ángeles de cristal

Opinión:

Con un lenguaje sencillo, que huye de complicaciones sintácticas y busca la comprensión directa e inmediata, Miguel Egido construye una tierna historia que trata de mantener viva la moda literaria de la angelología.

A través de la figura del ángel Enuel, el autor se cuela en las vidas de gente corriente, como un benéfico voyeur, para analizar lo que a diario acontece al género humano. Allí se encontrará con las barreras terrenales que impiden alcanzar una felicidad tan aparentemente fácil.

Conflictos, preocupaciones, soledad, egoísmo, incomprensión… Cada día presenciamos ésos y otros obstáculos en nuestras propias vidas y en las ajenas, pero parecemos acostumbrados a convivir con el mal, sin poder creer que otra realidad es posible. Encuentro en este planteamiento la razón de ser de la novela, una historia lineal, casi como un cuento, llena de sensibilidad y despojada de artificios tecnológicos o de otros recursos argumentales que no necesita.

El autor atiende al detalle que interesa a cada instante narrativo, sin perderse en florituras. Su estilo es amable, tal vez falto de la solidez propia de los escritores curtidos, lo que parece lógico dada la juventud del autor. En ocasiones es demasiado parco en la descripción de escenarios, tan importantes casi siempre para lograr el ambiente deseado. Pero es difícil conciliar la naturaleza inmaterial de un protagonista dotado de alas e invisible para los humanos con una ambientación real en el mundo material en que se desenvuelve.

Tal vez el factor sorpresa sea una de las carencias de la novela, que sigue un esquema muy uniforme y, por tanto, previsible. Sin embargo, sus diálogos entre humanos son los que se escuchan en cualquier cafetería o banco de un parque en una ciudad moderna. Algunos de sus personajes están muy logrados, como Sandra, la amiga de Nando, que le ayuda cuando éste atraviesa momentos difíciles. El final está perfectamente tratado, dentro de la tónica de sencillez que impregna toda la obra.
 
Ángeles de cristal es una metáfora sobre la libertad individual; una reflexión acerca del libre albedrío con que el hombre fue creado, y de su buen o mal uso de ese don. Somos tal como Miguel Egido nos retrata en esta novela: sensibles, sujetos a las grandezas y debilidades de lo material, incansables buscadores de una felicidad que se nos resiste, y, sobre todo, libres para echar nuestras vidas a perder, si antes no aparece un ser providencial dispuesto a jugarse su futuro para ayudarnos.
 
José Antonio Carbonell Pla