Anika entre libros

cuando se abrió el abismo

Ficha realizada por: José Antonio Carbonell Pla
cuando se abrió el abismo

Título: cuando se abrió el abismo
Título Original: (cuando se abrió el abismo, 2010)
Error loading MacroEngine script (file: ObtenerAutoresResenya.cshtml) Editorial: Grupo AJEC


Copyright: 1ª Edición, Noviembre 2010 ISBN: 9788415156048
Etiquetas: ciencia ficción fantasía fantástico sci fi scifi sci-fi

Argumento:


La monótona línea recta en la vida del ingeniero Santiago Marchena se quiebra repentinamente el día en que, trabajando en un túnel que, bajo el mar, unirá Europa y África a través del Estrecho de Gibraltar, un gigantesco terremoto lo catapulta a las entrañas de la corteza terrestre. Cuando recobra la consciencia, se halla en un mundo que pareciera sacado de una pesadilla, donde nada ni nadie le resulta conocido, y donde asistirá —a veces cobrando un papel protagonista absoluto— a un conflicto bélico en el que su vida correrá serio peligro, y sus actos resultarán decisivos.

Opinión:


En ocasiones, esta tarea de opinar públicamente sobre el trabajo de otros se me hace difícil. Ésta es una de ellas, sin duda. Y lo es porque la lectura de "Cuando se abrió el abismo" me ha sacado de quicio por completo. Ruego que mi comentario no se interprete necesariamente de forma negativa. Uno puede desquiciarse cuando se enoja o cuando recibe una mala noticia, pero también cuando hace el amor o experimenta un estado de euforia. Precisamente, la novela de Carlos F. Castrosín ha generado en mí ambas modalidades de desquicie.

El inicio me pareció abrupto, con el protagonista, el ingeniero Santiago Marchena, viviendo el desastre geológico a que el título alude, pero respondía a mis expectativas y casi agradecí que se evitasen circunloquios y se entrase en harina. Sin embargo, apenas había empezado a saborear sus peripecias en un mundo subterráneo recién descubierto, cuando el protagonista despierta en un escenario que, si a él le resulta sorprendente, imagínense a mí. Otra civilización, con todas las grandezas y miserias de la nuestra, pero distinta; otro mundo dentro de éste; otra historia, en definitiva, que tal vez mereciera novela aparte, mientras yo añoraba las oscuras galerías y las feroces amonitas de las primeras páginas. En ese instante me dije: «El ingeniero está soñando; seguro que pronto regresa a los túneles y a su lucha contra esos bichos prehistóricos.» Pero no. Los capítulos van cayendo sin que Marchena abandone ese reino a medio camino entre el refinamiento dieciochesco y la tecnología de nuestros días, un derroche de imaginación y creatividad por el que Castrosín merece un sincero aplauso. Con el transcurso de los hechos, el protagonista se convierte poco menos que en un paladín del país que lo acoge, en guerra permanente con otra potencia de ese mundo subterráneo. No obstante, para los habitantes de Klinklangámerun, el subterráneo es el ingeniero, cuando todos sabemos —o eso creemos— que proviene de la superficie. Sorprendido, sigo leyendo porque ahora sí necesito saber qué va a ser del pobre Santiago Marchena, un personaje que, donde otros hubiéramos perdido la razón, conserva una envidiable cordura e incluso la capacidad de reacción de todo héroe que se precie de serlo. Y todavía me queda por descubrir, para colmo de mis nervios, que mis amigas las crueles amonitas me reservan sorpresas para el final.
 
La acción es trepidante, sin apenas instantes de sosiego en que el lector pueda replantearse las cosas y situarse. El estilo es llano y sin florituras, especializado en describir los hechos con lujo de detalles. Destaco dos aspectos: la original nomenclatura de infinidad de objetos, animales y plantas (también personajes: San Llermén o San Sipegui, así escritos; ¿les suenan de algo?), y el tratamiento de los escenarios: el lector ve siempre perfectamente dónde se desarrollan los hechos, con un protagonista absoluto, omnipresente, al que parece seguir un cámara empeñado en afrontar cualquier obstáculo para que no perdamos detalle de su peripecia.
 
Aficionados a la narrativa fantástica: acomódense, despejen sus mentes, dispónganse a recibir una andanada de sorpresas y adéntrense en las entrañas del suelo que pisan, siguiendo al ingeniero Marchena. Pero no esperen una aventura especialmente telúrica, sino el descubrimiento de una civilización tan compleja y ruin como la nuestra, donde la epopeya también es posible, en tanto que un servidor se somete a una bien ganada cura de reposo en cualquier balneario para la tercera edad. 
  
José Antonio Carbonell Pla

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