Anika entre libros

La edad mental lectora y las etiquetas en la LIJ (Literatura infantil y juvenil)

Anika Lillo, abril 2012

 

La edad mental lectora y las etiquetas en la LIJ (literatura infantil y juvenil) 


Toda la vida han existido lectores de todas las edades pero no siempre se etiquetaron los libros como hoy día se hace. Desde hace unos años, y con el auge de las tiendas online, se empezaron a etiquetar éstos indicando las edades sugeridas. Antes teníamos literatura infantil, literatura juvenil y, simplemente, literatura (considerada adulta pero sin etiqueta). Y tampoco entonces estaba muy definida esta separación de edades. Así, Julio Verne, que era la literatura juvenil de antes, podía encontrarse tanto en los estantes de lecturas para jóvenes como para adultos. Hoy las cosas han cambiado, y mucho, pero existe un motivo.

 

Este artículo va acompañado de consejos fotográficos para que los niños lean

 

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LA CONFUSIÓN

No hace mucho un escritor me escribía entre indignado y sorprendido porque su novela había sido indicada como literatura a partir de nueve años. Tuve que explicarle qué significaba aquello para que comprendiese que no se estaba limitando la venta de su libro a menores, sino ampliándose. Quedó muy satisfecho con la respuesta e incluso animado, pero lo cierto es que como él hay muchos autores que desconocen el por qué de estas etiquetas e igualmente se muerden los labios pensando que esa franja de edad no es la que le correspondería a su novela. Un autor de literatura juvenil que cree que escribe para edades comprendidas entre los doce / trece años aproximadamente, y ve su libro valorado con signos como "LIJ + 9 años", cree que estamos recomendando su libro a un público menor y que, por ende, los de doce años en adelante no se sentirán interesados. El problema es que ellos quieren vender y que lean sus libros niños de todas las edades, y cualquier etiqueta les molesta porque parece que limite su lectura. Pero no estamos diciendo que un libro "LIJ + 9 años" es sólo para niños de 9 años. No es así como funcionan las etiquetas.

(LIJ: Literatura Infantil y Juvenil)

 

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EJEMPLOS

Voy a poneros ejemplos muy claros de literatura infantil y juvenil que ha sido necesario calificar en alguna franja de edad para recomendarlos a los padres confiando en que sus hijos, lectores, no abandonen la lectura. Lij2Pero antes aclararé lo que todo autor de literatura infantil y juvenil debería saber: Cuando indicamos valoraciones como "9-12 años" estamos incluyendo edades muy distintas, de niños que difícilmente coincidirán en gustos porque unos suelen ser más infantiles y los otros creen que se les está ofreciendo una literatura demasiado banal, aburrida o sosa, y se consideran demasiado mayores para leer ese tipo de historias. Y de ahí que no hablemos de edades biológicas sino de edad mental lectora.

"Harry Potter" es un claro ejemplo de literatura juvenil que con la experiencia hemos visto que se podría indicar a partir de 9 años cuando, en realidad, es un crossover, un libro-puente que leen igualmente los jóvenes que los adultos y que, inicialmente, se entendía como literatura para niños de doce años en adelante, catorce incluso. Esos críos que con sólo 9 años se han leído todos los libros de Harry Potter, o que empezaron el primero y han crecido leyendo los siguientes, son el ejemplo de "edad mental lectora" y no "edad biológica". El problema es que se han ajustado desde el principio con edades muy generales pero en una reseña podemos indicar si un niño de edad mental lectora más avanzada lo disfrutaría o no. Con esta saga (y otras muchas, como la de "Elliot Tomclyde" de Joaquín Londáiz con mayoría de lectores de 9 años y un total de 5 tomos con una media de trescientas páginas por volumen) sabemos que esas etiquetas generales no son del todo correctas.

Los álbumes infantiles cuyas ilustraciones ocupan ambas páginas del libro y que apenas tienen letra suelen estar indicados en franjas amplias de 5 a 8 años. Y es correcta, porque depende de la edad mental lectora un niño de 5 años que ya haya aprendido a leer podrá leerlo solo (o que se lo lean y lo entienda), y uno de 8 años que aún le cuesta leer (o no le guste mucho leer) lo leerá con soltura y tendrá la satisfacción de leerlo en un rato. Estos mismos niños de 8 años tendrán, en cambio, lecturas obligatorias en la escuela de pequeñas novelitas con escasas ilustraciones y mucho texto que no son indicadas para críos de 5 años, a pesar de que en la etiqueta general la tienda online lo incluya en esa edad. Ahí radica la diferencia entre edad biológica y edad mental lectora y ahí entramos los reseñadores cuando valoramos los libros ajustando más la edad.

 

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CÓMO SE AJUSTAN ESTAS ETIQUETAS

¿Y qué hacemos los reseñadores cuando indicamos edades mucho más concretas que las de las tiendas online? Ajustar más esas edades. Si compras un libro en un portal como La Casa del Libro verás siempre las siguientes franjas de edad:
Lij4- De 0 a 4 años
- De 5 a 8 años
- De 9 a 12 años
- Literatura Juvenil

¿Desde cuándo un niño de veintitrés meses puede entender -que no leer- lo mismo que uno de cuatro años? ¿Cómo es posible que un álbum ilustrado con siete párrafos en todo el volumen cuente lo mismo que una novela de cien páginas en la franja de edad de 5 a 8 años? ¿Es normal que una novela destinada a niños de 9 años guste a un chico de 12? ¿Por qué se considera juvenil a partir de 13 años si hay historias que hasta los dieciséis, diecisiete años no son interesantes para adolescentes?

Si vamos a la RAE observamos que incluso la adolescencia no tiene una edad concreta:

adolescencia.
(Del lat. adolescentĭa).
1. f. Edad que sucede a la niñez y que transcurre desde la pubertad hasta el completo desarrollo del organismo.

La adolescencia es como la edad mental lectora, esa que los reseñadores utilizamos para indicar distintas sugerencias de lectura. Es una franja invisible y serán siempre los padres quienes entiendan -porque deducimos que conocen los gustos y facilidad o dificultad de sus hijos al leer- si el libro está indicado para sus niños o no. Es a ellos a quienes nos dirigimos. Y aún así siempre habrá un margen de error.

 

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EJEMPLOS REALES DE EDAD MENTAL LECTORA

Natacha lee novelitas para su edad (8 años) con la misma soltura con la que lee álbumes infantiles ilustrados que disfruta más porque los acaba antes. Aunque le gustan ambas cosas siempre se acercará con más facilidad a libros cortitos e ilustrados porque le serán más llamativos, que a novelitas donde sólo hay letra. A menos que empiece y se enganche a primera vista no sentirá un amor rápido por la historia. Pero tiene suerte, a ella le gusta leer. Poneos en el lugar de un niño de su misma edad al que no le guste leer. Natacha lee novelitas del hada "Perla" de Wendy Harmer (una media de cincuenta páginas con ilustraciones) o de "La cocina de los monstruos" de Martín Piñol (con una media de 125 páginas). El primer ejemplo es para lectores de aproximadamente 5-8 años, está en su franja de lectura. El segundo ejemplo, sin embargo, está indicado a partir de 9 años, y Natacha aún no los ha cumplido, pero los lee ¿Por qué? Por el contenido: es ilustrado, es divertido y salen monstruos, algo que les gusta a la mayoría de los críos (en este caso son más de humor que de terror). ¿Y por qué está indicado entonces a partir de 9 años? Pues de nuevo volvemos a la edad mental lectora: el número de páginas más el contenido es apto para niños de nueve años en adelante porque estas novelitas pueden crear pesadillas a lectores pequeños y miedosos, pero si la edad mental lectora del niño es adaptable dependiendo del contenido y el diseño del libro, esta edad es Lij5ampliable. Como véis, ni siquiera para nosotros es fácil indicar la edad, sin embargo sería un fallo terrible decirle a una madre que su hijo de seis años puede leer esta novelita si le gustan las historias de humor con monstruitos, porque para ellos es "demasiado". Sería largo, no entendería muchas cosas por su edad y se aburriría con tanta letra a pesar de los dibujos que van a apareciendo en algunas páginas.

Nuria, que tiene un año menos que Natacha, hace tiempo que abandonó los álbumes ilustrados porque se aburría, y ha pasado de novelitas del Barco de Vapor de siete años (su edad) a la misma colección pero ya de 9 años. Y lleva muchos leídos. Se aburre con libros más sencillos y se interesa por novelas más gruesas, más complejas. Esta es la muestra más clara de la edad mental lectora que como padres, docentes, reseñadores e incluso libreros o bibliotecarios debemos tener clara a la hora de aconsejar un libro, y que cualquier autor debería comprender y aceptar en vez de indignarse por desconocer a qué se debe el etiquetado infantil y juvenil.


LOS CLÁSICOS NO SON LITERATURA JUVENIL

Hay además un tipo de lector infantil al que resulta difícil enganchar a la lectura, pero sí existen libros para ellos, el problema es que no suelen tenerse en cuenta en la escuela porque se guían por colecciones que tienen muy claras estas franjas de edad (un ejemplo claro serían las novelitas de El Barco de Vapor) sin tener en consideración que no todos los niños tienen la misma edad mental lectora y sin querer no se está fomentando en estos críos el gusto por la literatura. Este problema es más acuciante cuando se llega al instituto. Aquí entramos en terreno farragoso: los clásicos hay que leerlos. No importa que no entiendan a Campoamor, que no comulguen con las historias clásicas o que les agobie ese castellano antiguo que aún deben aceptar sin rechistar. Al niño debe enganchársele a la lectura y esto se conseguirá permitiendo que lean cosas que les hagan disfrutar. Si un niño lector se convierte en un adulto lector, acabará leyendo esos clásicos por propio placer, porque Lij6ya tendrán un criterio y harán una criba de sus múltiples lecturas. Si no se consigue que sean lectores no sólo no disfrutarán con los clásicos sino que además no serán grandes lectores y, por supuesto, jamás recurrirán a un Platón, a un Campoamor o a cualquier otro clásico español porque perdieron el interés por el camino. Sólo tenemos que plantearnos una cuestión ¿desde cuándo los clásicos son literatura juvenil?


LIJ FÁCIL PARA NIÑOS NO LECTORES

Estos libros que hoy día son fáciles de encontrar tienen un atractivo muy particular pues están diseñados para niños a los que no les gusta leer. Para un adolescente lector será como un caramelo que se lee en un rato y deja un buen sabor de boca, pues es humor. Para un no-lector será un aliciente para seguir leyendo, y generalmente esperará el siguiente tomo u otros libros del estilo para seguir disfrutando de la lectura. Algunos profesores -pues los padres serán menos exigentes- pensarán probablemente que leer eso no les aporta nada o, con suerte, que lo lean si quieren pero que también lean los clásicos. El niño probablemente leerá el clásico por obligación o buscará en Internet el resumen para no leerlo. ¿Y cuál es la otra opción? ¿De qué libros estamos hablando para convertirles con el tiempo en lectores habituales? De libros con viñetas, con apariencia de estar escritos a mano en hojas recortadas, y de humor, naturalmente, con protagonistas en edades escolares, igual que los lectores. "El diario de Greg", de Jeff Kinney, es uno de ellos, y ya llevan cinco tomos. "Diario de Sofía desde el cuarto de baño de las chicas" de Rose Cooper es otro de ellos pero en versión femenina, y recientemente ha aparecido "75 consejos para sobrevivir en el colegio" que tiene mucho más texto pero que está igualmente enfocado al lector joven poco habituado a la lectura, utilizando su entorno más habitual y el humor que conecta con los jóvenes. También existen otros igualmente ilustrados que en realidad tocan temas comprometidos (como el problema de la hiperactividad) utilizando a menores con viñetas y humor como "Yo, Elvis Riboldi" de Bono Bidari que ya va por el segundo volumen. Estos libros junto a otros de sus edades que hablen de cosas que les hagan sentirse identificados les unirá más a la literatura que los clásicos.

 

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Estos libros están indicados para niños de entre diez y doce años, y esa sería la edad recomendada, sin embargo por sus características es fácil que sean aptos para edades mentales lectoras más jóvenes, y también para no-lectores más adultos. Un estudiante de instituto que recurre a Internet en busca del resumen es un lector perdido, de ahí que se entienda que los clásicos no son literatura juvenil y que es preferible intentarlo con libros más ligeros y simpáticos para que se enganchen a la lectura.

 

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CONCLUSIÓN

Como conclusión y con mi experiencia como madre de niños de seis, ocho y catorce años, lectora de todo tipo de literatura y reseñadora profesional, creo que las etiquetas no deben jamás entenderse como limitaciones si no como opciones, y que tanto los padres como los docentes deben distinguir las edades mentales lectoras de sus hijos o alumnos a la hora de aconsejarles lecturas si el fin es el de fomentar la lectura y conseguir que amen la literatura. En una casa siempre será más fácil que en un aula, pero a la hora de puntuar la comprensión de la lectura de un libro también debería tenerse en cuenta este pequeño detalle porque no todos somos iguales, y en el fondo todos deseamos que los niños se apasionen por la literatura. Sé que no es fácil cuando se trata de muchos niños, pero es importante. Nosotros somos sus guías y por eso es también nuestro deber conocer este tipo de etiquetas y para qué sirven.sirven.

Último truco: lee alguna vez un libro que creas ideal para él, háblale de lo que estás leyendo, emociónale (si es de humor ríete delante de él), pícale la curiosidad (exclama en voz alta) y cuando quiera saber más convéncelo para que se lo lea él.

Nota final: no te desesperes si de pequeños leen y en la adolescencia lo dejan porque se sienten agobiados con los libros del instituto. El niño que tiene el hábito de la lectura, de adulto la recupera porque ya es un lector. Y si tu hijo es de los que no leen nunca tampoco te preocupes. Leer es muy bueno, pero no vamos a matar a un niño porque no lea.
 

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