andrea y los masticadores

Opinión:

Muchos de los niños de hoy se sorprenderían si supieran que algunos hemos crecido sin consolas, internet, teléfono móvil, televisión digital, de hecho, no había televisión las 24 horas del día. Llenábamos nuestro tiempo libre de juegos, travesuras y libros, muchos libros en los que los protagonistas se metían en un montón de líos, vivían aventuras emocionantes que tratábamos de imitar, y siempre acababan bien.

“Andrea y los masticadores” aúna todo eso en una novela amena y amable que hace sonreír por su sinceridad e ingenuidad.
 
Eduardo Martínez-Abarca recrea un mundo en el que la contaminación y la electricidad no existen gracias a la existencia de unas maravillosas criaturas llamadas masticadores que convierten la piedra en combustible, y las boluminosas, unos animalillos que transforman la pelusa que los alimenta en luz, un lugar en el que el protocolo de Kyoto sería innecesario y que se convierte en alegato ecologista. La extraña desaparición de estas extraordinarias criaturas dará lugar a una emocionante aventura para Andrea y La Cuadrilla que nos transporta a aquellos libros que llenaron la infancia de varias generaciones.
 
Con la candidez que tienen los niños sin twitter que los absorba, televisión que los atonte o consolas que les impidan disfrutar del aire libre, vamos viendo cómo el enigma se desarrolla de una manera inocente, en el que el riesgo y la emoción son el leit motiv de una historia de camaradería y amor por los animales, donde lo que más se teme son las regañinas de los padres por desobedecer, porque a esa edad nos creemos inmortales y capaces de resolver cualquier problema por complicado que sea, seguros, como Andrea y sus amigos, de que al final del día estaremos durmiendo en nuestras camas con la protección de nuestros padres.

“Andrea y los masticadores” ofrece una aventura genuina, un misterio irresistible, diversión y libertad en estado puro, y unos protagonistas desenfadados a la vez que motiva a los más pequeños para que disfruten de la vida, a husmear en busca de misterios increíbles, que aprovechen cada segundo de una etapa que pasa en un pestañeo. Pero, por otro lado, nos deja la lectura de si en verdad el progreso es algo tan necesario, probablemente hayamos sacrificado muchas cosas por tener coches más rápidos, trescientos canales de televisión y cinco mil amigos virtuales, el autor nos dice que la felicidad está en cosas pequeñas y en un puñado de buena gente en la que puedes confiar.
 
La obra está dirigida a un sector muy joven así que no encontramos nada en exceso complicado por lo que la resolución del misterio es tal y como un adulto espera, pero a los niños les sorprenderá y disfrutarán al ver como los malos malísimos reciben su merecido, los héroes son recompensados, y los masticadores no sufren daño alguno. Para rematar la faena el escritor ha sabido reflejar muy bien el tipo de lenguaje que se usa a esa edad (mención especial a Beatriz que “experimenta” con el lenguaje y tiene momentos tronchantes) y ha utilizado de maravilla el ritmo narrativo para cada situación de la historia; así en el momento de la persecución las frases cortísimas transmiten toda la tensión y la adrenalina que la protagonista está sintiendo. Una obra amable bien hilvanada que esconde alguna moraleja bajo tanta diversión sin caer en la moralina barata.
 
Si tu hijo cree que otro mundo es posible, que sus amigos son los más guays del mundo, que si se lo propone puede enfrentarse a gigantes, y que no hay nada mejor que comer una manzana subido a un árbol, apágale la consola y pon en sus manos “Andrea y los masticadores”, se verá transportado a un mundo que, quién sabe, a lo mejor un día se hace realidad.
 
Patricia Rubiera