la sombra de la guillotina

Opinión:

Se preguntaba Maximiliano Robespierre, durante el discurso que pronunció con ocasión del juicio del rey Capeto (Luis XVI), si se puede ser rey y ser al mismo tiempo inocente y se daba a sí mismo una respuesta negativa: no se puede ser rey y ser inocente.

Esa misma pregunta se la podríamos trasladar a Robespierre tras la lectura de este interesante relato. ¿Se puede gobernar y mantener la inocencia? Desgraciadamente, ni aún en el caso de mi admirado Maximiliano Robespierre, podría dar una respuesta afirmativa. Y menos aún si se ejerce el gobierno en una etapa revolucionaria. Creo que el ejercicio del gobierno es incompatible con la inocencia.

Y aún me surgen más dudas: ¿se puede ser siempre justo en el ejercicio del poder? ¿Es siempre lo justo necesariamente lo bueno? ¿lo bueno es políticamente conveniente? ¿Son compatibles piedad y política?

Ignoro si el propósito de Hillary Mantel con su novela es situarnos ante estas dudas, ponernos en la vía de la reflexión sobre lo políticamente necesario en contraposición con lo correcto desde el punto de vista ético. Ella, en la advertencia inicial nos propone algo similar, una reflexión y una conclusión, alejada a apriorismos.

Pensar sobre la necesidad (política, cualquiera otra es inadmisible) de sacrificar a algunos para la supervivencia de la mayoría. En todo caso, si no es así, la escritora británica consigue ese efecto. ¿Cuánta inocencia estaríamos dispuestos a perder?

En "La sombra de la guillotina" aparecen los personajes que fueron protagonistas de uno de los hechos más importantes del mundo occidental, tal y como pudieron ser en sus facetas privadas. No son aquí los grandes héroes, los grandes tribunos, ni los elocuentes oradores los que se nos presentan, tampoco los salvadores de la patria o de la revolución, sino personas que tienen que tomar decisiones sobre las vidas de otros en función de criterios que chocan indefectiblemente con sus propias creencias y emociones.

El hilo argumental está bien trazado de forma que, la trama, resulta creíble. Los personajes, todo ellos históricos, que aparecen a lo largo del relato, resultan posibles, pudieron perfectamente tener esas mismas dudas, esas mismas reacciones. No son héroes ni villanos, sino personas que tuvieron la desgracia de tener que decidir en tiempos, en los que esto no resultaba cómodo ni fácil, en los que la decisión significaba compromiso y sin posible rectificación. Ese es, en mi opinión, el mayor mérito de la obra de Hillary Mantel.

Huye de los estereotipos para presentarnos, quizás veces con un lenguaje algo irreal, unos protagonistas que se acercan al lector, que desearía poder participar en los hechos que se relatan y al que a veces dan ganas de decir. ¡No, no hagas esto, te equivocas! Ciertamente jugamos con la ventaja del tiempo.

La caída de Jorge Danton, del maravilloso y romántico Camilo Desmoulins y de su mujer Lucila, no son plato de gusto para su amigo Robespierre que, sin embargo, se ve impelido a que se cumpla una sentencia previamente dictada para salvar, desde el punto de vista político, el proceso revolucionario.

Y es aquí donde la novela de H. Mantel nos pone en la disyuntiva de pensar por nosotros mismos y añadir el epílogo que consideremos necesario. La cuestión es peliaguda porque se nos propone que separemos lo justo de lo necesario. Podemos ser revolucionariamente justos y poco más. Tenemos que tomar una decisión y ser capaces de asumirla. ¿Estaríamos en condiciones de perder nuestra inocencia para gobernar?