la botella del náufrago

Opinión:

La trama de esta novela es tan disparatada como creíble. Su autor, Antonio Jiménez Barca,  nos muestra un modo peculiar de terminar con el encierro casero que sufre el personaje principal a causa de su depresión.  Y la mejor medicina, en este caso particular, es acudir al rescate de una vecina extranjera de origen ruso a la que ni siquiera conoce personalmente, tras el toque de alarma de un vecino, que ha recibido un mensaje en su buzón con tres palabras escritas en un recorte de papel. Tan surrealista como divertido.  

La botella del náufrago  da título a esta novela que transcurre en pocos días de tiempo real, lo que dota a la obra de una acción trepidante y una continuidad que cautiva durante el tiempo de su lectura.
 
La transformación del personaje es tan rápida como los sucesos que debe afrontar y los retos que se le presentan en su camino para rescatar a la muchacha. El apocado presentador de radio luchará dentro de sus posibilidades contra personajes peligrosos que rondan los mundos de la droga, la trata de blancas y la prostitución. 
 
De manera amena, Antonio Jiménez Barca nos presenta a este personaje de segunda, inseguro, indeciso, y le da un giro a sus circunstancias actuales convirtiéndole al fin en un individuo con un objetivo en la vida al que no le importa recibir más de una paliza o ingeniárselas de modo espontáneo para conseguir el triunfo del bien sobre la maldad que impera en un submundo miserable, mucho más que los relatos que escucha en los programas de radio en los que ha trabajado.
 
Por el camino se cruza con personajes irrecuperables, algunos que aún conservan algún atisbo de humanidad mientras se conforman con sobrevivir o ver pasar un día más sin sufrir demasiado. No le queda más remedio que ceñirse al tipo de ambientes nauseabundos por los que transcurre una historia abonada de individuos perdedores, ciudadanos de segunda, conformistas, y durante la lectura hay ocasiones en que apetece salir corriendo para recuperar la cordura en la calle más comercial de la ciudad, rozar la superficialidad de esos ambientes de consumo y mirar hacia otro lado para olvidar el lado oscuro de la sociedad que se suele ocultar de la vista cotidiana, en los extrarradios de cualquier ciudad.
 
Con la lectura de La botella del náufrago me ha parecido recuperar la imagen del antihéroe en una obra divertida y de fácil lectura, en donde no faltan las batallas campales, los momentos surrealistas y el humor negro.
 
 
Saray Schaetzler