Todo el amor y casi toda la muerte

Opinión:

Anika Lillo

Y si este fuera todo el argumento ya resultaría atractivo, pero "Todo el amor y casi toda la muerte" esconde entre sus páginas mucho más. Alrededor de Gabriel existe un mundo casi onírico, de pesadilla, de amor y muerte. Una vivencia encarnada en agua convierte el resto de sus días en el fin de su vida como persona normal. A partir de ese momento su tormento será subyugante, y todo lo que haga estará influenciado por lo que "vivió" y narró en su libro, testimonio de su amor con una muchacha invisible. Sólo con esta historia, la de Gabriel, Fernando Marías ya nos atrapa y nos mete en el fondo del mar para no dejarnos salir a respirar, y es que es muy difícil no dejar que la red caiga encima cuando has leído el inicio de su historia. 

 
Sin embargo con Bastian las cosas no son diferentes, su poder radica en sus pensamientos, en cómo dirige su vida condicionada por otro fantasma de su pasado. Nos atrapa igualmente en su cueva del lobo, en sus miedos, en su terror hacia las torturas de la aguja y el serrucho… y página tras página nos infunde su horror y sus dudas. Porque dudas habrá tantas que nos sorprenderemos dudando con él, y cuanto más avanza la novela más necesitamos saber.
 
"Todo el amor y casi toda la muerte" es como una droga, una droga literaria, perfectamente narrada e inteligentemente dosificada, intimista y dura, cruel e intrigante, con dosis de amor y pasión, sexo y terror, y un gran número de sorpresas que sólo un maestro como Marías  podría dar en sus dosis justas sin hacer que bostecemos ni por casualidad.
 
El juego de la mentira, del engaño, no está sólo en sus personajes. Precisamente porque será Bastian quien nos guíe a través de sus actos, nos engañaremos con él. Y Vera será para nosotros lo mismo que para él: alguien a quien creemos conocer. Pero creer no es estar en posesión de la verdad. Vera será todo el tiempo un referente del engaño, y pocas veces -por no decir que algunos ninguna- podremos decir aquello de "ya lo imaginaba".
 
Y aunque parezca que no es importante porque en el argumento no se narra, la historia de Clara y Eloy es otro imán. Eloy, que busca al fantasma, y Clara, que los busca a los dos, son un aliciente más en "Todo el amor y casi toda la muerte".
 
No hay una sola página que pueda considerarse desperdiciada en esta droga literaria. Es un libro redondo, o librazo, como dijo nuestro amigo y colaborador Juan Salas.
 
Anika Lillo

Pilar Gil

Al flamante Premio Primavera 2010 "Todo el amor y casi toda la muerte" le queda además y todavía por recibir el mejor de los premios que llegará, inevitable e indudablemente, y es el reconocimiento de los lectores que sin remedio van a ir elogiándola porque llena.

Fernando Marías se ha puesto un altísimo listón con esta novela porque "Todo el amor y casi toda la muerte" es, como el propio autor ha comentado en distinto medios, su verdad: la verdad desnuda a la que se alude a lo largo de todas las páginas de la novela.

Tres historias que hablan de lo mismo en distintas épocas utilizando el flashback y el flashfowar. Tres mujeres que no sucumben a la adversidad en cualquiera de las épocas en las que están, que deciden y saben qué hacer con sus vidas y de dos hombres aterrados por el fantasma del deseo y del amor. Realismo mágico, thriller, romanticismo, erotismo, varios géneros emergen entre sus renglones.

Terminar de leer la novela no es cerrarla y olvidarla. Su tema, sesudamente maduro, complejo y enriquecedor, reverbera: la búsqueda de uno mismo, del "yo" el monosílabo totémico como motor para que el tiempo que fluye, que se vive, no quede en nada, no se quede en nada más que pasado o en algo tan impreciso como el futuro. Lograr identificar sin reservas los miedos personales, los fantasmas interiores que hacen errar y huir sin rumbo definido en una "casi" muerte.

Pero es que además la trama de la novela es tan intrigante, tan intensa, tan sórdida a veces, tan buena, es que su forma de cerrar el círculo es tan elaborada que se asiste al proceso de engranaje de las búsquedas personales - interiores y exteriores - de los personajes que han desnudado sus almas por medio de un narrador omnisciente que respeta lo que acontece, y que además narra reafirmando lo que fluye a través del tiempo verbal presente y logra situar al lector en las entrañas de los protagonistas a través de la creación de atmósferas concordantes con las luces y las sombras de los rincones de sus almas. Y si eso fuera poco, cada época tiene un estilo narrativo diferente, adecuado, pulcro y preciso, y asi se comprueba de forma evidente cuando se vaya al siglo XIX y Gabriel Ortuño Gil y Paloma vivan su historia y aparezca la novela dentro de la novela.

Toda la novela conjuga una prosa de aparente estilo frío pero del que se apodera un lirismo estremecedor.

Cuando se cierra el libro quedan tres grandes historias de amor de pasiones desmedidas, de deseo aterrador, excesivo, destructor, con fantasmas "reales" que quieren aflorar en la verdad desnuda de los cuerpos y las mentes del los personajes en los que habitan y ser escupidos o exhalados.

Fermina Daza