Semana del libro
Un amigo de Barcelona me cuenta decepcionado que la "Setmana del
Llibre en Catalá", que se abrió el 6 de marzo, no se celebra en
esta ocasión en el centro de la capital catalana sino que se ha
trasladado a Sant Cugat con lo que, según él, se pierden bastantes
posibilidades de que continúe sirviendo para lo que fue pensada, es
decir, la posibilidad de que durante algunos días los lectores
pudieran encontrar algún libro descatalogado o difícil de conseguir
en los centros comerciales o librerías.
Ciertamente, no es lo mismo tener que trasladarse a Sant Cugat,
que tener los libros en pleno centro de Barcelona, aunque si se
tiene interés en buscar algún libro en concreto el esfuerzo tampoco
será tanto.
Lo curioso es que no se ha celebrado en Barcelona por los
problemas de siempre: las rencillas estúpidas entre los
organizadores, los libreros, los autores, las editoriales y algún
otro personaje que sólo ve en los libros una forma de hacer negocio.
Esto es lo verdaderamente lamentable y más en un país en el que la
afición a la lectura está bajo mínimos, como lo demuestran las
estadísticas año tras año.
Es evidente que hace ya varios años que las ferias del libro han
dejado de ser eventos culturales para pasar a formar parte de los
actos sociales, en los que parece que es más importante ver quien
se da un paseo por la misma o si algún elemento de la familia
Borbón compra en algún puesto editorial, que saber qué novedades
editoriales son apreciables verdaderamente.
Nada me extrañaría que dentro de no mucho tiempo en vez de ocupar
las secciones culturales de los medios de comunicación, pasasen a
ecos de sociedad, o peor aún, a las llamadas revistas del corazón,
con sus titularcillos ridículos: "fulanita nos enseña su última
adquisición en la Feria del Libro de Madrid o mengano y zutana se
separan por culpa del color de la librería..."
Muchos van a estos eventos sólo con la intención de lograr una
buena colección de firmas para presumir, con la absoluta seguridad
de que ese libro jamás será leído y, por supuesto, si hay
fotógrafos pues mucho mejor. Y el autor posiblemente es consciente
de esa barbaridad pero, como tiene que vivir, pues ha de
adaptarse.
En fin, no merece la pena insistir en algo sobre lo que otros han
escrito mucho más y mejor. Así que mi amigo catalán puede darse con
un canto en los dientes por el hecho de que finalmente Sant Cugat
se haya decidido a acoger la semana del libro en catalán, ya que
por lo menos, este año ha sobrevivido.
Comentario de los lectores:
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