Anika entre libros

Italia en la orfandad

Cátulo, abril 2005


No querría que los lectores españoles tuvieran una impresión equivocada respecto a mi actitud ante la vida. Personalmente, me considero una persona optimista, sin caer en la exageración, y con ganas de vivir. Pero, al margen de esta consideración, no se pueden negar los hechos: Italia se está quedando culturalmente en una angustiosa orfandad.

Hace pocas semanas conocimos la muerte del poeta Mario Luzi, uno de los progenitores del hermetismo italiano, junto con Eugenio Montale, que es mucho más conocido en España, Luzi era una persona querida y respetada por casi todos, con la estrepitosa y esperable excepción del Gobierno de Silvio Berlusconi que, como era de esperar, es enemigo de la cultura en general y de los poetas en particular.

No es de extrañar porque la sordidez intelectual y la ordinariez e incontinencia verbal de Berlusconi, han traspasado las fronteras italianas para escarnio de la nación que, en muchos casos, asiste impasible al triste espectáculo.

Cuán lejos se situó Luzi, nombrado relativamente poco antes de fallecer senador vitalicio, de todo este marasmo. Quizá, por Luzieso, en una de sus últimas intervenciones comparó a Berlusconi con Benito Mussolini. No se lo han perdonado.

No crean los lectores que no conozcan a Mario Luzi, que estamos frente a un aguerrido y veterano luchador (murió con 90 años) del comunismo itálico. No, en absoluto. Estamos ante un poeta de raíz profundamente cristiana, hijo de familia trabajadora y típicamente italiana.

Eterno aspirante al premio Nóbel de literatura, se le mostró éste esquivo, pese a que al parecer en seis ocasiones estuvo entre los posibles galardonados. Una injusticia más que añadir a otras muchas.

Italia se ha quedado sin una voz necesaria, una voz contundente, reflexiva y prudente, de esas que ahora escasean tanto en nuestro país, acongojado estos días por la muerte de Calipari. Italia, poco a poco, va quedando huérfana, solitaria y triste, sin darse cuenta.

He dicho que Luzi era una voz necesaria y creo que me quedo corto. Era una voz imprescindible, por su autoridad moral, por ese cristianismo profundo que le caracterizó toda la vida, que le alejó, precisamente, del poder oficial, de la iglesia vaticana. Era un verdadero combatiente a través de la palabra contra la injusticia, contra la miseria, incluso cuando sabía que sus palabras desatarían las iras de los poderosos de siempre.

Todavía recuerdo el estruendo que ocasionaron unas declaraciones a un diario italiano (creo que L'Unita) en las que aún Luzi1condenando el terrorismo de forma clara, nos decía que no debemos quedarnos sólo en la superficie y afirmaba con rotundidad que el terrorismo es un invento europeo. ¿Qué podemos esperar ahora?

Desde la perspectiva literaria, posiblemente la que más importe a esta pagina, aunque como decía José Ortega y Gasset, el hombre es también sus circunstancias, la obra de Luzi es enorme y no se limita sólo a su actividad como poeta, sino también traducciones, entrevistas, ensayos, teatro... Todo ello dentro de una ejemplar vida familiar.

Luzi es considerado por mucho más que un poeta cristiano, un poeta místico, que no puede renunciar a sus creencias. En este sentido se puede consultar una extensa entrevista con Stefano Verdino, "La puerta del cielo" publicada -creo- en 1997. La religiosidad de Luzi estuvo inducida por su madre y según el propio poeta era una religión sencilla. Ciertamente Margherita Papini (la madre) es, además, una figura central en la obra poética de Luzi.

Es muy posible que para el hombre de la sociedad actual, todos estos valores, incluida la propia poesía carezcan de valor, de sentido, que sean inútiles y más bien un estorbo en el progreso.

Pero la escuela hermética que tuvo en Luzi uno de sus principales valedores creía en precisamente en todo eso: por ello su poesía nunca podrá ser una poesía de mayorías oportunistasque se apuntan al éxito. Es una poesía intimista, de exaltación de los valores personales. Unos valores en los que la competitividad y la globalización no cuentan para nada.

Ya en 1935, cuando publico su primer libro, titulado "La barca" con sólo 21 años, todo esto era fácil de intuir: el choque de la vida individual y la vida colectiva, de la apariencia y la esencia, el tiempo y la eternidad. Y me pregunto cómo es posible que Luzi3en menos de cien años, verdaderamente en mucho menos, todo esto carezca casi de valor.

Quienes sólo vean en el hermetismo un lenguaje refinado y pulcro se quedarán precisamente con sólo ese primer plano del que Luzi hacía referencia con respecto al terrorismo. Tomo las propias palabras del poeta para decir con él que es el alimento más seguro de la continuidad poética, de la contemplación asombrada de la naturaleza y de la solidaridad.

En fin, Luzi nos ha dejado su palabra, que es su pensamiento, pero no se puede evitar la sensación de soledad que nos invade porque cada día ese pensamiento va perdiendo terreno. Retomo de nuevo la voz del poeta porque, al menos en la Italia de hoy se corre el riesgo de frivolizarlo todo. Se habla de cosas fundamentales, que han impregnado la historia de los últimos 150 años como se podría hablar de cambios en equipo de tercera división. Verdaderamente indecente.


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