el asesino de la pedrera

Opinión:

Reconozco que siento cierta fascinación por el lado oscuro de la mente humana, quizás por eso siempre me ha caído bien Hannibal Lecter. Desde que Thomas Harris creara a su personaje en “El silencio de los inocentes”, Lecter me ha parecido un buen tipo; no, no es que yo sea una sociópata, simplemente me parece que su manera de actuar era, en cierto modo, correcta y comprensible, sólo devoraba a aquellos que se lo merecían, gente que por sus actos no merecía estar viva. Ahora a mi “admirado” Hannibal El caníbal se une “El asesino de La Pedrera”.

Sáinz de la Maza ha creado un escenario propicio para que los acontecimientos se desarrollen de una manera creíble al no inventarse absolutamente nada, los hechos que llevan a “El asesino de La Pedrera” a pasar a la acción se dan cada día en todas las ciudades de nuestro país, por lo que el autor tiene un campo amplísimo para explayarse. La novela es en realidad una muestra de los abusos, en el más amplio sentido de la palabra, que los ciudadanos sufrimos día a día, en la que las injusticias, los agravios, las expropiaciones, el paro, y la crisis, nos hacen pasar las de Caín para desear levantarnos al día siguiente.

Aro habla sin tapujos de la vergonzosa política que sufrimos, de cómo los mal llamados prohombres de la sociedad campan a sus anchas realizando todo tipo de tropelías y atropellos que quedan indemnes casi siempre debido a un patético código de honor por el cual los ricos se protegen entre ellos y explotan al hombre de a pie, una situación tan lamentable que termina por convertirse en un polvorín en el que alguien, en este caso nuestro criminal, se ha cansado de ser pisoteado vilmente y necesita tomarse la justicia por su mano, ya que quien se supone que ha de defendernos sólo vela por los intereses de un puñado de ricachones. Con esto el escritor no pretende decirnos que actuar de tal manera esté bien, pero tampoco que esté mal, simplemente es el paso siguiente en esta cadena de despropósitos que vivimos un día tras otro, el alma humana no puede aguantar tanta vejación gratuita, y si nadie es capaz de ponerle freno es la víctima la que termina por convertirse en verdugo de una sociedad creada por y para los poderosos y adinerados. Esa misma sociedad que disfruta cada mañana viendo la famosa cadena de telebasura, Telecinco, que se cita a las claras en la historia y que ha convertido el escándalo, la crónica negra, la desinformación más descarada, el sensacionalismo barato, y el alarmismo social en su eje central; parece que mientras vemos las miserias de otros, cuanto más se destroce públicamente la tragedia de una persona, más seguros y afortunados nos sentimos, pan y circo para el pueblo que, como decía María Antonieta, si no puede comer pan… que coma pasteles.

Es esa esta visión de España, tristemente real, la que hace que Milo Malart se posicione en el lado correcto que no es necesariamente el de los “buenos”, el Inspector entiende los motivos que llevan al asesino a cometer tales atrocidades, los comprende, los comparte, e incluso los defiende, lo que le grajeará la enemistad de los que tienen la sartén por el mango, convirtiéndose en un incómodo grano en el culo para ellos al velar realmente por los intereses del débil, lástima que en la vida real no haya políticos o policías como Malart, serían entonces las cosas mucho más sencillas y, especialmente, más justas.

De la mano del Inspector haremos un viaje por la corrupción que  cada vez más nos oprime, el sufrimiento infligido a inocentes sin que nadie les eche un cable, la vergüenza de ver cómo se arrebata la dignidad a las personas con la más asquerosa indecencia, lo que termina por convertir la Barcelona de Gaudí en un infierno dantesco, un recorrido turístico transformado en criminal en la que hay tantos culpables que uno no sabe para donde mirar; él, “el malo” se transforma en un Anonymous sanguinario que quiere culminar su particular vendetta ya que nosotros no nos atrevemos a hacerlo.

Así que sí, me reitero, el Dr. Lecter no es un mal tipo, es alguien que vive bajo una convicciones éticas que seguramente sean políticamente incorrectas, pero son más justas que las ruedas de molino con las que nos quieren hacer comulgar; y sí, estoy convencida que viendo la situación actual de nuestro país cualquier día se hará realidad “El asesino de La Pedrera” y en ese momento sonreiré secretamente al ver que yo no soy una sociópata retorcida, ya que muchos aplaudirán sus actos, por brutales que nos parezcan, incluso puede que el mundo sea un lugar mejor con su existencia.

Patricia Rubiera