san petersburgo

Opinión:

Esta novela forma parte de una extensa serie - por ahora van una veintena de títulos- que se inició con la publicación digital de “Metro 2033”, de Dmitry Glukhovsky y ubicada en el metro de Moscú, en el 2002. La novela se editó en papel en el 2005 y también se ha convertido en un videojuego de éxito.
 
La ambientación en ese mundo subterráneo, aparte de claustrofóbica, es común para toda la saga y está formado por el entramado de estaciones y túneles del metro, localizado para esta entrega de la serie en el de San Petersburgo. En mi opinión se ha trasladado el concepto económico de la franquicia al ámbito literario, pues sobre un escenario determinado cada autor construye su propia historia. Y si las primeras se ubicaban en Rusia, otras ya se han situado en Londres o en Venecia, así que a ver cuando vemos una ambientada en alguno de los metros españoles.
 
Tal como se muestra en “San Petersburgo”, cada estación intenta ser una comunidad autosuficiente y, en consecuencia, se rige según las normas que han decidido o aceptado sus habitantes. La única vía de comunicación  y de intercambio entre unas y otras son los túneles, lugares que están fuera de normas y con la posibilidad añadida de cualquier peligro imaginable.
 
La trama es muy directa, con una sucesión continua de escenas cortas dentro de cada capítulo, que efectúan la transición de manera brusca con un espacio de dos líneas en blanco como única marca de separación y que si queda al final de página casi pasa desapercibida. Desde un principio da la sensación de que estás sumergido en un videojuego tipo FPS (disparos en primera persona, o sea el jugador es el protagonista absoluto y todo el conflicto se vive según su propia perspectiva), con el único aditamento de lo que podrían ser unas alucinaciones del personaje principal o las conversaciones con su propia conciencia, desdoblada para la ocasión.
 
Lo cierto es que al final acabas pensando que no sabes bien dónde se ha inspirado más Shimun Vrochek: si en la novela original o en el videojuego que se hizo después. Eso ocurre además porque una de las características principales de la historia es que utiliza como moneda los cartuchos de munición, pero solamente los originales que se fabricaron antes del holocausto nuclear. Claro que en una sociedad que vive en permanente estado de militarización por los peligros externos y los conflictos entre las diferentes estaciones de metro, raro es que todavía queden suficientes que no se hayan disparado todavía. Pero aún hay más y es que parece que los personajes casi siempre tienen unos cuantos para ir pagando, ya sea sobornos o lo que necesiten comprar, sin que sepas, salvo rara excepción, de dónde sacan tan abundante suministro, que además tienen que cargar consigo durante todo el transcurso de las expediciones.
 
El resultado es una lectura entretenida, que podrá interesar a los aficionados a los videojuegos de disparos en primera persona y que será del agrado de los seguidores de la serie de novelas ambientadas en ese mundo propio que inició “Metro 2033”. 
 
Selin