Anika entre libros

Entrevista a Alberto Ciáurriz por "Yo también lo sé"

"El público gay es su primer destinatario, pero no el único, desde luego."

Firma: Anika Lillo, Wineruda y Nacho / Fotos: autor / Diciembre 2003

 

Su interés por la literatura y sobre todo la escritura comenzó en la adolescencia. Mientras estudiaba empresariales en San Sebastián, Alberto Ciáurriz colaboró en la redacción de una enciclopedia vasca donde firmó varios artículos. Después le encargaron un estudio sobre la abolición de los fueros vascos en 1876 que apareció en tres tomos (aprovechando el centenario), y a partir de entonces se dedicó a la corrección de estilo y trabajos donde su nombre siempre quedaba oculto, no así en sus colaboraciones en La Voz de Euzkadi, Diario de Barcelona, y Liberación.

Con la novela empezó tarde y lo hizo con "Café Taurus", una novela gay que tuvo complicada la entrada en el mercado y no por falta de interés, pues en Berkana se lo ofreció a Mili Hernández quien -a falta de apoyo de sus socias- distribuyó la novela publicada por el propio Ciáurriz.

Después, animado por un amigo, presentó su novela "El gran salto" a un concurso y ganó el I Premio Odisea.

Su tercera novela, "Yo también lo sé", es la continuación de "Café Taurus".

 

 

ENTREVISTA

(Esta entrevista está realizada por tres personas: Wineruda, Nacho y Anika) 

Pregunta Wineruda

¿Por qué diferenciar literatura gay?

Habría que ver, en primer lugar, qué se entiende por "literatura gay". Hay, creo yo, dos posiciones muy distintas al respecto: la primera, que creo que es mayoritaria, y en la que me incluyo, no ve otra cosa en la "literatura gay" que obras en las que la temática gay es fundamental. Es decir: que los personajes gays, sus comportamientos, la descripción de su mundo tienen mucha importancia en la narración. Y a partir de ahí se aplica el calificativo.

Una segunda posición, creo que minoritaria, sería la de los que piensan que las narraciones que se incluirían en la "literatura gay" poseen una especial sensibilidad, un punto íntimo que las haría sustancialmente diferentes de las demás. Me parece que por ahí van, más o menos, las posiciones de algunos autores, como Mendicutti. No sé si será falta de sensibilidad gay por mi parte, pero no puedo apuntarme a esta opción.

Mi postura, por tanto, es la de que hablar de "literatura gay" es una pura convención, que adoptamos a veces para entendernos más fácilmente, como podemos hablar de "literatura africana" o "literatura fantástica". Pero lo que hay en el fondo es Literatura, a secas. Que será buena, menos buena o mala, eso sí, independientemente del adjetivo con el que pretendamos catalogarla.

 

¿Es una temática elegida por placer o por la tendencia sexual del autor?

Es normal que cada autor escriba más a gusto, con mayor interés, de aquello de lo que tiene mayor conocimiento, de lo que mueve su corazón y sus sentimientos. Ahora bien: los grandes contenidos -el amor, la muerte, el sentido o sinsentido de la vida, la soledad, la búsqueda de la verdad... acaban siendo los mismos, tanto si a los protagonistas de una narración les gusta el sexo opuesto como si disfrutan con el propio.

 

¿Existe en España una novela gay?

La temática homosexual ha tenido históricamente un escaso reflejo en la novela española. Antes de la Guerra Civil se dan algunos ejemplos contados: Hoyos y Vinent, Retana son dos autores que siempre se mencionan. Como puedes ver, no tenemos en nuestro idioma un Proust, un Mann o un Gide. A partir de los años sesenta aparecen novelistas de fuste que introducen la temática, e incluso una sensibilidad específicamente gay, en sus obras: me refiero, sobre todo, a un Terenci Moix, que abre brecha de manera fulgurante. En los últimos años, los novelistas que integramos lo gay en nuestras narraciones somos muchos. Ahora sólo falta que seamos buenos. Algunos lo son, desde luego: fíjate en Alvaro Pombo. O en cierto Mendicutti.

 

¿Y un público?

Hay un público gay especialmente motivado por historias que reflejen sus experiencias vitales. Pero sorprendentemente escaso. Esto último te lo pueden decir los editores especializados, que siempre están tratando de llegar más allá, porque el filón de compradores gays es insuficiente para hacer rentable la edición de una novela. Y el gay -como el resto de los ciudadanos de este país- lee poco. Cosa que contrasta con su afición a la pornografía pura: fácilmente, el 30% del mercado pornográfico está movido por lo gay. 

Por otro lado, la literatura de temática lesbiana está todavía más reñida con la rentabilidad económica.

Afortunadamente, los que escribimos historias en las que el fenómeno homosexual está presente de forma crucial contamos con un público más variado, en el que abundan más -me parece- las mujeres que los hombres. Pero es que las mujeres leen más, tienen el ansia de conocimiento del recién llegado al mundo de la cultura, del recién liberado de las cadenas...

 

¿Tus novelas van dirigidas a ese público?

El público gay es su primer destinatario, pero no el único, desde luego.

 

¿Por qué?

Doy por hecho que mis historias son capaces de suscitar la complicidad del lector gay con mayor facilidad que la del no gay. Pero me gustaría haber hecho algo útil para mucha gente. Algo de lo que disfruten, o que pueda orientar, al mayor número posible de personas. Gays y no gays.

 

¿Crees que se diferencia el lector de internet del que va a las librerías?

Hay muchísimos lectores "de librería" que no acceden jamás a internet. Pero creo que será rarísimo el "lector de internet" que no se dé una vuelta de vez en cuando por la librería... Internet ha venido a rellenar muchos huecos, a competir muchas veces con los antiguos instrumentos de cultura. Pero no creo que vaya a sustituirlos. El libro físico, tal como lo conocemos, ese objeto precioso de tinta y papel con el que mantenemos una relación tan especial, tan íntima, seguirá vivo muchos años; no creo que las generaciones actuales lleguen a conocer su desaparición. Otra cosa será que las nuevas tecnologías presenten cada vez más productos competidores. Pero hay sitio para todos, aunque cada vez más estrecho. Es lo que ocurrió con el cine, que se comió al teatro, pero no lo mató. Y, en cierto modo, la esencia del teatro pervive en el cine.

 

Pregunta Nacho

¿Hasta qué punto el autor le da algo de sí mismo a los personajes para que resulten más creíbles?

Normalmente, uno se da demasiado en cada uno de los personajes. En mi caso, al menos, cuando los escribo soy cada uno de ellos, no puedo evitarlo. Recuerda la frase de Flaubert: "Mme. Bovary, c'est moi".

La realidad es tan compleja que lo que lleva uno dentro de su espíritu da para fabricar muchos caracteres, para rellenar multitud de personajes. Luego, en los sucesivos repasos de lo que ha escrito, uno, al verse al descubierto, trata de esconderse, modificando un poco aquí, otro poco allá... El autor es el dios creador ciaurrizde sus personajes; y los hace, como el Dios de la Biblia, a su imagen y semejanza. Luego, trata de disimular el parecido incluyendo rasgos de algún amigo o conocido, forzando otros, mezclando... Pero estoy convencido de que dar algo de uno mismo a un personaje aumenta su verosimilitud, su credibilidad. Y el lector se cree al personaje si advierte, siquiera subconscientemente, que ese personaje es, de cierta manera, el mismo autor de carne y hueso.

No niego que haya escritores capaces de disociarse por completo de sus creaciones; pero creo que serán casos extremos de genialidad... o de artesanía, de oficio llevado a la perfección.

 

¿Por qué el conflicto generacional suele resultar forzado, a veces incluso un poco "falso", en la mayoría de las novelas?

No sé qué decirte; no me había parado a pensar en lo que me dices. En todo caso, el conflicto entre generaciones, aunque existe de forma casi universal, es distinto en cada caso particular, dentro de una misma generación; y cada autor lo tratará según cuál haya sido su experiencia personal, como padre o como hijo... o como tío, que también. A mí me ocurre, como a todos los que tenemos la "vocación" de ser tíos, que me entiendo mejor con la generación que me sigue que con la que me corresponde por edad. No pretendo presumir de ello; no sé si es bueno o malo. Pero me gusta. No sé si se notará en mis novelas.

 

¿Está el público estereotipado o es perfectamente posible que un mismo lector pueda disfrutar de un tipo de literatura que "en principio" no iría destinado a él?

Como todo en nuestro mundo, hay una tendencia fuerte a segregar al público en muchos públicos diferentes. Lo vemos en el cine, en el arte, en la canción, en la música disco y también, desde luego, en la literatura. ¡Hasta en la Ciencia! Creo que una característica de la buena literatura sería la de ser capaz de atravesar esas fronteras entre unos públicos y otros. Si una novela va destinada a un público muy especializado... No sé, pero creo que tendrá menos puntos para ser "buena". Si, a pesar de todo, se sale de su nicho de lectores y conquista territorios nuevos, es un buen indicio de que es buena. Fíjate en Héroes de Salamina. La he leído un par de veces, y no parece que tenga nada especial: no me parece particularmente bien escrita, ni un prodigio ideológico, ni que tenga unos personajes especialmente bien construidos, ni... Y, sin embargo, me deja una impresión especial, me toca algún punto sensible oculto, que ni yo sé cuál es. De ahí deduzco que debe ser buena. Y viene a reforzar esa impresión el éxito que ha tenido, conseguido en primer lugar con el boca a boca, no por la propaganda mediática. La han leído muchos amigos míos, que tienen un gusto literario muy diferente del mío. Y ninguno me ha sabido explicar qué tiene de buena. Pero... Si gusta a tanta gente, y de gustos tan distintos, algo debe tener...

Por eso mismo, si una novela centrada en el mundo gay es verdaderamente buena, acabará llegando a un público mucho más amplio. De eso no cabe la menor duda. Hasta una literatura tan sórdida como la de Genet es capaz de satisfacer a lectores que están en el extremo opuesto de la sociedad que describe. Algo tendrá, pues.

 

Ganar un premio literario (en su caso con "El gran salto"), ¿puede abrir puertas o puede llegar a poner las cosas más difíciles a la hora de publicar?

Abre puertas, sin duda. Pero nunca de par en par. Publicar está muy difícil. Don Dinero es el más poderoso. Y Don Dinero exige garantizar unas ventas mínimas de una novela. ¿Cómo? Si el autor es conocido a través de los medios de comunicación de masas: si es tertuliano de televisión o radio, o periodista popular, o famosillo de telebasura, si tiene muchos amigos en los media, si su ex se casa con un príncipe, podrá garantizar al editor unas ventas mínimas, y cualquier cosa que escriba se venderá y producirá dinero. Y como Don Dinero es el rey...

Por otro lado, todos sabemos que algunos de los principales premios literarios de este país están destinados, casi exclusivamente, a autores que ya son famosos y televisivos con anterioridad. No hará falta dar nombres, ¿verdad?

 

Pregunta Anika

Escribes sobre relaciones personales. Es un tema que puede resultar muy machacado y tú te arriesgas con él ¿por qué lo haces?

No tengo suficientes recursos creativos como para elegir lo que escribo. Escribo lo que puedo, eso es todo. Por otra parte, las relaciones personales constituyen un tema eterno, siempre nuevo. ¿De qué vamos a escribir? De nosotros mismos, de los que nos rodean, de nuestros conflictos con ellos, de lo que queremos en la vida y de lo que en realidad hacemos, dos cosas que casi nunca coinciden... De nuestras aspiraciones y nuestras realidades, de nuestros sueños, de nuestras pasiones. Siempre es lo mismo, desde el Quijote hasta Genet; y seguirá siéndolo. Se han hecho muchos experimentos de novela, digamos, "aséptica", no contaminada con sentimientos triviales. ¿Y qué se ha conseguido? Experimentos. Nada más.

 

¿Te apetece innovar o crees que ya lo has hecho?

Quisiera resultar innovador; no tiene sentido escribir lo que ya está escrito. Pero, por otro lado, siento siempre muy dentro de mí mismo un compromiso de claridad. No me gusta buscar la dificultad en el texto. No me gusta mucho experimentar con las palabras, hacer juegos de manos con ellas. Quiero decir cosas importantes, y quiero que se entiendan. Nuestro idioma es muy propenso a los fuegos artificiales, a un preciosismo desprovisto de ideas. Muchísimos autores se dejan llevar por ese camino: imágenes fulgurantes, hallazgos de tremenda belleza... Pero desprovistos de fondo ideológico, de utilidad práctica, de conexión con la realidad. Será por mi carácter, pero ese tipo de literatura no me llena, ni es lo que aspiro a hacer.

Quisiera contribuir a que el lector se conozca mejor a sí mismo. Le pongo delante unos hechos, unos razonamientos, que será muy libre de apreciar o no, de tomar para sí o no; pero, si alguno de mis lectores encuentra en mis novelas algún elemento, por modesto que sea, algún ladrillo suelto que le sirva para alzar el edificio de su vida, me doy por satisfecho. ¡Pero que muy satisfecho! Poder hacer por otros lo que mis autores favoritos han hecho por mí...

 

¿Y escribir otros géneros? ¿Cuál elegirías?

Me han dicho varias veces que tengo habilidad para los diálogos, que sé situar a los personajes como en un escenario. Que debería probar a escribir teatro. Pero no me atrevo; creo que escribir un texto dramático requiere un sexto sentido que no estoy seguro de poseer. Es mucho, muchísimo más difícil de lo que parece. En fin, a lo mejor, un día, suena la flauta por casualidad...

Por otro lado, me gusta escribir ensayo sociológico. Pero soy demasiado pesimista; me salen auténticas jeremíadas, textos cuasi proféticos que sólo interesan a algunos amigos tan propensos al pesimismo como yo...

En cuanto a la poesía, he hecho lo que todos: versitos apasionados de los quince a los veinte. Luego, me he quedado obstruído, quizá por falta de uso.

Donde me encuentro a gusto es en la narrativa. Consigo escribir novelitas, y las lee alguna gente, la justita para que resulten rentables al editor... (a mí no, desde luego; quizá me salen a 1€ la hora trabajada). De vez en cuando, alguien me felicita por una escena o me discute un personaje; me hace sentir con ello que tiene algún sentido mi esfuerzo. Y eso me anima a seguir escribiendo. Escribir ya es un hábito en mi vida, como amar o tomar cañas. Si tuviera que prescindir de ello, sería muy duro para mí.

 

En tus novelas el sexo se entiende pero no es explícito ¿temes que pueda calificarse de pornográfico si cuentas las escenas sexuales con detalle?

He escrito, aunque no publicado, novelas con fuerte contenido erótico, o pornográfico si quieres (no tengo clara la distinción entre ambos conceptos; no sé dónde acaba el uno y comienza el otro). Por un lado, me gustaría publicarlas, porque creo que están bien escritas y tienen otros valores además de los puramente eróticos. Y porque escribir para no publicar es puro onanismo. Por otro lado, creo que esas novelas tendrían mucho menos interés para otros públicos que no fueran el estrictamente gay, y temo que me podrían encasillar demasiado. Como siempre, hay una cara y una cruz. Si puedo tratar unos temas muy fuertes en la novela sin necesidad de hacer descripciones explícitas, prefiero hacerlo así. Pero lo puedo decir bien claro: si no he publicado pornografía, no es por incapacidad de escribirla. Ni mucho menos.

 

¿Hay entonces una doble moral o definitivamente serían géneros distintos?

La cosa es muy simple. Escribo lo que me sale de... las narices. Pero también en función del público al que quiero llegar. Y me parece que la vertiente pornográfica constituye una limitación. Hay mucha gente a la que le molesta, o que simplemente no se identifica con los deseos y fantasías sexuales de uno... Estoy seguro de que el noventa por ciento de los lectores de, por ejemplo, Café Taurus no tienen el menor interés en conocer el tamaño o la forma del pene del protagonista. Entonces, ¿para qué explicitarlo? ¡Si ni siquiera he tenido necesidad de describir su nariz!.

 

Te muestras como un escritor modesto, algo que gusta a tus lectores, y eso que ya has ganado un premio por tu novela "El gran salto"; por tu carácter abierto y por ese premio ¿te dan muchas palmaditas en la espalda o tienes entre tus amigos y familiares grandes críticos?

Sé que tengo grandes críticos entre los que me rodean; pero, y es lo malo, no se atreven a exponerme esas críticas cara a cara... Pero la verdad es que, en general, mis amigos y buena parte de mis familiares se han alegrado siempre de mis pequeños logros como autor, y me han animado mucho. Para eso son amigos, ¿no? Pero lo mejor es cuando te encuentras con un perfecto desconocido que te dice: "tal detalle de tal novela tuya me llegó al alma". Es un pequeño orgasmo, de verdad. Sólo por un momento de esos, vale la pena el esfuerzo de escribir.

 

¿Te sientes afortunado o crees que esto es sólo el primer escalón y que te queda mucho por sufrir?

He empezado muy tarde y como por casualidad mi carrera literaria, nunca he frecuentado ese mundillo espeso en el que fermentan y del que se alimentan muchas vocaciones y sería raro, aunque solo fuera por esas dos razones, que llegara muy arriba en la cucaña... Ahora bien, escribir es sentirse creador; al sacar de tu cabeza una narración estás creando, eres un poco Dios; mutatis mutandis, conseguir poner en el papel una buena idea es como echar un buen polvo, o como batir un récord de atletismo, o como alcanzar la cima de una montaña... Escribiendo uno llega a veces a sentir un "orgasmo mental" que no tiene precio; es uno de esos puntos culminantes de la vida, que la justifican. A partir de ahí, todo lo que pudiera venir sobreañadido, fama, dinero, sería muy bien recibido, faltaría más.

 

"Café Taurus" y "Yo también lo sé" son novelas continuadas ¿piensas hacer una trilogía?

Lo he intentado. Tengo que explicar aquí, aunque ya lo hago en el prólogo de Yo también lo sé, que he escrito esas dos novelas a remolque de los personajes. Puede parecer pretencioso, pero yo lo siento así. He visto siempre a mis personajes como en una pantalla de cine; ellos se mueven, dicen cosas, y yo me limito a tomar nota, a escribir lo que me dictan. Pero en esta tercera parte me he encontrado con una involución de los personajes, una decadencia, bastante deprimente. Los acontecimientos sociales a gran escala -derrumbe de la izquierda, derrumbe de las Torres Gemelas...- les alcanzan, muy principalmente a Juan, el padre, en el que he depositado todo mi pesado pesimismo social. Y frente a este personaje los demás -JuanDos, Teresa, Emilio- se me han desdibujado, no consigo insuflarles vida. Actúan para mí, pero no me convencen. Es Juan el que se apodera del escenario de la novela, y la convierte en algo muy oscuro, muy distinto de las dos anteriores. Ahí está esa tercera parte, medio escrita desde hace un año. Pero le falta algo, que no sé si seré capaz de remediar.

 

¿Cuáles son tus proyectos futuros?

Me gustaría saberlo. Pero en este momento, me siento más bien arrastrado por la vida; como una barca sin timón que sigue la corriente del río. Eso sí, muy suave, muy descansadamente. Hay alguien que me quiere con intensidad desde hace ya diez años. Y es correspondido, desde luego. Teniendo ese tesoro en mi poder... lo demás es secundario. En cuanto a mis proyectos literarios... Tengo una novelita recién acabada, que he escrito este otoño de una sola tirada, de principio a final; muy sentimental y levemente policíaca. Es la primera vez que me ocurre, escribir una novela de la que conocía el final desde el primer momento. Tengo otras dos novelas escritas desde hace tres o cuatro años, francamente eróticas, optimistas y desinhibidas, siempre en dudas sobre su publicación; y, como todo el mundo, un montón de cosas desordenadas que descansan en el fondo de la memoria de mi ordenador.

Te voy a contar un pequeño secreto: he estado a punto de escribir mi última novela dos veces: una con personajes homosexuales, y otra casi idéntica, pero cambiando de sexo a algún protagonista, de manera que la historia de amor que se narra fuera perfectamente heterosexual. Muchos autores homosexuales han utilizado este truco históricamente, para poder publicar historias "soportables" para el público de su tiempo. (Recuerda la historia aquella de la española y el mulato caribeño, de Mendiluce). La novedad hubiera consistido en publicar las dos historias juntas, como reflejadas en un espejo, demostrando así que el carácter gay de una historia es perfectamente accesorio, que el fondo de lo que mueve en la vida a gays y no gays es el mismo. No ha habido modo de convencer a mi editor de que me asegurara la edición de ese libro extraño; y con otros editores tengo menos entrada todavía... Así que, en plena desilusión, he decidido ahorrarme el trabajo de duplicar la novela y he renunciado al experimento. Una lástima. Aquí brindo la idea a quien quiera retomarla, no tengo copyright.

 

ver + Alberto Ciáurriz

 

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