Anika entre libros

la estatua de bronce

Ficha realizada por: Lidia Casado
la estatua de bronce

Título: la estatua de bronce
Título Original: (shadows in bronze, 1991)
Autor: Lindsey Davis
Editorial: Edhasa


Copyright: © Crown Publishers, 1991
© Traducción de Horacio González Trejo, 1992
© Edhasa, 1992
1ª Edición, Abril 1992 / Última edición conocida Edhasa, ISBN: 9788435017893
Etiquetas: antigua roma autores ciclo escritores género negro histórica ingleses literatura inglesa policiaca policiaco roma roma clásica romanos sagas series trilogías

Argumento:


El investigador Marco Didio Falco (que no espía, que quede bien claro) sigue la pista, al servicio del emperador Vespasiano, de una conspiración contra éste. Gracias a este nuevo trabajo, volverá a encontrarse con algunos de los personajes que conocimos en el primer volumen, dando continuidad a la saga y cerrando (o eso parece) la trama de “La plata de Britania”.

Opinión:


La mordacidad, la ironía y el humor negro de este investigador de la Roma Imperial de vuelta de todo y su mirada entre cínica y derrotada de cuanto le rodea vuelven a convertirse en los auténticos protagonistas de esta segunda entrega de la saga que narra las desventuras de Marco Didio Falco. Y es que, más allá del mero argumento y de las traiciones y corruptelas que investigará en esta ocasión, para mí, el verdadero protagonista de la novela es el tono con el que está escrita. La voz de Falco es la que guía la narración, relatada en primera persona (aunque a veces se describen acontecimientos o pensamientos que es imposible que el investigador conozca, aproximándose más a una tercera persona omnisciente que una narración en primera persona pura y dura). Por eso, es ella la que determina el ritmo de los acontecimientos (precipitado cuando así lo requiere la trama o sosegado cuando lo que se nos presenta son los pensamientos y reflexiones del propio Didio), la que describe lo que ocurre y la que consigue que el modo de ver y contar la vida de Falco se corresponda con el tono general de la novela. Los ojos desengañados con los que el romano ve el mundo que le rodea, las relaciones humanas, las conspiraciones políticas y los usos y costumbres de la sociedad romana del año 71 d.C. se convierten en los propios ojos del lector que se acerca a esta novela en pleno siglo XXI.

La mirada personal y única de Falco es la que nos permite conocer una Roma en la que (en contra de la imagen pública que tenía en la época o, al menos, la que quería dar y la que ha llegado hasta nuestros días) muchas cosas funcionan mal; una Roma que esconde la basura debajo de la alfombra para mostrar, frente a la galería, sólo su mejor cara.

La investigación de Falco, desenredando esa red de traidores que habían urdido un plan para derrocar a Vespasiano, da cuenta de las intrigas y conspiraciones que protagonizaba la vida política del momento, así como su organización y sus principales instituciones.

Del mismo modo, los viajes que emprende el investigador en esta segunda entrega le permiten introducir valoraciones y reflexiones sobre la zona sur de Italia y sobre la relación que por aquel entonces mantenían romanos y griegos, teñida por cierto desprecio hacia la cultura de la que procedían, reflejo de esa imagen ciertamente prepotente que Roma ofrecía ante el mundo y ante sí misma.

La acción se desarrolla, en este caso, en lugares próximos al Vesubio, por lo que no faltan las referencias a la erupción del volcán que tuvo lugar tan sólo unos años después y que destruiría dos de las ciudades visitadas en esta obra: Herculano y Pompeya.

Pero si, al margen de la trama detectivesca, hay un tema que guía buena parte de la acción, enlaza con la primera entrega de la saga y propicia la continuidad en volúmenes posteriores es el amor. La presencia de Helena Justina, la clienta de Falco en “La plata de Britania”, esa mujer de órdago, independiente, inteligente y adelantada a su tiempo, es constante también en “La estatua de bronce”. Y no sólo porque el argumento de la primera entrega tenga continuidad en esta segunda a través de personajes vinculados a ellas, sino también porque se afianza la relación que mantiene con Falco, con sus vaivenes y sus altibajos. No obstante, la actitud de Helena Justina es bien diferente en esta segunda parte. La fortaleza y la seguridad que mostraba en la primera se han convertido aquí en tristeza, inseguridad, miedo, medias palabras y verdades ocultas. Sin embargo, esa nueva actitud quedará perfectamente explicada al final de la obra, abriendo nuevos caminos para futuras entregas de la saga.

La ambientación, la descripción de lugares, costumbres y actividades propias de la época romana continúa siendo magistral en esta segunda entrega. Davis es una extraordinaria creadora de ambientes, lo que le permite dibujar escenarios (casas, calles, comercios, eventos festivos, caminos, mares, barcos, lugares públicos…) y contextos realistas que ahondan y/o completan la imagen que todos tenemos en la cabeza cuando pensamos en la Roma Imperial.

Reconozco que la intriga meramente detectivesca me ha interesado en esta ocasión menos que en el primer libro, no sé si porque la trama amorosa lo envuelve todo, trasvasando la atención de la vida profesional a la vida privada de Falco; por la continuidad de algunos personajes e historias que ya aparecieron en “La plata de Britania”, importantes (sí) pero que (para mí) están incluidos aquí mediante un recurso demasiado manido en el género policíaco; o porque el ritmo trepidante que la acción adquiría por momentos en la primera intriga se ha desvanecido en esta segunda, dando lugar a una trama de corrupción con sus sorpresas, es cierto, pero más bien lineal.

A pesar de ello, tengo la intención de continuar leyendo la saga porque Falco me ha conquistado y porque es el verdadero activo de esta novelas. Su visión del mundo choca con muchas de las ideas predeterminadas que yo tenía respecto a su época y su humor socarrón y negro me sorprende y divierte, dándome una excelente excusa para continuar saciando mi curiosidad por sus aventuras (sean del tipo que sean). 
  
Lidia Casado

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