el chico sin identidad

Opinión:

Adoro los libros ilustrados cuando son buenos, este es algo más que bueno, es una joyita. “El chico sin identidad” bebe del lápiz y la mente de Tim Burton, pues Óscar Sinela se ha descubierto como un pupilo de sobresaliente. Los trazos y las propias historias evocarán al gran Burton, pero el talento lo ha puesto esta vez Sinela. Son sus manos, sus trazos y sus sombras, sus ideas, su forma de reivindicar o denunciar lo que muestran estos cuentos ilustrados.
 
Me encanta por encima de todo –y ya es difícil que supere el enamoramiento que siento hacia sus ilustraciones- la forma en que reivindica algunas cosas o simplemente avisa o denuncia. No es un libro crítica, pero sí lo es al mismo tiempo. No tiene por qué ser un libro de denuncia, pero sí se percibe que Sinela muestra lo que le preocupa: en una sociedad donde lo material prima sobre los sentimientos, nos hemos olvidado de lo importante y criamos a algunos niños sin recordarles los valores humanos, la mística de la vida, su origen real, el del ser humano, y no el del niño mimado que acabará adoptando como propio un carácter minado de peligros para sus relaciones con los demás (desidia, olvido, condena, yermo, pereza, desaire... y tantas otras a las que le da rostro)
 
Para mí todos son relatos sobrecogedores, pero el más espeluznante es el que protagoniza Igualdad, una niña a la que todos rechazaban por pesada. Sinela crea un monstruo –que en realidad es el que crea la Sociedad- para reivindicar la manipulación general del ciudadano, la forma de callar bocas, de hacer desaparecer lo “molesto”. Este relato es uno de los más significativos, maravilloso y sobrecogedor al mismo tiempo.
 
Los microrrelatos y los otros relatos cortos nos hablan de nuestra esencia: cómo el valor ayuda al miedo, cómo los niños entienden el mundo (un poco de humor negro al tiempo que desolador define muy bien el microrrelato de Cándido [Transición 2], que buscó caramelos en el cuello de su hermana), cómo se sienten ante un mundo inhóspito para ellos, o ante sus propias dependencias... Todo el volumen destila sentimientos y transmite sensaciones.
 
“El chico sin identidad”, el relato que da título a la obra, no cuenta nada del otro mundo, pero cómo lo cuenta y cómo lo dibuja es otro cantar. A las ilustraciones hay que añadirles la forma en que Sinela indica cómo el niño va rompiéndose por dentro al percatarse de que la búsqueda es yerma. Algunas personas lo hemos repetido hasta la saciedad a quienes nos exigían amistad: la amistad no se exige, ni se busca ni se pide, se encuentra, se cultiva y se gana. Sinela lo sabe y por eso ha hecho este cuento. Este es el único cuento –distribuido a lo largo del libro en capítulos separados para dar espacio a las historias más cortas- que termina con un brote de color, en un tomo enteramente pintado con la mina gris del lápiz.
 
Una verdadera joya de la ilustración y arte para hablar de los sentimientos y hasta ponerles rostro.
 
Anika Lillo