Anika entre libros

adolfo y sus monstruos

Ficha realizada por: Anika Lillo

Título: adolfo y sus monstruos
Título Original: (adolfo y sus monstruos)
Autor: Joaquín Rosado Martel
Editorial: Grupo AJEC


Copyright: 1ª Edición: octubre 2007
© Texto e ilustraciones, 2007 ISBN: No definido
Etiquetas:

Argumento:

Adolfo está muerto, y sólo tras leer sus diarios escondidos entre sus cosas se puede aclarar qué produjo este desenlace fatal.

Al recopilar los relatos en el libro vemos la relación grotesca, terriblemente espantosa a veces, o curiosa, de un niño con monstruos que sólo él veía.

Y así fue durante un año…

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Opinión:

Es difícil no dejarse enamorar por un libro cuyo diseño se sale de lo habitual, y eso sin recurrir a grandes complejidades, sino adaptándose a la obra, recreando la historia y convirtiéndola en algo real: “Adolfo y sus monstruos” es la historia de un niño escrita por él mismo, y damos por hecho que lo hace sobre una libreta, a mano, incluyendo en su análisis o recuerdo aquellas imágenes que veía con sus ojos. Pero no nos lo cuentan, es físicamente como lo relato. Así es como esta novela se convierte en puro detalle estético: el libro, en su parte interior, es un cuaderno escrito a mano al que le acompañan los monstruos de Adolfo, sus ilustraciones. Todo este detalle viene de la mano de la Editorial Grupo Ajec que se ha arriesgado con una publicación poco convencional y a la que felicito con gran entusiasmo, y del autor que se ha encargado de proporcionar las ilustraciones además del texto.

Pero esta joya no lo es sólo por su entorno físico sino también por su fondo. Toda aquella persona que tenga un mínimo de curiosidad por la mente humana, por las enfermedades mentales que provocan alucinaciones, por la fantasía, por las historias personales, por cómo se ven las cosas a través de los ojos de un niño, e incluso los que creen que existe otra dimensión que no todos ven, etc… lo valorarán en su medida. Y creo que le podrían dar perfectamente un aprobado alto, o sea, un diez.

Para empezar el autor nos lo vende como algo real por lo que nos imbuye sensaciones ajenas que podemos hacer nuestras con facilidad: entramos en la mente del niño y nos asusta la posibilidad de que algo así pudiera ser real. Que le pudiera pasar a nuestro hijo nos pone los pelos de punta, que hubiéramos podido vivirlo nosotros nos hace pensar si hoy seguiríamos con vida o habríamos acabado como Adolfo, y algo tan sencillo como pensar únicamente que Adolfo lo vivió ya nos pone la carne la gallina. Hay que tener cierta valentía para leerlo sin alejarse de los sentimientos y atreverse a seguir. No deja de ser un tema tabú porque nos introduce en un mundo irreal en el que hemos de preguntarnos si hablamos de locura o estamos tan ciegos que sólo vemos la dimensión de nuestro entorno más cercano y no somos capaces de ver, como otras personas, más allá de nuestra dimensión.

Es una historia terrible, tan terrible que no puede dejar impasible a nadie, aunque sospecho que no todo el mundo se atrevería a acabar el cuaderno. El miedo que puede provocar a personas más sensibles o empáticas es real. A los demás, a gente como yo que puedo sostener ambas personalidades (la de empatizar y la de alejarme del personaje) les producirá muchas sensaciones, un inmenso interés y la impresión, al acabarlo, de que Joaquín Rosado Martel ha sabido captar nuestra atención porque tiene ese talento.

Destacaría muchas cosas de la novela, el lento caminar de los mini galápagos cornudos con patas de gallo, la necesidad de poseer un carnet del trastero sin fondo para no ser perseguido por doña Pitraca, la difícil comprensión de los amigos invisibles que, quizás, no lo sean tanto, y, sobre todo, el hecho de que tomando pastillas para eliminar a los monstruos de su cabeza, el medicamento sea capaz de alejar a los monstruos más terribles, pero Adolfo siga viviendo en su mundo (¡¿y si no está loco?! Te preguntas) Fantástico.

Y a pesar de todos los monstruos, debo admitir que la parte que más emoción y miedo me ha provocado, es la poesía que comienza con “cuatro esquinitas tiene mi cama, y hay cuatro monstruos que de noche me aguardan”; lo que sigue en la poesía pone la carne de gallina y el vello de punta. Pobre Adolfo, piensas, y felicitas mentalmente al autor por su obra porque sabes que ha dado en el clavo: no sabes si lo que te da miedo es el sufrimiento del niño, el que pudieras sufrirlo tú o alguien de tu familia, o el hecho de que pudiera convertirse en realidad porque la locura puede afectar a cualquiera o, quién sabe, que los que estamos locos somos los que no vemos más allá de nuestras narices. He ahí el quid de la cuestión.

Anika Lillo

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