paolo pinocchio

Opinión:

Si fuera un ser humano sería un vividor, borde, aprovechado, amoral y bastante cabrón, y seguramente sus demonios y aventuras serían otras pero como es un muñeco de madera Lucas Varela ha jugado con sus experiencias vitales más allá de la vida –o sea en la muerte- aportando un surrealismo propio de un personaje a su altura. Los demonios que le atosigan y persiguen también son igual de malvados pero del mismo modo son capaces de reírse de ellos mismos. Las víctimas de los demonios son también, en su mayoría, las víctimas de Paolo Pinocchio, pues es un manipulador de primera y todo lo que hace es, siempre, pensando en beneficio. Y precisamente porque es un muñeco no puedes tomártelo en serio ni cabrearte con el tipo. ¿Quién se va a enfadar con Paolo si no tiene sangre en las venas y su nariz es objeto de deseo de un trío de criaturas brujeriles que lo quieren recuperar porque además de mágico es el falo de Osiris?
 
Guiños a la mitología, podemos ver sus propuestas de Caronte o del Can Cerbero; humor negrísimo (la diferencia visual entre la cola de niños sin bautizar y niños bautizados es buena muestra de ello); un infierno que recurre a lo tópico y a lo nuevo... Y algo de escatología, Varela empieza con gusanos asquerosillos para prepararnos y luego nos suelta una bomba (el nacimiento de Paolo en “El destino del pequeño Paolo”). No se puede dudar, es un valiente, se atreve a arriesgarse y lo borda.
 
Debo admitir que la elección del personaje de Pinocho cuando decidió utilizar un muñeco para su personaje es muy acertada, porque de entre todas los dulces criaturas nacidas de los cuentos, Pinocho, al menos, era un mentiroso al que le creía la nariz y se dejaba engatusar con tremenda facilidad para hacer el “mal” (sí, entre comillas), y este Pinocchio es un amoral con una gran falta de escrúpulos. Le viene al pelo.
 
Anika Lillo