Anika entre libros

Literatura vs. Ideología: Viaje alrededor de algunas citas de Gustav Flaubert, Enrique Vila-Matas y Claudio Magris

Elisa Rodríguez Court, diciembre 2010

 

El debate en torno a las relaciones que mantiene la literatura con la ideología y el compromiso sigue abierto. No es asunto baladí, desde luego. En nombre de ideologías y de supuestos compromisos sociales se han elaborado novelas pudibundas. También ciertas perspectivas moralistas han dado como resultado obras literariamente intragables. La literatura carece de propósito para cambiar el mundo. Distinto es que pueda contribuir a la ampliación de miras de los individuos, a elevar el nivel de conciencia, a romper la visión unidireccional del pensamiento.

Claudio Magris habla en su libro Alfabetos. Ensayos de literatura de la voz imparcial que dan los escritores a las más diversas cuerdas y a las más antitéticas pasiones. En la literatura existen muchas habitaciones, dice, y no se necesita elegir ideológicamente entre voces contrastantes. Prosigue: "Se puede -se debe- creer a la vez en la fe de Tólstoi y en la inercia de Oblómov; los grandísimos escritores son aquellos cuya perspectiva abarca 360 grados. A veces me pregunto de qué lado estoy, si mi historia es la contada por Guerra y paz, por la Metamorfosis de Kafka o por el Auto de fe de Canetti." Como escribe también Enrique Vila-Matas en El viento ligero en Parma: "La condición existencial del hombre es superior a cualesquiera teorías o especulaciones sobre la vida." Nada mejor, entonces, que la literatura como amplio abanico de las manifestaciones de lo universal-humano. La literatura contempla universalmente las realidades, los conflictos y posibilidades de la existencia humana. Para esta ningún tema es un impedimento o una prohibición. No hay ideología alguna que imponga desde fuera sus imperativos. La literatura es autónoma y se desmarca de todo funcionalismo político.

Vila-Matas distingue entre literatura y compromiso. Concibe la voz del escritor como la voz de un pájaro solitario, expresión de alguien que no se erige en portavoz del pueblo ni es un himno o representante de una clase social o de un movimiento artístico, porque entonces la literatura deja de ser literatura para convertirse en un simple instrumento de poder.

Un escritor se representa solo a sí mismo y su voz, como escribe Vila-Matas, es obviamente débil, pero es precisamente esa voz personal, su voz de pájaro solitario, la que resulta más auténtica. En su debilidad reside su fuerza, ya que se despliega en un espacio de libertad sin cortapisa alguna. ¿Significa ello que los escritores le dan la espalda al mundo? Vila-Matas responde que las voces de los buenos escritores no se desentienden del rumbo del mundo, pero no se comportan respecto a este como si quisieran aportarle respuestas. "Lo suyo", señala, "es un asfalto mojado por la lluvia, mirar cómo pasan los trenes y sentir el viento de sus voces no serviles."

Flaubert, por su lado, escribe en una carta a Louise Colet que en literatura su creencia es no tener ninguna. Y en otra misiva le dice que no busca la vibración sino el diseño. El estilo. Invita a Colet a amar el Arte, porque de todas las mentiras es la menos engañosa. Para Flaubert no hay temas viles o hermosos. En literatura el estilo es la manera absoluta de ver las cosas. Este se encuentra bajo las palabras y en el interior de las palabras. Es tanto el alma, afirma, como la carne de una obra. En consonancia con las ideas sobre la literatura de Magris y Vila-Matas, se lee en otra carta suya a Colet: "El Arte es una representación, solo debemos pensar en representar. Es necesario que el espíritu del artista sea como el mar, lo bastante amplio para que no se vean sus límites, y lo bastante puro para que las estrellas del cielo se reflejen hasta el fondo."

Claudio Magris escribe que la literatura no es juicio moral, sino identificación con un personaje, con su modo de ser, generoso o malvado, con su fe, su pasión, su violencia o delirio. En su opinión, la literatura no juzga ni pone notas de conducta a la vida, que discurre más allá o más acá del bien y del mal. Si el arte es belleza, apunta, esta última no siempre implica la aparición del Bien y de la Verdad.

Hay que diferenciar entre ideología de los escritores y sus obras, porque, como bien expresa Claudio Magris, el compromiso no atañe a los escritores o a los artistas solo en cuanto tales, ni tampoco les incumbe a ellos más que a otras personas con otros oficios. Los deberes elementales hacia los otros conciernen por igual a todo el mundo. Concluye: "Ser leales, solidarios, sinceros, fieles, debe ser fundamento de toda existencia (...). La responsabilidad hacia el mundo concierne a todas las personas, a su relación con los demás, afecta a su vida y a su trabajo, y no importa que sea abogado, escritor o barbero."

Reducir, como pretenden algunos, la literatura a una ideología, a una causa, a un deber, mata la literatura.

 

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