tres segundos

Opinión:

Hablar de Tres segundos es hablar de novela negra. Es valioso a pesar de ser puro código y su repetición. Es disfrute del género. Descubrir a Jim Thompson en la psicología de los personajes, saborear a Raymond Chandler en sus diálogos, recordar a Dashiell Hammett en los lugares pisados. Enmarcada en la sociedad actual, es en nuestro presente donde la novela establece las condiciones de verosimilitud necesarias ante los sucesos increíbles que la conforman. Tres segundos bien podría ser una serie televisiva, pues es una apuesta rompedora dentro de un género acotado como es la novela negra, por lo que tiene de visual, de episódico, de ficción narrativa.
 
Los escritores Anders Roslund y Börge Hellström, el primero periodista y el segundo exdelincuente, presentan con Tres segundos su tercera autoría conjunta en forma de novela negra, premio a la mejor novela sueca del año 2009, avalando así una trayectoria cada vez más consolidada y una apuesta por el género negro de nuestro días que vive en Suecia uno de sus mejores momentos.
 
Con una enorme capacidad de invención de argumentos y giros en la trama, la construcción perfecta de los instantes previos a las rupturas, a partir de los cuales la vida se hace doble, y la magnífica creación de una isotopía del espacio, que funciona como cualidad de lo que está pasando (calles desiertas en plena ciudad,  comisarías, cárceles, pisos anónimos que funden a los personajes con el escenario), los autores nos presentan un universo moral desde los límites de toda moralidad. Están hablando constantemente de algo que no nos gusta y de lo que formamos parte. Nos obligan a mirar las zonas más oscuras del ser humano. Del ser atravesado por el miedo.
 
Un discurso directo que permite escuchar la información más la evocación que desprende. Mantiene un ritmo irrefrenable, casi inminente, detenido únicamente al diseccionar los detalles, en la creación de atmósferas e interrogantes, todo en favor de la historia que se desencadena y fluye en todos los niveles del género negro.
 
Hay una proporción entre la extensión del libro y la magnitud de lo contado. La novela despliega ante el lector el mundo de la mafia de drogas de la Europa del Este, desde el último eslabón o transportista de la droga, pasando por la policía; esa fachada de la mafia que es precisamente lo que la persigue, recorremos un camino a ciegas por la investigación de homicidios, el viaje de las drogas, sus imprevistos, las prisiones, el pasado que nos persigue.
 
Y en el plano central de la historia, un infiltrado de la policía, Piet Hoffman. Como en la vida misma, los intermediarios son los verdaderos protagonistas de las historias, y en ésta, el antihéroe Piet Hoffman, derrotado de antemano, muestra lo que es estar lleno de fronteras, palpar continuamente el peligro, ser consciente de lo fácil que es caer. A través de una doble vida que le empuja más y más hacia la pérdida de control. Los indicios siembran de misterio toda la novela. El protagonista se encuentra atrapado en un mundo de dinero, drogas y muerte, a un paso del nuestro. Su ingreso en una cárcel de máxima seguridad es sólo parte de su trabajo como policía infiltrado. Pero su condición de colaborador en el crimen organizado, colaborador al fin y al cabo, lo sitúa en una posición cada vez más irreversible. Como dice Hoffman en un fragmento del relato: “Se encontró mirando en la dirección que él no debía seguir”. La tensión crece ante nuestra necesidad de posicionarnos, ante el duelo en un presente agobiante, en una carrera contra el tiempo en la que tres segundos son siempre definitivos.
 
María Cabrera