Anika entre libros

r97. los hombres en tierra

Ficha realizada por: Héctor Pascual
r97. los hombres en tierra

Título: r97. los hombres en tierra
Título Original: (r97: les hommes à terre, 2008)
Autores: Bernard Giraudeau, Christian Cailleaux
Editorial: Dibbuks


Copyright: © Dibbuks, 2011
Traducción de Diego Álvarez
1ª Edición, Julio 2011 ISBN: 9788492902484
Etiquetas: aventuras novela gráfica

Argumento:


Théo es un joven marinero francés de 17 años recién salido de la academia que se embarca en el Jeanne d’Arc, un buque guerrero de la armada francesa que va a dar la vuelta al mundo. Martinica, Montevideo, Valparaíso, Tahití, Hawai, Japón, Sri Lanka, Madagascar y Djibouti conforman las paradas de este intenso viaje en el que Théo descubrirá el amor, el sexo, la soledad, la violencia, y la inmensidad del mar, ese Gran Libro que está por escribir.

Opinión:


R97: Los hombres en tierra  es un cómic que recrea vivamente un viaje iniciático con sabor a ron y a sal, rumor de viento enredado en las palmeras, destellos rojos de burdel  y restallar de lluvia contra las cubiertas metálicas de un buque de guerra.
 
Como sugiere el propio protagonista, Stevenson, Melville y Conrad son los modelos de esta aventura.  Estos autores, con su mezcla de peripecias ultramarinas y fondeos en exóticos parajes del lejano Oriente y la Polinesia, reflexiones sobre la masculinidad y sobre la soledad se empeñaron en trazar las marejadas del espíritu humano y alumbrar sus recovecos más oscuros. La obra conjunta de Cailleaux (ilustrador) y Giradeau  (autor) parte de estos temas y, sin llegar a la profundidad de los maestros, consigue imprimirles una pulsión erótica (medida y elegante, genialmente resulta en las ilustraciones de Cailleaux) que atraviesa toda la narración.
 
Théo, el joven protagonista, quiere lo que quieren todos los chicos a esa edad: bucear en el deseo, perder la inocencia en los brazos de una mujer. Théo se dispone a cumplir ese anhelo suscribiéndose al consabido código náutico de "una mujer en cada puerto y por encima de todas ellas, la Mar". Las conversaciones de sus compañeros de viaje, la caracterización del buque, el Jeanne d’Arc, como una matriz de caderas anchas y generosas, el travestismo lúdico de los marineros en la fiesta de Navidad, la atmósfera entre sórdida y colorista de los caladeros porteños donde el buque hace sus paradas reflejan a la perfección esa obsesión con lo femenino que cristaliza en los cuerpos femeninos que Cailleaux conjura. 
 
Pero Théo no se lanza como un fauno en ayunas por los lupanares que visita con sus amigos. En un primer momento se refugia en las reglas, en la timidez y en el discurrir del agua que como él mismo confiesa, hipnotiza y salva, evitando que uno se aísle en la promiscuidad. Esa pugna entre los escrúpulos y el aguijón del deseo hacen que Théo se convierta en el blanco de las bromas de sus compañeros. Finalmente, en Hawai conocerá a una hermosa joven con la que pasa la tarde en la playa y, aunque no tiene relaciones sexuales con ella, el encuentro inaugura la "educación sentimental" del joven marinero.
 
Con cada nueva mujer, Théo irá creciendo interiormente y descubriendo que no todo es belleza y ternura en el espíritu humano. En Kobe (Japón) pasa la noche con una prostituta a la que casi termina estrangulando al sentir la apatía, la alienación e indiferencia mecánica con la que se entrega al acto del amor que, como descubre Théo, también es un abismo lleno del horror del vacío.
 
Sin embargo, y lamentablemente, la historia que Giradeau despliega termina cayendo en una frivolidad machista bastante imperdonable. Basada en Marin à l’ancre, el primer libro de Giradeau, el relato se articula sobre una óptica decididamente masculina que reduce a los personajes femeninos a la categoría de cuerpos, repositorios de sensualidad, misterio, exotismo o ternura de los que Théo y los otros marinos se aprovechan sin mayores consecuencias o complicaciones que una nostalgia postcoital que se diluye al llegar al próximo puerto (la excepción a esto es el oficial que muere apuñalado por el marido de una amante, pero ciertamente el sentido de responsabilidad no es el que transpira en la historia). 
 
Giradeau plantea una certera pregunta a través de Théo: ¿Qué queda después del amor? Sin embargo la pregunta queda sin contestar. Podemos intuir que tras los encuentros fugaces e intensos les espera a  los marinos una soledad que escuece y que es inmensa como las aguas rizadas del mar, o una saudade y anhelo agridulces, pero no se profundiza en este tema que bien podía haber sido una interesante arboladura temática para la historia.
 
Afortunadamente, estos defectos se ven compensados por el magnífico dibujo de Christian Cailleaux (Los impostores, 2009), uno de los grandes nombres de la band desinée actual y que, gracias a sus extensos viajes por África y Asia, sabe captar a la perfección los ambientes y paisajes donde transcurre la historia. Su trazo es económico y depurado; el uso del color tremendamente efectivo; sus líneas privilegian lo esencial y buscan en cada viñeta la imagen exacta donde se cristaliza la acción o la emoción. Es gracias a su capacidad para conjurar el carácter cambiante de las aguas que, al terminar el libro, podemos escuchar, mágicamente, susurrado a nuestro alrededor, el conocido dictum de Verlain: La mer, la mer toujour recommencée…

Héctor Pascual

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