grandes misterios del pasado

Opinión:

Grandes misterios del pasado comienza con una lección de historia sobre la evolución del ser humano. Una lección de carácter serio y riguroso con la que el autor pretende mostrarnos los “agujeros” que la ciencia no puede explicar. Pero con ella finaliza también el rigor y la seriedad para dar paso a la explicación de una serie de teorías muy poco ortodoxas. Teorías que son la fuente común de donde bebe el esoterismo y lo paranormal.
 
Desde mi punto de vista, devoradora habitual de este tipo de obras, el autor se ha documentado de una forma extraordinaria, hasta tal punto que reconozco sentirme sorprendida por algunos datos que aporta y que yo desconocía. Datos que apoya con numerosas referencias y notas bibliográficas de autores destacados en sus respectivos campos. Igualmente, merece la pena destacar las interesantes relaciones que establece entre culturas tan alejadas en el espacio y el tiempo como China o Galicia, en lo referente a sus petroglifos (pertenecientes al periodo neolítico, siglo II AC).
 
En su recorrido por todas las anomalías históricas abarca un amplio periodo que cubre desde la prehistoria hasta la época actual, pasando por las civilizaciones egipcia, sumeria, el Medioevo, aztecas, mayas… e, incluso, nos habla de las catedrales, que no podían faltar en una obra de este tipo, habida cuenta de sus “rarezas” arquitectónicas.
 
He observado una aparente mezcla de los estudios de historiadores serios y de reconocido prestigio internacional como Juan Luis Arsuaga (arqueólogo, actualmente co-director del Proyecto Atapuerca) con otros cuyas teorías han sido puestas en entredicho en numerosas ocasiones. Mezcla personajes que son profesores de historia en Yale con autores como Zecharia Sitchin o Erich von Däniken dando a sus estudios el mismo nivel y eso puede confundir a los lectores poco versados que podrían tomar por ciertas conclusiones sin una base seria.
 
Es una obra entretenida con un único punto negro: para un lector poco versado en temas heterodoxos, puede existir una gran confusión entre los datos que ofrece el autor. Ello es debido a su ingente cantidad. Tomás Martínez ofrece tantos y, en ocasiones, tan variados, que el lector se verá inmerso en ellos sin ser capaz de entenderlos todos y mucho menos de retenerlos.
 
Su lenguaje es muy solvente aunque en ocasiones puede parecer algo retorcido y enrevesado, con vueltas, re-vueltas y circunloquios, que complican aún más la comprensión de las explicaciones, a veces nada sencillas, como sucede con el capítulo dedicado a la arqueoastronomía. Capítulo que, por otra parte, aconsejo leer muy despacio o no leer porque es un escollo para el resto de la obra. Que no piense el lector que todo el libro es tan “denso” como esta parte porque a partir de ella, el texto gana en agilidad, en comprensión y en interés.

Gemma Nieto