Anika entre libros

el tiempo recobrado

Ficha realizada por: Lidia Casado
el tiempo recobrado

Título: el tiempo recobrado
Título Original: (à la recherche du temps perdu 7. le temps retrouvé, 1927)
Autor: Marcel Proust
Editorial: Alianza


Copyright: © Alianza Editorial, S.A., 2011
© Traducción de Fundación Consuelo Berges, 2011
1ª Edición Bolsillo, 1969
3ª Edición, 2011 ISBN: No definido
Etiquetas: 1ª gm 1ª guerra mundial autores ciclo clásicos escritores franceses i guerra mundial literatura francesa narrativa nobleza princesas príncipes reinas reyes sagas series trilogías

Argumento:


La guerra llega a París y cambia la vida de todos sus habitantes, que ya no volverán a ser los mismos. Así lo descubrirá (y describirá) el protagonista tras estar alejado de ellos durante varios años. El tiempo cambia a las personas pero no afecta a los recuerdos que tenemos de ellas. Esta idea le servirá de acicate para comenzar, por fin, la obra literaria que lleva proyectando toda su vida. Sólo que ahora, la muerte acecha.

Opinión:


Proust cierra su heptalogía mediante una voltereta que le lleva al principio, al primer libro, recobrando el tiempo que se ha escapado entre los recovecos de la memoria. Antes de eso, y mediante la primera referencia temporal explícita de todo el texto, nos situará en París, entre 1914 y 1916, para contarnos cómo se vive en una ciudad en guerra. El último tomo de En busca del tiempo perdido puede, pues, dividirse claramente en dos partes, no marcadas, sin embargo, en la obra: la descripción y el análisis de la vivencia bélica y sus consecuencias y la recuperación del tiempo perdido, fijado a través del arte, en este caso, de la literatura. Aún así, es notablemente diferente el tono, el contenido y el análisis del protagonista, aunque sí es cierto que una cierta melancolía  impregna todo el volumen, dándole unidad.

Marcel trata de mostrar cómo es el día a día en una ciudad en guerra a través de unos personajes que intentan mantener sus costumbres, celebraciones, reuniones y festejos a salvo de las bombas. Sin embargo, la sombra y el sonido de los aviones sobrevolando el cielo parisino se mantienen a lo largo de esta primera parte, como una amenaza constantemente presente.

El protagonista analiza cómo afecta la guerra a París, tanto a la ciudad en sí, como a todos sus habitantes, marcando claramente las diferencias entre quienes intentan seguir viviendo en su ajena frivolidad y quienes arriesgan las vidas propias o de sus familiares en ella. El análisis afecta a todos los planos que se pueden ver alterados por una guerra: la política, la convivencia, la ideología, la psicología, la identidad de un país, el odio hacia el enemigo, la traición de quien se siente próximo a ese enemigo, la picaresca para librarse de acudir al frente, la amenaza constante de la muerte y la desaparición de personas queridas.

Si la degradación en lo político, lo ideológico o en las relaciones internacionales conduce a la guerra, en lo personal, lleva a la depravación, a la humillación y a la violencia voluntaria. Así, Marcel descubrirá en este último tomo la degradación absoluta de monsieur de Charlus, a quien ya había juzgado en volúmenes anteriores por su homosexualidad. Ahora, le sorprenderá practicando el sadomasoquismo y, deteriorado físicamente hasta la ceguera, a punto de abusar de un niño de diez años. 

Sin marcarlo de una manera especial (ni en capítulos diferentes, ni dividiendo el libro en una segunda parte, ni nada por el estilo), Proust deja en blanco un extensísimo periodo de tiempo para situar a su protagonista en el mismo espacio pero en diferente época, lo que le permitirá reflexionar sobre el paso de los años y el efecto que este transcurrir tiene tanto en las personas como en los recuerdos.

Durante este intervalo de tiempo, Marcel ha estado internado en un sanatorio por problemas de salud. A pesar de poder regresar a París, su salud seguirá debilitada, lo que le hará tomar conciencia de la cercanía de la muerte.

El regreso a París, el encuentro con la gente con la que compartió infancia y juventud, el latigazo que le produce el recuerdo de momentos felices y la nueva experimentación de aquellas sensaciones del pasado se convierten en un auténtico acicate para Marcel, quien retomará, esta vez con éxito, la composición de esa gran obra literaria que lleva proyectando desde su niñez y que la pereza y su facilidad para posponer su inicio (fruto de esa sensación de que el tiempo es infinito y de que siempre habrá un mañana que dedicar a hacer cosas productivas) han ido retrasando hasta este momento.

Comenzará entonces una lucha contra el tiempo, contra la cercana muerte, para escribir su obra y una obsesión por tratar de recuperar el tiempo perdido, la memoria ausente, y perpetuarla a través del arte.

La escritura de la novela permite a Proust reflexionar sobre la composición artística en general y literaria en particular, en unas páginas metaliterarias en las que expone el que podría ser su método personal de creación y su concepción de la labor del escritor.

Marcel nos ofrece una visita guiada por las vidas de los personajes que ya conocemos, viéndolos a través del prisma del tiempo, comprobando cómo han cambiado, si se han cumplido sus ambiciones, si han fracasado en sus empeños, cómo el paso de los años los ha transformado física y moralmente, permitiéndonos comprobar su evolución; una evolución que en ocasiones marca un auténtico choque entre pasado y presente, confirmando que el tiempo cambia a las personas pero no al recuerdo que tenemos de ellas.

El análisis de las personas también incluye referencias a la evolución de la sociedad durante aquellos años y refleja los cambios que se produjeron en la primera mitad del siglo XX en un país como en Francia y cómo la burguesía se ha hecho un hueco definitivo en los dominios de una aristocracia venida a menos. Buena prueba de ello será madame Verdurin, convertida en princesa de Guermantes gracias a su tercer matrimonio.

El protagonismo que vuelven a tomar los ambientes, situaciones y personajes del primer libro y los recuerdos que de ellos tiene Marcel proporciona una estructura circular a la heptalogía, que acaba donde empezó, aunque con las vivencias de 20 años de trayectoria personal, histórica y social entre ambos momentos. Proust logra así recobrar el tiempo perdido, el que ha estado tratando de aprehender durante toda la saga y cierra así de forma magistral no sólo la vida de su Marcel sino el conjunto de su obra. Una obra exigente para el lector pero de la que, si se paladea, se disfruta cada palabra. Una obra capaz de sembrar un buen puñado de reflexiones en la mente del lector, ideas que irán cultivándose a lo largo del tiempo y que florecerán en su interior, enriqueciendo su propia manera de percibir el mundo y, sobre todo, de entender los mecanismos de la memoria. 
  
Lidia Casado

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