cine y literatura

Opinión:

Es un hecho probado (sin estudio alguno, me temo) que a casi todos los que nos gusta la literatura nos encanta el cine, pero por alguna extraña razón aquí el orden de los factores sí altera el producto y no todos los amantes del séptimo arte son lectores empedernidos. Por esa razón hay muchos lectores que tachan de simples a los que prefieren ver una historia en lugar de leerla, y los otros califican de culturetas a los fans del papel, Pere Gimferrer intenta sacar a ambos grupos de su error, y él sabe lo que dice.

Objetivo, agudo y justificadísimo ensayo de Gimferrer que pone de manifiesto la simbiosis en la que conviven la gran pantalla y el libro, una necesita de la otra para existir. No, no sólo es que el cine necesite de la palabra escrita para completarse, también la literatura se beneficia de la imagen en movimiento para destacar ese detalle que en la narración ocuparía varios párrafos, para transmitir esa emoción que demuestra que una imagen vale más que mil palabras; sin ir más lejos el terror que Spielberg nos enseña en “Tiburón” es mucho más efectivo y efectista que en la novela porque, en este caso, se trata de mostrar y no de insinuar. Si nos atenemos a una historia que haya sido llevada del papel al cine encontramos ejemplos como “Psicosis”, la novela de Bloch fue ampliamente mejorada en su versión cinematográfica gracias al arte de Alfred Hitchcock.

Realmente cine y literatura han ido de la mano casi desde los albores del Séptimo Arte, no en vano los dramaturgos como Balzac fueron los primeros guionistas (no remunerados) que han existido, tendría que venir Griffith para dar una nueva dimensión al cine, así como los folletines dieron paso a la novela decimonónica y esta a los Best Sellers; al adaptarse a los nuevos tiempos el discurso narrativo, también lo hizo la gran pantalla. Por otro lado está fuera de duda que grandes guiones como por ejemplo “Pulp Fiction” de Quentin Tarantino, se han visto ampliamente revitalizados gracias a la espectacularidad de su montaje, de elegir la sucesión de imágenes en el orden adecuado para lograr captar aún más la atención del espectador.

El autor echa por tierra el tópico que asegura que Shakespeare sería guionista de cine si vivirá en la actualidad. Coincido con él en que probablemente sería director, pues alguien acostumbrado a manejar y dominar todo el proceso creativo, desde el papel hasta la representación, tendría una visión más amplia que la de muchos guionistas de hoy en día al concebirlo como un todo perfectamente engranado. También encontramos hueco para la gran paradoja de que el cine surrealista no exista realmente ya que éste se encarga de mostrar la realidad pero, por otro lado, no deja de ser surrealista que veamos veinticuatro fotogramas por segundo (a la espera de los veintiocho que nos ofrecerá “El Hobbit” de Peter Jackson). Así que si somos un poco objetivos llegamos a la conclusión de que una cosa no excluye a la otra, la literatura se incluye en el cine y éste ensalza una buena historia, y uno no es mejor que otro por el simple hecho de decidir de qué manera le guste más que le cuenten una misma historia, la imaginación, el esfuerzo, la genialidad, está presente en los dos sitios.

Puede que aun así existan personas que jamás se decidan a comprobar si “Lo que el viento se llevó” es una gran novela y prefieran ver Tara por medio de los ojos de Fleming (y el resto de directores que intervinieron en su realización), yo, como Pere Gimferrer, me quedo con “Cine y Literatura”, porque ¿hay algo más grandioso que disfrutar de lo mejor de estos dos mundos?

Patricia Rubiera