colmillos

Opinión:

Hace tiempo escuchamos una noticia sobre un reformatorio para chicos extranjeros en Cataluña donde se descubrió que el trato a los “alumnos” había sido inhumano. Salvador Macip y Sebastià Roig se hacen eco de este hecho al final del libro, noticia que a mí se me pasaba por la cabeza cuando leía “Colmillos” y que fue precisamente el germen de esta novela. Y precisamente porque conocemos los horrores de algunos centros (de niños, de ancianos y guarderías incluso) mientras lees la novela y sabiendo que hay demasiado psicópata suelto sabes que aunque esto sea ficción, lo único que le falta para ser verdad (o una verdad muy parecida) es buscar. En las noticias siempre encuentras algo igual de horroroso, y de ahí viene el terror. “Colmillos” es un clarísimo ejemplo de horror sin utilizar fantasmas, demonios religiosos ni seres sobrenaturales.
 
Aunque hay alguna que otra cosa previsible para ti como lector que al protagonista le pasa más desapercibido hasta cierto momento ya avanzada la lectura, no deja de ser interesante porque está contado en primera persona y en orden cronológico, sin flash backs, y aquello que tú puedes sospechar (y adivinar) él lo descubrirá en el momento adecuado para reaccionar con más visceralidad y decisión.
 
En esta novela apenas aparecen seis personajes: tres adultos (los responsables del centro) y tres jóvenes, dos de los cuales (un chico, Cesc, y una chica, Ariadna) ya estaban ahí cuando llega Vicent. Y no necesita más. De hecho no se nos da información personal de los adultos ni de los otros jóvenes porque conocemos únicamente lo que ve, piensa y vive Vicent, de modo que si para él los empleados se parecen a Clint Eastwood y a Madonna, serán Clint y Madonna todo el tiempo, y esa lejanía hace que se respire mucha más intranquilidad, mucha desconfianza, y que estos tipos se nos presenten como personajes fríos, calculadores, psicópatas y terribles. Y para rematar está el Capitán, el jefe de todo aquello, que junto a ciertos animales salvajes acaban de aterrorizar a los niños que necesitan “disciplina”.
 
El uso de los salvajes, animales que atacan constantemente el cerco y que los jóvenes –por cierta circunstancia que no desvelaré- describen como una especie de seres mutados entre hombre y animal, seres que van a acabar con ellos y que parecen incansables, es un punto a favor de la novela. El horror que producen es similar al que los adultos provocan con sus singulares castigos. Por ello “Colmillos” es una novela de terror desde que empieza hasta que acaba pues no hay respiro.
 
Y aunque no a todo el mundo le fascine cierto tipo de finales, debo admitir que a mí sí me gusta cómo acaba. Finaliza con cierta sorpresa que no esperábamos pero que nos recuerda a noticias ya leídas (¿os acordáis de aquella madre que estaba en una secta y metía a sus hijos en una jaula para controlarlos y de paso les había “catado”? Guardando las distancias, si sabemos que esto ocurre en la vida real, imaginad la impresión de leer una novela de ficción donde simplemente se nos recuerda que la realidad supera a la ficción) Y es curioso, pero si todo el horror que se nos muestra puede estremecernos, cada vez que aparece la joven Ariadna a mí aún me parecía más terrorífico, porque sabemos que esto ocurre y que no estamos ahí para evitarlo.
 
“Colmillos” es una novela cruel pero fascinante, que se lee con una avidez sorprendente pues te atrapa como una araña en su telaraña con mucha facilidad. El hecho de que sea lectura juvenil no implica que esté hecha para niños tontos, muy al contrario... si sabes elegir o tienes la suerte de elegir bien, con novelas como esta puedes disfrutar (para bien o para mal, ya sabemos que con algunas novelas se sufre) muchísimo. “Colmillos” entra dentro de este tipo de literatura crossover, lectura recomendada a partir de los 14 años que puede leer con fascinación un adulto que ya pasa los cuarenta.
 
Fue ganadora del 27º premio Joaquim Ruyra de narrativa juvenil en un jurado formado por Francesc Miralles, Sebastià Alzamora, Olga Federico, Marta Luna y Ricard Ruiz. Y el premio es merecido.
 
Anika Lillo