la roja insignia del valor

Opinión:

Las guerras son declaradas en despachos por personas que sostienen ideales y se ejecutan en batallas en las cuales todo eso se pierde para dar paso a los instintos más primitivos del hombre.

Esto es lo que nos quiere hacer ver Stephen Crane en su obra maestra. En poco menos de doscientas páginas, nos resumirá el sentimiento de un enfrentamiento fratricida logrando dejar en segundo plano las acciones bélicas.

De la mano del joven Henry Fleming nos adentraremos en el fragor de la Guerra de Secesión americana, donde los permanentes cambios en su estado de ánimo serán utilizados por el autor como hilo conductor de la historia. Durante el transcurso de los acontecimientos nos toparemos con un sinfín de acciones míseras y de miedo enmascarado tras las mayores bravuconadas. También participaremos como espectadores de lujo de la aparición de ese espíritu de supervivencia a cualquier precio que tan deplorable hace llegar a ser al género humano.

Y es que la publicación no es un canto de alabanza a la Guerra Civil, ni una sucesión de datos históricos que pueden resultar interesantes al lector. Este trabajo es una crítica mordaz -y muy ingeniosa- a una guerra sin sentido, realizada de manera absurda y llevada a cabo por el peor ejecutor posible: el hombre.

No es extraño, por tanto, que en la obra se cite a los personajes como simples soldados y que, en contadas ocasiones, se mente algún nombre más allá del de nuestro joven protagonista. Crane hace del ser humano una simple marioneta, gobernada por otros seres humanos, en busca de sus deseos más primitivos de conservación. Para ello, será incentivado con dosis de poder, popularidad y reconocimiento a los ojos de sus iguales.

La corta extensión de la obra no hace más que engrandecerla. Con un verbo rápido, dejando que fluya la historia sin ornamentación estilística que llegue a empalagar al que la lee y una capacidad de detalle con el talento necesario para transportarnos a aquellos campos llenos de humo, sangre y miseria, este magistral trabajo sólo pide algunos momentos de tranquilidad para que se la pueda apreciar, disfrutar y saborear de la manera que cada uno de notros deseemos.

La lectura del libro nos servirá para darnos cuenta de que pueden pasar miles de años, pero el hombre seguirá siendo ese animal irracional, incomprensible y cobarde que eleva sus defectos a la máxima potencia cuando se encuentra en peligro.

Por ello, animo a todos a pasar un rato entretenido con su lectura, ya que leer es la mejor arma que existe contra la ignorancia de las guerras. 
 
Pablo Díaz González