Rue Darwin

Opinión:

Esta es una de esas historias que son grandes por la sencillez con la que transcurre la obra, ya sea por la vida de los personajes, ya sea por la evidente ternura que provoca en el lector al que le engancha conocer el día a día y las escenas cotidianas, los diálogos que no pretenden provocar, ni azorar ni herir, ni sorprender en un primer instante, pero que se van quedando grabados como escenas que podrían repetirse en otros lugares y con otros personajes; es por tanto creíble, y acierta en su composición.

Nos topamos con una profundidad de contenido que viene dada a su vez por un cuidado vocabulario, palabras que para definir a un personaje no le ha sido necesario extenderse demasiado; es sorprendente que la simple unión de un sustantivo y adjetivo sean suficientes para definir a un sujeto de los que aquí aparecen a cada tanto, y hacerlo además a la perfección, de forma tan precisa; por eso me recreo en el particular uso del lenguaje con el que me he encontrado que por su carácter me ha sorprendido gratamente.

La historia transcurre en Argelia, poco menos en París, y en ella se refleja la situación de aquella. El autor -de origen argelino- salpica con su propia historia los momentos más difíciles de una familia desarraigada, no solo geográficamente, sino también emocionalmente. Parientes consanguíneos sin un nexo común más que los momentos compartidos en la Rue Darwin, ya lejanos en el tiempo. La distancia se convierte en el hilo conductor de los lazos familiares.

Amor y odio y otros sentimientos que se entrechocan son las ramas que golpean los cristales de la visión particular -y en ocasiones harto tediosa- de su personaje principal, el único capaz de rememorar el paso de tiempo en su pequeño rincón del mundo, previsible y conformista, pero no por ello menos auténtico. 

Saray Schaetzler