Anika entre libros

Tristeza

Elisa Rodríguez Court, diciembre 2004


Nada mejor en esta época navideña que bucear en "El Elogio de la Sombra", un ensayo literario del japonés Tanizaki (1886-1965), editado en Siruela.

"El Elogio de la Sombra", tal y como parece vislumbrarse en el título del libro, es un cuestionamiento de la luz como poderoso aliado de la belleza en Occidente. Lo esencial reside, según este escritor, en la captación del enigma de la sombra a través de sus modulaciones y el juego de claroscuros que produce.

Tanizaki lo expresa en uno de sus ejemplos de esta manera: "Lo mismo que una piedra fosforescente en la oscuridad pierde toda su fascinante sensación de joya preciosa si fuera expuesta a plena luz, la belleza pierde toda su existencia si se suprimen los efectos de la sombra."

Un buen motivo, la línea de razonamiento de Tanizaki, para penetrar el tiempo navideño y su consiguiente metáfora de la luz. Ir más allá de Tanizaki, sin abandonar el hilo de su argumentación, para preguntarnos: ¿no será, acaso, el resplandor propio de Navidad un desencadenante del estado triste en el que se sumergen tantas personas en estas fechas? Porque, quizá, podría hablarse de una tristeza que proviene de la luz. Una luz brutal, que ilumina de golpe las ciudades en la misma proporción en que elimina el silencio encerrado en el aire. Un silencio contenido en la oscuridad serena y que habla a la sombra de la llama tenue de una luminaria encendida por cada existencia. Única, irrepetible, espléndida.

Por Navidades, los centros urbanos vomitan chorros de luz eléctrica. Miles de bombillas parecen llorar millones de watios en una iluminación artificial, chillona, exagerada. Un llanto de luz rabiosa, gélida y superficial, cuyas lágrimas fosforescentes estrangulan cualquier visión detenida de los lugares que ocupamos. Espacios no nacidos para ser contemplados de una sola vez bajo focos insultantes. Tampoco con objeto de engullir a una multitud igualada en un consumo frenético y desenfrenado, en la desmesura de un alborozo tan triste como falso. Entornos más bien hechos de nuestra biografía incitada a gozar de la sutil y pausada evocación de las cosas, de la gente, de las situaciones. Estancias donde se amontonan pérdidas, frustraciones, carencias en el mismo saco de jubiloso dolor inseparable de la delicia, de la esperanza, de las ilusiones. Asimismo, auténticos aposentos de misterio, el cual se va revelando en detalles a medida que es atravesado por la mirada repleta de sueños. Un par de ojos dispuestos a la ensoñación que segrega la modesta lumbre indirecta y difusa propagada por las vidas singulares y discretas. Todo lo contrario del fatuo espectáculo chorreante de luz en la época navideña. Un tiempo de imprudente entrega colectiva a la orgía del ruidoso neón. Tal vez, una parálisis temporal del viaje interior que da nombre a cualquier existencia. Imposible de mostrarse en ámbitos ajenos a una claridad incierta, a la penumbra capaz de dar color a las tinieblas.


+ Junichiro Tanizaki

 

 

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