo?

Esa respuesta debe formulársela cada lector o lectora. Cada uno de nosotros sabemos qué hemos perdonado, qué no perdonaremos nunca y por qué. El perdón depende de la situación que ocupamos frente a él, mucho más que de factores externos. Por eso es tan incomprensible. O por eso sólo quien lo da puede llegar a comprenderlo. Creo que Julia, el personaje de la novela que más perdona, estaría de acuerdo. Pero su situación es privilegiada. Cabría preguntarse cómo sería (o si sería) el perdón de Julia si no hubiera cambiado tanto, si siguiera siendo la niña pobre de años atrás.

 

Caresantos -premionadal

 

Y en el fondo de todas las historias de las protagonistas subyace el machismo como gran enemigo de las mujeres. Lo fue de la generación de estas cinco mujeres pero ¿lo sigue siendo de las generaciones más jóvenes?

Hay aún mucho camino por recorrer, aunque por supuesto, estamos mejor que en el franquismo (lo cual no era difícil, fueron tiempo negros). Las mujeres no podemos despistarnos. Hay que defender cada centímetro de terreno como si nos fuera la vida. Postularnos a lo más alto. No bajar la guardia.

 

"Media vida" le dio, nada más nacer, una gran alegría: ser la ganadora del Premio Nadal de 2017. Supongo que a partir de ese momento, vendrán muchas más, puesto que, además, de galardonada, es una grandísima novela pero ¿qué ha supuesto para usted alzarse con uno de los premios más prestigiosos de la literatura española?

Una gran alegría, como usted dice, en primer lugar. También una gran responsabilidad: sé que muchos lectores van a conocerme gracias a este premio, y mi deseo es que se queden conmigo en futuros libros, conquistarles. La literatura siempre ha de ser una conquista del interlocutor. Aunque lo esencial no cambia con el Nadal: sigo amando la literatura como el primer día, sigo sintiéndome una hormiguita en esa lista de grandísimos autores, y sigo un poco perpleja gracias a todas las cosas buenas que me ha dado el escribir. Soy una mujer estupefacta y feliz, en suma.

 

+ Care Santos

 

 

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