los genocidas

Opinión:

Ocurre en muchas ocasiones que tras leer novelas de ciencia ficción de autores que no están incluidos dentro de los clásicos (léase Asimov, Dick y compañía), se queda uno con ganas de leer más sobre ese autor, porque suele ser cosa habitual que su bibliografía apenas se encuentre en nuestro país. O que esté descatalogada y las nuevas generaciones se las vean y se las deseen para poder leerlos. Thomas M. Disch es uno de esos casos, aunque en cierta forma se está paliando ese efecto, y Los genocidas es la segunda novela que edita La Factoría de Ideas tras Campo de concentración.

Los genocidas  es una novela en la que la humanidad se enfrenta a un Apocalipsis de origen vegetal, cosa que también es premisa común en clásicos con El día de los trífidos de John Wyndham. Mas al contrario que en esta última en la que prima la acción y la aventura, en Los genocidas la historia se centra en la supervivencia de los pocos humanos que hay en la faz del planeta, que han sido aniquilados por la hambruna más absoluta debido a unas plantas gigantescas que han sido sembradas por unas fuerzas alienígenas y que destruyen todo el ecosistema terrestre, así como absorbiendo la práctica totalidad del agua de la Tierra. Uno de los detalles que se detectan, es que no sabremos nada sobre esos seres extraterrestres, se los cita de tanto en tanto pero son la mera excusa para plantear la trama.

Es una novela de corte pesimista y bastante amarga que pone de relieve las miserias de la condición humana y da muy pocas esperanzas sobre cuál sería nuestra capacidad de supervivencia en cuanto se pone de manifiesto nuestra idea de que somos “los reyes de la creación”. En ese sentido Disch no hace concesiones. Incluso se queda uno con la idea de que el autor sea uno de esos alienígenas que está contando cómo ve él a ese grupo de personas y que se divierte viendo cómo actúan cuando se pone en entredicho su supremacía.

Uno de los aciertos de Disch, que cuenta con unos 25 años al escribir esta historia que es su primera novela, es situar el comienzo de la narración cuando ya está muy avanzada la invasión vegetal, para ir directamente al nudo de la acción. Uno de los puntos menos buenos, por el contrario, es que hay pequeños detalles que no son muy creíbles y es que en apenas un ciclo de las Plantas el mundo entero retrocede siglos hasta volver a organizarse en pequeñísimas comunidades agrícolas. Si uno puede aceptar esos pequeños brincos, la historia se sostiene y se le perdonan.

Los personajes están bien perfilados y manejados ya que el autor comienza a someterlos a situaciones cada vez más desesperadas y de esta manera podremos ver cuál es su desarrollo físico y psicológico a la hora de afrontar esas “tareas”. Y sobre todo, cuando se internen dentro de una de las Plantas. Aquí comienza el periodo más claustrofóbico de la novela, con esta pequeña comunidad viviendo literalmente como gusanos, así que empezamos a darnos cuenta de las pocas posibilidades de éxito que tiene su subsistir diario, y es que parece que Disch disfruta haciéndolos sufrir.

Enmarcar la novela dentro de la ciencia ficción le viene muy bien a Disch para establecer el escenario apocalíptico en el cual montar su drama humano. El resultado es una novela entretenida y a la altura de sus intenciones. Y nada mejor que hacer una declaración de intenciones justo en una de esas frases que pasan a la historia por su enorme calado: “ La Naturaleza es pródiga. De cien brotes, sólo sobrevivirían uno o dos;  de cientos de especies, sólo una o dos. No sería el hombre, no obstante.” 

Para pensar y reflexionar, uno de los axiomas de la ciencia ficción. Y gracias a la editorial por rescatar estas novelas. 

Fernando Martínez Gimeno